Ramón Fontseré: "Soy carne de teatro pero no me asusta lo que se me viene encima"



Fuente: Vis Molina (elcultural.es)

Pertenece, desde hace 30 años, a esa insólita compañía que son Els Joglars a la que se incorporó cuando el grupo teatral catalán, fundado por Albert Boadella, llevaba ya 20 recorriendo escenarios. El brillante y controvertido Boadella fundó la troupe en 1962 y el nombre con el que se bautizaron fue toda una declaración de intenciones. Y es que en la Edad Media los juglares ejercían la función de hacer crítica social y política mediante la ironía y la fabulación, sacando a la palestra los temas más incómodos de la realidad del país. A lo largo de todos estos años, Els Joglars ha satirizado a políticos, gobiernos y tótems de la cultura creando ingeniosas parodias que han encandilado al público. Desde entonces, la que es la compañía de teatro privada más antigua de Europa, lleva ya a sus espaldas 35 obras de creación propia que han girado por medio mundo. 

Fontseré (Torelló, Barcelona, 1956) incorporado al grupo en 1982 tras licenciarse en Arte Dramático en el barcelonés Institut del Teatre, ha encarnado los papeles más aclamados. Mimético y obsesivo hasta el detalle, el actor principal de la compañía se ha ido convirtiendo en Jordi Pujol, Josep Pla y Salvador Dalí entre otros, valiéndole la interpretación de este último el Premio Nacional de Teatro en 2000. Y ahora, tras anunciar Boadella su retirada de la dirección, Fontseré lo sucede en el cargo.

¿Las circunstancias siguen su evolución natural? 
Sí, está claro que mi misión en esta vida ha sido la de ser actor de teatro. Y tras muchos años en la misma compañía me parece natural pasar a ser su director. Mi historia con Els Joglars es tan atípica como magnífica y lucharé para que lo siga siendo durante mucho tiempo. Me hace una ilusión enorme este nuevo cometido que, naturalmente, ejerceré sin dejar de lado la interpretación.

El reto no es fácil, su personalidad y la de Boadella no tienen nada qué ver.
Somos muy distintos, eso es cierto, pero nos une el territorio común del teatro. Todos los miembros de Els Joglars somos muy diferentes, pero tenemos un nexo muy potente que nos une mucho.

Ha actuado en cine y televisión y ha coqueteado también con la escritura. ¿Su medio sigue siendo el escenario? 
Sin lugar a dudas. Yo soy carne de teatro y a mí lo que me pone es sudar delante del público. Disfruto muchísimo. Me engancha la adrenalina que provoca el estar subido a un escenario, eso no tiene precio, es una cura de rejuvenecimiento. Luego, cuando se acaba, te tomas una caña con los compañeros y es un momento único y grandioso. Interpretar es formar parte de un ritual, es como ser un sacerdote y oficiar en el altar sagrado del escenario. Sólo hay otro ritual que supere al de la interpretación y es el del toreo.

¿Y es supersticioso, como los toreros? 
No, la única manía que tengo es llevar siempre conmigo una radio pequeñita, de esas que llevan los jubilados. La dejo encendida en mi camerino, con algún programa de deportes o de música clásica, y así evito perderme por los entresijos de los teatros modernos en los que los camerinos suelen estar en sitios laberínticos. El sonido de mi radio me sirve de guía y me indica por dónde he de volver.

Ha escrito una novela y un dietario sobre el oficio de actor. En alguna ocasión ha dicho que la escritura le sirve de ejercicio de reflexión.
Sí, así es. Escribir es un acto muy íntimo y muy solitario. Uno observa y luego reflexiona, y después pone por escrito sus pensamientos. Todo ello te obliga a ordenar previamente lo que tienes en la cabeza. Es un proceso muy interesante. Pero lo mío es el escenario, definitivamente. 

Joglars ha puesto en tela de juicio arquetipos muy potentes de la idiosincrasia catalana. Pujol, Pla, Dalí... ¿Ahora que usted es el director van a seguir esa estela?
En el sueldo de los políticos entra el que se les satirice, y eso es lo que hemos hecho nosotros. Siempre hemos querido mucho a Pujol, pero eso no quita para que nos diera pie a hacer una buena obra de teatro y yo disfruté mucho creando su personaje. Dalí también nos encanta, igual que Pla, que fue un hombre muy sabio. Era cosmopolita pero amaba profundamente su tierra y sus raíces. Tenía en su interior un pesimismo muy inteligente, que combinaba con una socarronería y una ironía fantásticas. Y sí, claro que seguiremos esa estela.

¿Reírse de uno mismo es síntoma de inteligencia? Sí, desde luego, además de que es muy sano y muy desmitificador.
¿En qué va a cambiar su vida, ahora que va a ser director y a la vez actor principal? Tengo más responsabilidades y habré de pensar en más cosas. Antes sólo tenía que pensar en el personaje que tenía que representar, mientras que ahora tendré que estar muy pendiente de los que interpretan el resto de mis compañeros. A eso me ayuda mi experiencia como parte de esta compañía durante 30 años. Me gusta lo que se me viene encima y no me asusta en absoluto, aunque me imponga respeto. Tengo ganas de meterme en harina y de notar ese cosquilleo en el estómago que siento antes de salir a escena.

¿Cuál será el próximo estreno? 
En abril estrenaremos en Madrid El coloquio de los perros, un texto de Miguel de Cervantes que ha adaptado Albert Boadella y que dirigiré yo, con Martina Cabanes como ayudante de dirección. La dramaturgia es de Albert pero llevará impreso mi sello personal en la dirección. Y además yo interpretaré a un personaje dentro de la obra.

Tiene fama de actor riguroso y obsesivo, ¿cómo prepara un personaje? 
Soy un apasionado del teatro y me divierte muchísimo interpretar. Me entrego a tope y jamás miro el reloj porque las horas se me pasan volando cuando estudio y cuando ensayo. Soy muy intenso y muy exigente, siempre quiero un poco más y pruebo una y mil cosas para que el resultado me salga cada vez mejor. Me propongo llegar al fondo de la personalidad del personaje, despojarle de su máscara para conocerlo del todo y a partir de ahí dibujar mi interpretación. En el proceso de estudio y acercamiento al personaje el actor está muy solo. Es él el que se mete dentro, el que bucea buscando registros y rasgos de su carácter para montar el trabajo de interpretación. Luego, en los ensayos, todo eso se muestra ante los compañeros y el director y ahí se ven las respuestas de los demás, que también ayudan mucho.

¿Uno se conoce más a sí mismo cuando interpreta a otro? 
A veces, cuando estudias a un personaje y montas el papel, dices cosas que no dirías si no estuvieras actuando. Este es el juego del teatro, un juego fantástico porque es civilizado y ordenado. En una obra de teatro hay un diálogo y nadie se interrumpe. Primero habla uno y los demás escuchan, luego éstos contestan y así sucesivamente. Nada que ver con esas horribles tertulias televisivas en las que todo el mundo acaba gritando a la vez y nadie presta atención a lo que dice el otro.

¿Qué personaje le gustaría representar?
Me encantaría interpretar a una solterona entrada en años. Hay unos cortometrajes buenísimos de Charles Chaplin, grabados en 1917, en los que él se transforma en una mujer madura. Su trabajo es increíble. Analizas sus poses, sus voces y sus impulsos rítmicos y te quedas boquiabierto porque es enteramente una mujer. Y me encantaría ponerme este reto. El teatro exige una capacidad de transformación emocionante, hay que trabajar la voz, los gestos, los andares, los tics... en eso consiste hacerse con la personalidad del otro.

¿Cómo vive Ramón Fontseré? 
Vivo con mi mujer, Dolors Tanau, en una masía un poco aislada, en Rupit. Ella también es actriz, lo que facilita mucho las cosas. Nuestra casa está en pleno campo, y tenemos mucho contacto con la naturaleza. Igual que Pla se identificaba plenamente con el Empordà, su paisaje, yo siento idéntica simbiosis con el entorno en el que vivimos. Cuando no trabajo me dedico a leer, pasear, ver películas, estudiar próximas obras de teatro, hacer ejercicio físico al aire libre y reunirme con amigos para comer o cenar. En época de ensayos trabajo mañana y tarde y después de cenar solemos hacer una larga tertulia con los compañeros para discutir aspectos de la obra que estamos preparando. 

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