Peeping Tom: "Hemos visto los teatros convertirse en centros comerciales"



Fuente: Laura Kumin (elcultural.es)

En un paisaje congelado por las ventanas de unas caravanas precarias discurre la vida de unos seres excéntricos que forman parte de una peculiar comunidad. Contra toda lógica, un joven oriental sale en calzoncillos en medio del frío polar. Se empieza a acariciar y, en medio de su encuentro erótico privado, aparecen tras él tres hombres con grandes abrigos, gorras y esquís, como recién salidos de una escena invernal siberiana. Los encuentros insólitos -de gran belleza- no logran romper el aislamiento de estos personajes que fascinan por sus detalles y su autenticidad surrealista. Así conoció el público madrileño a Peeping Tom hace dos años, cuando presentaron 32 rue Vandenbranden en el Festival de Otoño en Primavera, un espectáculo en el que la compañía incluía duras estructuras, grandes fotografías y un sonido peculiar (con partitura original de Juan Carlos Tolosa) para plantear preguntas sobre el individuo, la vida cotidiana, la seguridad, las normas sociales del hombre y las leyes que rigen su comportamiento.

El colectivo belga, capitaneado por Gabriela Carrizo y Franck Chartier, llega el 16 de noviembre a Madrid en Danza para presentar su última creación, For Rent (Se Alquila), una de las producciones más esperadas del festival que tiene como motivos centrales de reflexión las ideas de lo transitorio y de lo precario. La argentina Carrizo y Chartier, francés de nacimiento, se conocieron en 1995 en Les Ballets C de la B, cuando coincidieron en Tristeza cómplice de Alain Platel. Los dos tenían trayectorias sólidas como intérpretes y un gran deseo de contar historias. “Como bailarines trabajamos con personajes, pero nos quedábamos con las ganas de desarrollarlos más, de aprender de todo ello, de contar historias más humanas, más íntimas”, explica Carrizo.

Precisión cinematográfica

Se juntaron con otros bailarines de la compañía de Platel y con muy pocos medios crearon en 1999 Caravana, obra que se desarrolló dentro de unroulotte. Desde ese primer trabajo una de sus señas de identidad sería la creación de peculiares espacios escénicos elaborados con una precisión cinematográfica que subraya su especial dramaturgia de la realidad cotidiana. Al año siguiente nacía Peeping Tom, un término anglosajón que significavoyeur. “Como artistas somos curiosos, nos gusta observar, espiar”, matiza la coreógrafa y bailarina argentina.

Su trilogía sobre la familia, Le Jardin (2002), Le Salon (2005) y Le Sous Sol(2007), establece la identidad creativa del colectivo, que dedica unos cinco meses de ensayos y montaje a cada obra. A partir de la trilogía, Carrizo y Chartier dejan de salir en escena para dedicarse a la creación. La directora retrata así las claves de sus creaciones. “Lo nuestro es un trabajo de fusión entre danza, teatro, canto... no creo mucho en las fronteras. Nuestro trabajo físico fuerza los límites del virtuosismo. Nos preocupamos mucho por la búsqueda de universos, ficcionando cosas que son reales. Nos metemos en la cabeza de los personajes y hacemos visible lo que uno no logra ver. Vemos lo que están soñado e incluso contemplamos sus miedos...”.

Los personajes que pueblan los mundos de Peeping Tom no distinguen en el tiempo entre estos aspectos, más internos, y la realidad cotidiana. Como precisa la coreógrafa, “parten de una realidad que se bifurca hacia algo más fantástico, más surrealista”. Además, las obras de la compañía tienen un fuerte componente cinematográfico. “Empleamos la idea del zoomcinematográfico para acercarnos a un momento, un detalle. Aceleramos y detenemos el tiempo”, explica Carrizo. “En nuestros trabajos podemos ampliar a dos minutos un detalle que en la vida duraría cinco segundos. Un personaje realiza una acción pero queremos hacer visible también lo que está pensando en ese momento. Trabajamos con la visión que tiene la gente, e intentamos materializar las cosas que ocultan, sus deseos por ejemplo. Ese pensamiento paralelo intentamos trasladarlo al escenario. Eso nos lleva a nuevas dimensiones y forman mundos nuevos: lo que vemos y lo que pasa por dentro de cada personaje”.

Los integrantes de Peeping Tom crean una danza personal, un movimiento exquisito y extremo que forma parte integral de la dramaturgia de sus personajes, dibujados desde un equilibrio sutil, fuera de eje. Esa capacidad de crear un mundo propio, sus habitaciones, jardines, todos con su particular textura, colorido y temporalidad forma gran parte de la atracción de los trabajos del colectivo. Recuerdan a los sueños febriles de nuestra infancia, por eso están poblados de personajes de enorme riqueza. Son como cualquier familia, pero más extremos, perturbadoramente excéntricos. Carrizo explica las líneas maestras de For Rent: “Empezamos con la idea de gente que se marcha de un lugar y otros que llegan a ocuparlo. Leímos un tratado de sociología que estudiaba lo que uno se lleva y lo que se deja cuando se muda de casa. Planteamos juegos,” continúa. “Por ejemplo, ¿qué pasaría si todo fuera de alquiler, si no pudiéramos conservar nada? Si los objetos, las personas y las relaciones se alquilasen... ¿Qué pasa si yo desaparezco?¿Todo seguirá igual sin mí?”.

Teatros en alquiler

Aunque no se propusieron hablar directamente de la crisis, la evocación de la precariedad y de lo efímero no deja de despertar reflexiones sobre la situación que vivimos en estos momentos: “Es muy probable que fuera inconscientemente. Uno ve lo que pasa a su alrededor”, explica la coreógrafa. “En 2001, la crisis nos golpeó mucho. Todos éramos conscientes de la precariedad de nuestro trabajo. Vimos cómo los teatros se pusieron en alquiler, cómo se convirtieron en centros comerciales. Nos preocupamos por tener un trabajo, por cursar una carrera. A lo mejor lo conseguimos pero, pese a todo, nos quedamos sin las personas que amamos. O no había trabajo o el teatro se alquilaba. Todos estos temas salieron durante el proceso de creación de For Rent. Por eso volvemos a ese tiempo tan efímero”.

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