Los negros, que en España tan sólo se ha visto en algún montaje no comercial y por un colectivo de inmigrantes negros de la comarca del Maresme, le ha servido al octogenario Miguel Narros para demostrar ser el director de teatro más joven, valiente, atrevido, provocador y energético que hay en estos momentos en España. Su puesta en escena de este texto profundamente difícil y atrabiliario de Genet, ha rejuvenecido cuarenta años a Narros, cuando conoció esta obra que decidió montar en 1970 con todos los riesgos que ello entrañaba.
Trece profesionales negros
El principal escollo fue el que finalmente impidió su estreno. Hizo audiciones y encontró a 13 negros que daban el físico y con los que llegó a ensayar un mes. Pero no eran actores y él mismo vio que aquello era inviable. Cuarenta años después ha encontrado a profesionales, casi todos españoles, por su DNI y por su acento, con los que quitarse una espina que se le removía cada vez que Genet volvía a su cabeza. Trece actores. Como a ellos, hombres y mujeres inteligentes y de brillante dialéctica, les gusta que se les llame. Y, si hay que ir más allá, prefieren que se les llame negros, y nunca "de color".
Todos ellos, más una pianista y el habitual y exquisito equipo de cabecera de Narros (el escenógrafo Andrea D'Odorico, el iluminador Juan Gómez-Cornejo, la coreógrafa Marta Gómez...) han puesto en pie la luminosa versión que de Los negros ha hecho Juan Caño Arecha, de esta pieza más cercana a un poema dramático que a una obra teatral y que fue acogida calurosamente en su estreno en el Teatro Palacio Valdés de Avilés la noche del viernes pasado.
Sus otras obras, más cercanas a la estructura formal de una pieza de teatro, son las que han metido a Genet en la nómina del teatro del absurdo, seguramente por sus retruécanos sobre aspectos pintorescos y grotescos de la existencia humana, pero su teatro va más allá y emerge de las entrañas biliares.
Culpabilidad y responsabilidad
En esta obra un grupo de hombres y mujeres de raza negra celebran un ritual, a modo de funeral, ante un posible féretro, con un posible cadáver de una mujer blanca asesinada. El ceremonial incluye un juicio para encontrar al culpable que debe ser ajusticiado por una corte de blancos. "Los personajes de los negros son como personas culpables que juegan a ser culpables y los colonizadores son negros con máscaras blancas", decía Genet quien afirmaba escribir teatro "para cristalizar una emoción teatral, dramática".
De hecho llegó a decir que no le interesaría escribir esta obra si, por ejemplo, Los negros les sirviera a los negros: "En la lucha de los negros contra el colonialismo creo que la acción directa, hace más por ellos que cualquier obra de teatro. En mis obras trato de dar voz a algo que los negros y otros pueblos marginados son incapaces de expresar. ... Puede ser que hay a escrito esta obra contra mí mismo. Puede ser que yo sea los blancos, el patrón, el empleado y trato de aislar los elementos de idiotez que hay en esas cualidades", señala el autor, quien en esta obra busca las culpabilidades y responsabilidades tanto en blancos como en negros.
"Genet no autorizaba que se hiciera esta obra con negros, ni tampoco que si todos, actores y público eran negros, no hubiera al menos un espectador blanco, en cuyo caso tenía que estar en el escenario iluminado con un foco, y si no se encontraba un espectador blanco obligaba a que hubiera un muñeco blanco que lo represente", señala Narros, quien se empeñó en esta obra que reflexiona sobre las necesidades de blancos y negros.
Una de sus actrices, la madrileña Jennifer Rope, dice que el problema es que a ellos les han hecho perder su cultura: "Nos han encajado en esta cultura, pero si estuviéramos en la nuestra serían otras, nos han colonizado con una cultura global que a nosotros no nos corresponde". Mientras Narros señala que África se ha prostituido a los distintos gobernantes europeos que ha tenido, Rope le interrumpe tajante: "No, a África la han violado y una vez violada se ha vendido como puta, pero no nació prostituta".
La cultura africana
Elton Prince, nacido en Camerún y formado en escuelas de teatro parisinas y londinenses, habla de los grandes matriarcados que marcan la cultura africana, y de cómo cuando va alguien a la África profunda se escandaliza, sin entender muchas cosas de su cultura, mientras que su compañero Boré Buika se ríe contando cómo la gente se queda desconcertada cuando habla un perfecto castellano sin ningún tipo de acento.
Caño recuerda que hay un personaje en la obra, interpretado por el mallorquín Boré, que quiere ser blanco. Los actores le corrigen y apuntan: "No es que quiera ser blanco, es que quiere ser libre, y si ese es el camino, y para ser libres hay que decolorarse, pues sea". Lo normal en la obra es que los personajes estén orgullosos de su africanidad, cosa en la que coinciden todos, quienes recuerdan que lo de ser blancos es un eufemismo: "En realidad los europeos son rosáceos, tirando a veces a anaranjados..."
Narros concluye que no hay que olvidar "que la obra está escrita por un europeo que se acusa de los errores cometidos por una civilización para otros fines que no sean el de pensar por sí mismo", apunta Narros.
Mientras que Los negros es desconocida en España, sí se han visto muchos montajes deLas criadas, algunos inolvidables como el de Víctor García (en 1969 sólo en dos ciudades por problemas políticos y en 1984), con producción e interpretación de Nuria Espert, quien conserva la carta que le envió Genet cediéndole a ella todos los derechos la obra; Mario Gas, con Aitana Sánchez-Gijón, Emma Suárez y Maru Valdivielso y Manuel Dueso, con una interesante puesta en escena sólo con hombres.
Lo curioso es que la excepcional carrera de dramaturgo de Genet surge tras romper con sus mentores, primero con Cocteau y después con Sartre. A esa deslumbrante y primera etapa de narrador, que es la estudiada por Sartre, le siguieron toda una serie de obras de teatro que unían un texto brillante con un evidente conocimiento de lo que se conoce por carpintería teatral.
Fuente: Rosana Torres (www.elpais.com)