El escritor, dramaturgo y, sobre todo, crítico teatral barcelonés Marcos Ordóñez mezcla la autobiografía con el canto de amor a las tablas de un escenario en Telón de fondo, un recorrido por la "irrealidad nítida" de lo que es para él el teatro, al que ha dedicado cincuenta años de su vida.
Telón de fondo (Aleph Editores) ha sido presentado hoy en la librería Blanquerna, en Madrid, por el propio Ordóñez, quien estuvo acompañado en la mesa por el escritor Eduardo Mendoza en la mesa, y también convocó entre el público a figuras del teatro español, como Charo López, Núria Espert o José Luis Gómez, que agradeció al autor su entusiasmo por el teatro.
"Una carrera es muy larga y un actor o director se da cuenta de que un crítico no le tiene una animadversión personal", ha dicho Ordóñez para explicar el afecto mutuo entre el crítico y sus "criticados", quienes han seguido con miradas encendidas cada anécdota rememorada por quien a veces no ha temido ser severo con su trabajo.
"Si una amistad se rompe por una mala crítica no era tan buena amistad", ha añadido, porque la primera ley del crítico es la de "no tener miedo a no estar en la corriente mayoritaria" y asumir que "si siempre estuviera todo el mundo de acuerdo, sería terrorífico".
"Un crítico es muy útil en época de crisis, porque hay poco tiempo y poco dinero. Él puede alzar la voz y decir 'id a ver esta función' o, en la parte dura, decir 'esta función es un globo hinchado'", ha reivindicado quien reconoce sentir todavía un escalofrío cada vez que se apagan las luces de un teatro.
"Una película mala nunca resulta tan larga y tan insoportable como un mal espectáculo", ha dicho citando a Peter Brook, y ha reconocido que en esta relación de amor tan duradera que le une al teatro, sí hubo un momento, en la temporada teatral de 1979, que pensó en abandonar la profesión por la baja calidad de la cartelera. "Pero ha sido la única vez", ha dicho.
Autor también de la biografía de Ava Gardner Beberse la vida y otros libros como Detrás del hielo, ha hecho en la presentación de Telón de fondo referencias a grandes iconos del teatro, arte que John Gielgud definió como "el arte de conseguir que el público deje de toser".
Ha recordado, por ejemplo, cómo una vez se desmayó en el teatro Romea de Barcelona por la tensión que vivió al ver que una función de amigos suyos no había por dónde cogerla. "Para que veáis que soy buena gente", ha dicho. O ha reconocido haber sido injusto cuando hizo una crítica destructiva a Caricias, de Sergi Belbel, el día del estreno.
"Los críticos dependemos de nuestro gusto y nuestro humor, pero nuestra obligación es formar el gusto y controlar el humor", ha explicado, aunque también ha reconocido que lo que no ha podido controlar en alguna ocasión es el sueño.
"Mi mujer me da codazos para que no me duerma", ha confesado, aunque la excepción se produjo en el María Guerrero, cuando se acurrucó en las pieles del abrigo de una señora, quien le despertó y le dijo: "A mí no me importa, pero a ellos (los actores) les va a sentar muy mal", ha contado a los presentes.
De la misma manera, entre divertida y poética, en las casi doscientas páginas de Telón de fondo Ordoñez va desgranando cómo se abrió a ese "magnífico enfermo", que agoniza pero nunca muere, desde que veía las primeras obras cuando acompañaba a su padre, funcionario con pases gratis para el teatro, hasta que su vida se hila por las notas tomadas a oscuras en una libreta Moleskine.
"Procuro escribir sobre lo que me ha excitado, para bien y para mal", ha explicado, y siempre manteniendo la máxima de François Truffaut: entendiendo la diferencia entre el qué siente lástima porque el director o las actores se han equivocado y el qué piensa que bien que se han equivocado. Esperando siempre lo mejor y no disfrutando con lo peor.
Por último, Ordóñez ha entonado un humilde mea culpa para hablar de sus pinitos en la dramaturgia. "Todos hemos cometido algún pecado", ha dicho refiriéndose a su obra "La noche de El Dorado". "La obra no estaba ligada. Tenía trozos, pero en conjunto no funcionaba. Empezaba muy bien, pero se deshilachaba", ha concluido en sano ejercicio de autocrítica.
Fuente: www.lavanguardia.es