EL BALL
El jurado estuvo presidido por Félix Palomero, director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) y constituido por la Subdirectora General de Teatro, en calidad de vicepresidenta, Adelaida Ripoll, Joaquín Notario, Nathalie Seseña, Fernando Bernués, Helena Pimenta y un representante del Centro de Arte y Producciones Teatrales, S.L. (Atalaya TNT), que recibió el Premio en 2008.
Nace un nuevo 'Butaques i somnis'
Joven autor en la década de 1970, Jaume Melendres (Martorell, 1941 - Barcelona, 2009), tuvo un papel capital en la refundación democrática del Instituto del Teatro de Barcelona, del que fue director de la especialidad de Dirección y Dramaturgia, y ha fallecido cuando parecía inminente su retorno a esa institución como director de actividades culturales.
El director siempre se mantuvo al margen de la escena oficial, formó a diversas promociones de alumnos en el Institut del Teatre y la última obra publicada en su colección pedagógica ha sido Teoría dramática (2006). El presidente de la Asociación de Actores y Directores Profesionales de Cataluña, Joan Maria Gual, ha destacado el papel esencial de Melendres "como persona de teatro", colaborador "en todo momento del teatro independiente e impulsor de propuestas diferentes desde el punto de vista de la dramaturgia".
En ese sentido, Gual ha recordado una de sus primeras y destacadas obras, Defensa índia de rei (1966), una pieza estrenada en el teatro Romea de Barcelona, ganadora del premio Josep Maria de Sagarra, que tuvo problemas con la censura. Gual ha señalado que Melendres colaboró "en todo momento con el teatro independiente y tuvo un papel activo" en el movimiento asambleario de la profesión.
El pasado viernes asusitió a una lectura dramatizada del el Teatro Kursaal de Manresa, en la provincia de Barcelona.
Fuente: www.elpais.com
EL JARDÍ DELS CINC ARBRES
AQUÍ S'APRÈN POCA COSA
LA SÍNDROME DE BUCAY
BOULEVARD
De joven, Kautto (Helsinki, 1962) dejó el equipo nacional de natación por la escena, donde siempre hizo lo que quiso. "Incluso en el Teatro Nacional, donde trabajo desde hace 15 años para sacar adelante esta compañía, más experimental, en la que tenemos siete espectáculos en repertorio". En el Círculo de Bellas Artes de Madrid han recalado con tres: Felicidad ártica, el infantil Salvaré a mamá, y una versión sintética de Hamlet, dirigida por la joven coreógrafa Nina Mamia, de la que mañana ofrecen función doble. Entre sus 16 intérpretes hay varios niños. "Cuando empezaron a nacer nuestros hijos, como no teníamos guardería, pensamos que lo mejor era sacarlos a escena. Así se fueron formando en la práctica y ahora están muy solicitados en cine y televisión".
Quo Vadis hace un trabajo muy físico, que recuerda el derivado del Odin Teatret y de la escuela de Grotowski. "Eso me dicen a menudo, pero jamás tuve contacto con ellos. Todo el teatro finlandés tiene una dimensión física y ritual natural, porque nuestras raíces son animistas y llevamos en la sangre el poso de los rituales chamánicos. El cristianismo no llegó a Finlandia hasta hace 250 años. Eso se ve en nuestra manera de beber: no bebemos por placer, sino para perder la cabeza, como los indios norteamericanos. Por eso tenemos índices de alcoholismo y de suicidio tan altos, y también por eso en nuestro teatro hay algo sacro".
Kautto equipara la labor del actor con la del chamán: "Al comerse un hongo mágico, el chamán inicia un viaje donde contacta con otras realidades, a costa de un riesgo personal que le lleva a bordear la locura. Luego, el resto de la tribu se bebe su orina, donde está el hongo diluido, en dosis inocuas. Los artistas también hacemos un viaje arriesgado en busca de otras realidades, para ofrecérselo al espectador". Lo cuenta en nuestra lengua, con cierta soltura: "Mi madre es profesora de español. Pasó su juventud en México y, de vuelta, escribió el primer método de enseñanza del castellano para finlandeses".
Quo Vadis hace Salvaré a mamá en siete idiomas, y una parte de Felicidad ártica lo hace en español. "Para que nos entiendan, allá donde vamos, incorporamos actores de algún grupo local cómplice. En Madrid, trabajamos siempre con los de la sala Réplika, cuyo trabajo empasta con el nuestro de manera natural, porque Jaroslaw Bielski, su director, está en sintonía con lo que hacemos. Hay pasajes de Felicidad ártica dichos en los dos idiomas simultáneamente, de manera que el finlandés se convierte en una música que complementa el sentido de la frase en castellano".
Hamlet. Círculo de Bellas Artes. Marqués de Casa Riera, 2. Hasta el día 12. Metro Banco. A las 19.00 y a las 21.00.
Fuente: Javier Vallejo (www.elpais.com)
Lectura nómada de 'Hamlet'
Así lo hace con Medea, de Max Rouquette, que este fin de semana se muestra en el marco del Festival de Otoño de Madrid y que el director teatral imagina en un campo de refugiados africano. El espectáculo cuenta con una compañía de actores en su mayoría burkineses, liderada por Odile Sankara y Moussa Sanou. La escenografía es de Gilles Taschet y el vestuario de Patrick Dutertre, realizado en gran parte con técnicas tradicionales en Burkina Faso.
Pregunta. ¿Cómo surgió esta Medea africana?
Respuesta. El proyecto se remonta a hace tiempo. Me invitaron a ir a Bobo-Dioulasso, en Burkina Faso, para hacer una formación con jóvenes actores africanos. Fui con dos tipos de materiales para trabajar, unos textos sobre África y la Medea de Max Rouquette, que acababa de leer, recordando lo que habían dicho, entre otros, Pasolini, sobre el tratamiento hoy de la tragedia griega: que probablemente África era el único continente en el que se podía tener todavía acceso al sentido y al sentimiento de lo trágico. Y quería verificarlo con el texto de Medea.
P. ¿Y qué le ha convencido?
R. Hay varias cosas. En Europa occidental vivimos cada vez más bajo un cielo sin Dios. En África están animados por un verdadero sentimiento de religiosidad, cercano a la superstición. En el caso de Medea, está también la relación con la brujería, el poder oculto, y allí hay una creencia absoluta en aquello. Por otra parte, Medea se desarrolla con el telón de fondo de la guerra, del exilio de población, y África está atravesada por esos desplazamientos. La historia de Medea y Jasón es la de un exilio continuo. Y luego una razón, quizás más válida, es que tratar la cuestión del coro, esa asamblea colectiva, ahora mismo, en Europa, es casi imposible.
P. ¿A qué se refiere?
R. Estamos en sociedades totalmente individualizadas y el grupo no existe. Pero basta con ir a África para ver que la asamblea de las mujeres significa algo. Los hijos no están educados sólo por la madre y el padre, sino que se ocupa de ellos el conjunto de la comunidad. Entonces sí es posible representar el coro y hacer que a Medea le acompañe ese grupo de mujeres que cantan los salmos compuestos por el músico de origen congolés Ray Lema.
P. Justamente, Max Rouquette escribía en su prólogo que deseaba que un día un músico le diera forma a los salmos. ¿Es lo que ha hecho Ray Lema?
R. Sí, un poco. Lo que no imaginó Rouquette es que lo haría una compañía africana. Al principio se sorprendió, pero le gustó. Es decir, lo propio del teatro es ritualizar las relaciones humanas, transformar lo real en signos, y aquí muchos de estos signos vienen de la cultura africana. Pero más allá de esto, lo que me interesa no es hacer un espectáculo exótico sobre África. Es hablar sobre nuestra condición de occidentales, sobre las suertes que les reservamos a estas poblaciones en desplazamiento. El espacio aquí es casi un campo de retención, como se puede ver en el norte de África, en Melilla, por ejemplo. Medea es una mujer en tránsito, que vive en los confines de la gran ciudad.
P. ¿Por qué ha escogido el texto de Rouquette?
R. Es un poco una casualidad. Leí ese texto poco tiempo antes y tenía ganas de hacer algo con él. Y puede que me hablara bastante porque Rouquette le da algo más de humanidad. Es un mundo más rural, que conozco bien, porque nací ahí, en el sur de Francia. Me habla de esa infancia perdida, esos paisajes no alterados por la intervención del hombre. Pero podría haber sido perfectamente el texto de Eurípides.
P. ¿Y cuál fue su primera Medea?
R. La de Pier Paolo Pasolini, aunque sea del cine. No tengo grandes recuerdos del personaje de Medea en el teatro. Quizás luego, más tarde, la versión que hizo Deborah Warner. Pero la verdad es que no he visto muchas.
Fuente: Ana Teruel (www.elpais.com)
"Medea es una mujer en tránsito"
En la foto de los noventa, el cartel del tejado ha desaparecido. A la fachada le ha crecido otro vertical, y bien feo, como de motel barato. También le ha salido una farola que cuelga sin sentido sobre la marquesina, donde se han sustituido las discretas luces por unos tremendos globos como de aplique de cuarto de baño.
La buena noticia es que el Fígaro actual se parece mucho más al de la foto de los años treinta. "Cuando lo compramos estaba hecho polvo, no entendías la arquitectura original de tantos pegotes como había", dice Antonio del Castillo, uno de los socios propietarios y el arquitecto que se encargó de devolver la dignidad al edificio. La restauración es una de sus aficiones, la otra, investigar la historia de los proyectos que ataca. Con el Fígaro se lo pasó pipa.
De entrada el Fígaro no se iba a llamar Fígaro y no iba a ser un teatro, sino un cine. El Cine Moderno: la primera sala de espectáculos proyectada según los principios del GATEPAC, el Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea. Básicamente: economía formal, asepsia higiénica, alegría en el diseño y democratización de una arquitectura asequible y sana para todos. Se fijaban en las formas funcionales de los barcos y aviones, y un cine era ideal para postular su fe en el futuro y la modernidad. Sin embargo, el dueño, Ildefonso Anabitarte -un pelotari casado con una cantante de zarzuela y propietario también del frontón de enfrente (que está siendo remodelado como hotel)- decidió convertirlo en cine-teatro. En la revista A.C., biblia del GATEPAC, parece que la concesión al pasado no sentó muy bien: "El Fígaro es teatro porque así lo decidió la propiedad cuando estaba avanzada la obra del local que había de llamarse Cine Moderno; es cine porque de cine es su trazado y para ese fin se proyectó, y se llama Fígaro porque lo han bautizado los hermanos Álvarez Quintero". El resultado del cambio fue un escenario enano "sólo apto para comedias y varietés" (según A.C.), que tras sucesivas reformas le ha ido ganando cachitos al patio de butacas.
Durante la guerra, el cine-teatro fue de la CNT, "lo que debió afinar la puntería de las bombas nacionales", según Del Castillo, "porque quedó destrozado". Se perdieron, por ejemplo, unos balconcillos redondos que daban al vestíbulo. Tanto éste, diáfano y bañado de luz natural, como la fachada, están protegidos. "Es de ley reconocer la ayuda del Consorcio de Rehabilitación de Teatros de Madrid para la restauración", dice el arquitecto-empresario, "aunque para casi todo lo demás, la Administración practique la competencia desleal con los teatros privados". No es mal momento, coincidiendo con el Festival de Otoño en las salas públicas, para acordarse de alguna privada, "donde si no pierdes dinero, vas bien", dice Del Castillo, también socio del Infanta Isabel y del Alcázar.
En el interior del Fígaro (apellidado Adolfo Marsillach cuando su hija Blanca se hacía cargo de la programación) siguen pagando que aquello fuese originalmente un cine. Desde muchas butacas del palco, pensadas para ver la pantalla, no se veía a los actores cuando se movían por el escenario. Solución: arrancar un par de filas. Por dentro, la sala, un pastiche de sucesivas reformas, no se parece demasiado al sueño racionalista. Quedan, sin embargo, un par de rincones intactos. En la sala de proyección duermen, rodeados de polvo, dos enormes proyectores, sobre los que hay una alcachofa de ducha, medida antiincendios de la época. Y en un despacho se conservan los poquísimos muebles art decó que sobrevivieron a la guerra y al olvido. "El mobiliario original era maravilloso y la idea es reponerlo", dice Del Castillo, "pero poquito a poco, según se vaya pudiendo".
Fuente: Patricia Gonsálvez (www.elpais.com)