Lágrimas, risas, aplausos y besos por Lizaran



Fuente: Jacinto Antón (elpais.com)
La última función de Anna Lizaran fue de las que no se olvidan. Su familia, compañera Irene y amigos orquestaron una ceremonia de despedida laica maravillosa. No podía irse la Lizaran de bolo, ese bolo definitivo del que nadie regresa, parafraseando al Bardo, de mejor manera. Una verdadera multitud, con la profesión teatral en masa, abarrotó la capilla del tanatorio de las Corts en el mejor reparto de la historia de la escena reciente. Todos eran secundarios. Entre los presentes, Eduard Fernández, Josep Maria Pou, Enric Majó, Imma Colomer, Àlex Rigola, Frederic Amat, Xavi Clot, Maife Gil, Daniel Martínez, Lluís Soler, Pere Arquillué, Oriol Broggi, Rosa Maria Sardà, Carme Sansa…. Entre los políticos, Pasqual Maragall, el alcalde Xavier Trias y el consejero de Cultura, Ferran Mascarell. La gran estrella yacía en el ataúd y destellaba en una pantalla mientras sonaba la voz de Sílvia Pérez Cruz cantando Plora amb mi.
En una ceremonia llena de momentos emotivos destacó el sonetí de laRosada de Toldrà interpretado al violín por la sobrina nieta de Anna Lizaran, Maria Florea. Elisenda Roca, gran amiga de Anita, condujo parte del acto y recordó a la actriz en el escenario y en la intimidad haciendo llorar y reír alternativamente a los asistentes en una verdadera montaña rusa de emociones desbordadas de la que nadie salió indemne. “Era imposible no quererla”, sintetizó Roca, tras recordarla sufriendo con el Barça o su obsesión con poner lavadoras. El periodista televisivo Josep Lluís Merlos, primo hermano de la Lizaran, mezcló genialmente sentimiento y bromas para evocar a una mujer capaz de tantos registros emotivos. “¡Ni Xirgu ni hostias, Anita es la más grande!”, exclamó, arrancando una ovación. La imaginó de gira en Citerea o en Mahagonny, o cabalgando en la grupa del caballo de Joaquin Murrieta –aquí Lluís Homar, en primera fila, por alusiones, apuntó en voz alta: “¡Yendo a comprar una nevera!”. Recordó Merlos la frase de la actriz “tocaros que son cuatros días” e invitó a todos los presentes a besarse, lo que la gente hizo sin reservas. El Cant del Ocells provocó una oleada de tristeza casi física, punteada de suspiros. Sergi Belbel tomó la palabra para recordar la polivalencia de la actriz y la mujer, capaz de todos los papeles del Auca. “La mejor en todo, como actriz, mujer, amiga”. Predijo que un día “seremos envidiados al decir: ‘yo trabajé con la Lizaran, yo ví a la Lizaran o la Lizaran me dijo esto o aquello’”.
Destacó cómo era “insuperable en el renegar: nadie decía ‘Merda’ como tú”. Y la evocó en el palco del FC Barcelona con una bufanda para taparse la boca y poder insultar con los peores denuedos al árbitro sin que nadie se enterara de que era ella la que gritaba. Se le rompió la voz al acabar: “Sensa tu la vida serà una verdadera merrrrda. Te querremos siempre”. La ceremonia tuvo incontables momentos inolvidables. Concluyó con un audiovisual con imágenes de la carrera de la actriz, incluidas unas inéditas de sus ensayos de La Bête en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), obra que no pudo llegar a estrenar. El actor que la sustituyó, Jordi Bosch, se emocionó visiblemente al verla con el mismo disfraz que usó luego él. El acto acabó con todos los asistentes puestos en pie y un larguísimo aplauso que arreciaba por momentos como una lluvia sobre los cristales. La última salida de escena de Anna Lizaran se produjo mientras los empleados de la funeraria sacaban su ataúd y sonaba una fanfarria. A algunos entonces les desbordó la emoción: Joel Joan lloraba a moco tendido y Julio Manrique acudió a consolarlo. Montse Guallar se manifestaba huérfana. Un pequeño corro juntó fuera ya a Fermí Reixach, Toni Sevilla y Homar, viejos camaradas del viejo Lliure. Mientras la multitud se desperdigaba un frío insoportable parecía llegarte hasta los huesos. Cayó el telón. Anna Lizaran se ha marchado y qué difícil va a ser acostumbrarse.

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