Del Arco, entre Pinter y Bergman



Fuente: Rosana Torres (elpais.com)
Si bajo una hipotética etiqueta de hombre de moda del teatro español hubiera que colocar obligatoriamente un nombre y un apellido propios, el de Miguel del Arco gozaría de muchas y poderosas papeletas, con permiso de Juan Mayorga y algún otro DNI emergente de la escena. Del Arco, pluridisciplina en estado puro, lleva décadas trabajando como actor, director y autor y, desde que creó junto al actor y productor Aitor Tejada la compañía Kamikaze Teatro, ha estrenado impactantes y aclamadas piezas. Sobre ellas se han vuelto las asombradas y agradecidas miradas de expertos y espectadores y sobre ellas ha ido cayendo un premio tras otro.
Miguel del Arco regresa ahora con una obra suya escrita en 2003 y revisitada una década después: Deseo (Teatro Cofidis, antes Alcázar, Madrid, a partir de este viernes). Y como siempre acostumbra cuando se pone el traje de director, lo hace con varios actores sobresalientes sobre el escenario. En este caso, Emma Suárez, Gonzalo de Castro, Luis Merlo y Belén López.
El autor de Deseo salta de la tragedia a la comedia y a la fusión de ambas (La función por hacer, Veraneantes, La violación de Lucrecia, Juicio a una zorra, El inspector, De ratones y hombres…). Ahora también hurga en ambos registros con esta arriesgadísima pieza que desprende aromas a Pinter, a Bergman, en parte vodevilescos, lenguajes difíciles de unir, pero que han atrapado hasta la adicción a los veteranos y curtidos actores del espectáculo. Gonzalo de Castro destaca que aunque es una producción privada (de Pedro Larrañaga), se les ha permitido hacer un laboratorio teatral, algo que agradece Miguel del Arco: “Sobre todo en este momento que hay tan poco atrevimiento, que el teatro está arrugado, que las giras han caído…, se me ha permitido diseñar un escenario complicado, es algo muy valiente”.
La obra cuenta los deseos cruzados de dos mujeres (amigas casuales), el marido de una de ellas y el amigo de ambos, recién separado. Todos pasan un fin de semana en la casa de campo del matrimonio y allí esos deseos se convierten en conflictos. “La constante en los personajes es el vértigo, y lo ha sido también en nuestro trabajo; he tenido miedo de entrar en ese registro, porque no sabes hasta dónde te puede tocar el asunto”, señala una conmovida Emma Suárez. “Es una función demoledora”, zanja Gonzalo de Castro en presencia de Luis Merlo, quien sostiene que sólo desde el estado de riesgo interior se puede afrontar algo así: “Haciendo que haces”.
A Merlo, que tiene una tórrida escena de sexo con Belén López, lo que más le llamó la atención del texto es lo que esconde: “Lo que está debajo, cómo nos relacionamos aparentemente con cordialidad y por debajo subyacen cosas…; yo sabía que Del Arco iba a ir a por eso, porque he visto sus montajes, y así ha sido, aunque me ha sorprendido trabajarlo; la obra tiene coloquialidad, y un código externo en tono de comedia, humor, ironía, pero en el fondo nos habla de una gran basura”.
El elenco al completo se confiesa seducido por la obra, pero De Castro, el único que ya había trabajado con el director, está profundamente sorprendido de que alguien tenga la capacidad de hacer todo de manera tan brillante: “Un texto así es un maná; es valiente, atrevido, con enjundia, complicado de hacer, comprometido, vivo, brillante y encima da mucha alegría”. Un texto que arrastró a Belén López al teatro de donde llevaba ausente más de dos lustros, dedicada al cine y la televisión, como sus tres compañeros, aunque ellos no se permiten alejarse de los escenarios.
Suárez encuentra lugares comunes entre Pinter y Del Arco, sobre todo en la forma de ocultar las pulsiones internas de los personajes: “En todo lo que no se ve y tiene que ver con la condición humana”.
El padre de Deseo, que hasta ahora no era consciente de los paralelismos con el nobel británico, al que venera y con el que se identifica en la parte rítmica, dice que aquí las relaciones de pareja convierten la función en algo muy frágil: “No es una trama feroz, no hay una hecatombe, aquí se dan implosiones, no explosiones, lo que tiene que ver con el teatro de Pinter; lo complicado es comunicar esa implosión, porque hablamos de vértigo, impotencia, el deseo no es solo sexual, todas las pulsiones que nos mueven son deseos, son los deseos los que nos enajenan”, apunta Miguel del Arco, que estos meses prepara un guión cinematográfico y la futura puesta en escena deMisántropo con su compañía habitual.

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