'Deseo', en el subsuelo de las relaciones de pareja



Fuente: Julio Bravo (abc.es)
Miguel del Arco escribió Deseo hace diez años y esperaba en el cajón a poder ver la luz. Ahora, y gracias a Pedro Larrañaga, lo hace –«para mí, el texto teatral existe cuando se pone en pie», dice–con un sugestivo reparto bajo la batuta del propio autor: Gonzalo de Castro, Belén López, Luis Merlo y Emma Suárez. «Pedro me ha regalado –sigue Del Arco– una producción absolutamente fabulosa. Gonzalo de Castro dice que estamos en una producción privada pero nos han dejado hacer un laboratorio teatral, con un escenario complicado, en la que he podido jugar con las luces, las proyecciones, la música...»
Deseo presenta a dos parejas –Manu, Ana, Teo y Paula– durante un fin de semana en una casa en el campo. Los dos primeros forman un sólido matrimonio; Teo, recién separado es el mejor amigo de la pareja, y Paula una amiga del gimnasio de Ana. En la conversación, rodean al director sus cuatro actores, que hablan de la obra. A Luis Merlo le llamó la atención «lo que esconde el texto, lo que tiene debajo. Como nos relacionamos aparentemente en la cordialidad cuando debajo subyacen muchas otras cosas. Y por ese camino hemos trabajado, para sacar el petróleo del fondo. Es un texto con una historia de relaciones de amistad en la que de repente aflora la basura, que genera más basura. Formalmente es una comedia, pero esconde una basura tremenda».
Seducido también por el texto –«es un maná para un actor», Gonzalo de Castro lo considera «valiente, comprometido, violento, turbulento, y eso supone para mí un riesgo muy atractivo». Belén López, que no hacía teatro desde hace más de una década –«pensé además que no iba a volver al teatro, porque entregas la vida cada noche»–, añade que se planteó decir que no, «porque el texto me parecía muy complicado;pero no podía, es un reto difícil pero imposible de rechazar. Estos trabajos son los que me hacen crecer como actriz y me exigen valentía». Emma Suárez, cuyo último trabajo teatral fue «Viejos tiempos», una obra de Harold Pinter, dice que en el texto y el trabajo de Miguel hay «lugares comunes con Pinter, en el modo de desentrañar el texto y en las notas que debemos tocar los actores al trabajarlo; en la forma de ocultar las pulsiones de los personajes, lo que no se ve y sin embargo está sucediendo de una manera latente, y que tiene que ver con la condición humana».

Fragilidad

Miguel del Arco no buscaba escribir un texto «pinteriano», aunque el Nobel le apasiona. «Esta –dice– es una función muy frágil, donde no tienes una trama feroz a la que agarrarte, donde aparentemente no pasa nada cuando en realidad pasa mucho; está llena de implosionesque son muy difíciles de comunicar, y eso tiene que ver con el teatro de Pinter. Esa fragilidad es lo que dificulta el montaje de estos textos, porque si no aciertas puedes convertir la función en un aburrimiento. Y nosotros hemos hablado durante los ensayos de pulsión, de vértigo, de latencia, de todo lo que es subterráneo, de toda esta basura... O no basura, porque el deseo no solo es sexual, abarca a todo. El amor mueve el mundo, pero la chispa que lo enciende todo es el deseo». Pinter, tercia Emma Suárez, «nace en el proceso de trabajo, es una referencia absoluta».
Recurre Del Arco a Shakespeare (uno de sus «santos patrones») y su obra El sueño de una noche de verano, con el personaje de Puck esparciendo unos polvos enajenadores. «Me parece una imagen poética de lo que nos sucede: los deseos pueden nublar la visión más lúcida y nos hacen comportarnos como otras personas». Y resume Emma Suárez: «ha habido una constante en el trabajo, que es el vértigo de los personajes. Yo personalmente he tenido miedo de entrar en ese espacio porque no es cómodo». «Se tocan botones muy particulares –tercia Gonzalo de Castro, que concluye–. Es una función demoledora».

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