LOS HIJOS SE HAN DORMIDO
A PARTIR DE LA GAVIOTA DE ANTON CHÉJOV
VERSIÓN i DIRECCIÓN: DANIEL VERONESE
INTÉRPRETES: MALENA ALTERIO, GINÉS GARCÍA MILLÁN, MALENA GUTIÉRREZ, ALFONSO LARA, DIEGO MARTÍN, MIGUEL RELLÁN, PABLO RIVERO, MARINA SALAS, SUSI SÁNCHEZ, ANÍBAL SOTO
PRODUCCIÓN: PRODUCCIONES TEATRALES CONTEMPORÁNEAS, MARCUS TEATRALES S.L. y SEBASTIAN BLUTRACH
TEATRE LLIURE (MONTJUÏC)
Vuelve Veronese, y la gente llena el teatro Lliure de Montjuïc, con ganas de que nos deleite con sus versiones de clásicos, rompedoras y actuales. Avidos de descubrir en que se han convertido los protagonistas de La Gaviota en pleno siglo XXI. Pero poco tiempo pasa hasta que nos demos cuenta de que no es el Veronese que nos hace disfrutar en la butaca. Aquel que transforma las obras, dejando sólo lo importante y eliminando las impurezas.
Los hijos se han dormido en versión castellana. Uno de los primeros fallos, es el reparto. El Veronese que seduce, que enamora, que convence al espectador y que le deja inmóvil en su asiento es el que es argentino cien por cien: versión y dirección de Veronese, pero también su compañía. Pero Veronese ya se ha convertido en miembro del star system teatral a nivel mundial, ya sale y vuela solo, dirigiéndo aquí y allá (en septiembre lo pudimos comprobar con Teatro para pájaros) y esta vez el reparto son actores de Madrid.
Veronese es conocido por dirigir/practicar un teatro desde la verdad, intentar que sus actores dejen a una lado su vestido de mentira interpretativa y que actúen, sientan y dialoguen como si no estuvieran interpretando, desde la más absoluta naturalidad. Pero esa premisa, en Los hijos se han dormido se queda en una teoría. Los actores salen a escena encorsetados, dialogan (en muchos casos) como máquinas, no hay naturalidad, todo está pautado y hay que seguir la pauta. Algunos sobreactuan, otros consiguen visos de normalidad que duran un abrir y cerrar de ojos para volver a sumirse en la monotonía.
El texto es lo mejor de la obra, aunque los últimos veinte minutos, a mi entender, necesitan pulirse, ya que la obra se convierte en un círculo que da vueltas y siempre acaba en el mismo punto donde parece que no hay salida. Con todo y eso, el texto no es de los más brillantes made in Veronese. Si en sus Ibsen estaba más definida la versión, el toque que el dramaturgo argentino había querido mostrar, en Los hijos se han dormido, su toque queda más diluido, y a veces se pierde.
Los afortunados que asistieron a la misma versión con la compañía argentino salieron una vez más maravillados. Como siempre, el calendario, el presupuesto, entre otros motivos, nos han hecho tener que conformarnos con una versión low cost. Toda una lástima para los que estamos ávidos por ver a Veronese en versión original. Otra vez será.
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