Teatro sin 'paura'


Fuente: Eduardo del Campo (elmundo.es)

Scampia es el barrio napolitano donde Matteo Garrone rodó buena parte del peliculón Gomorra, basado en la crónica novelada sobre la Camorra del todavía amenazado de muerte Roberto Saviano. Cerca de Le Vele, aquellos impresionantes edificios como buques varados que aportaban a la historia su cruda escenografía real, se encuentra el auditorio donde trabaja desde hace siete años la compañía de teatro juvenil Arrevuoto. Pero los ensayos se han trastocado estos días. Las bandas mafiosas de los Di Lauro y los Arcangelo están enzarzados en una nueva guerra por el control del negocio de la droga, y los padres de algunos de los actores y actrices adolescentes, procedentes de barrios acomodados de Nápoles, no quieren que se aventuren en este extremo de la periferia "por miedo a que les peguen un tiro a sus hijos". Ahora, dice a elmundo.es Antonio Calone, uno de los codirectores de la compañía teatral, toca convencerlos poco a poco de que la batalla camorrística no va con ellos y de que no hay riesgo, para que vuelvan a dejarles ir a este teatro del marginado extrarradio de Nápoles donde comparten tablas con los chavales que sí viven aquí.


Frente al miedo de esas familias, explica Antonio junto a los otros codirectores, Nicola Laieta y Emanuele Valenti, los muchachos de Scampia (pronúnciese 'scampía', con acento agudo) y los chicos gitanos que vienen andando desde su campamento, aún más lejos, siguen acudiendo a las reuniones en el auditorio con más ilusión y regularidad si cabe, como si la violencia y la pobreza ambiental los empujaran a buscar el mundo artístico como bálsamo y refugio. Y en esa fidelidad detectan la mejor señal de que la nueva obra saldrá adelante.
Desde su fundación en 2005, que permitió la reapertura del auditorio de Scampia, el proyecto de teatro y "pedagogía no autoritaria" de Arrevuoto ('revuelta' en napolitano) ha acogido a un millar de adolescentes y jóvenes de entre 12 y 20 años. A este taller teatral acudió el cineasta Matteo Garrone, que acaba de estrenar en Italia su nuevo filme, Reality, Premio del Jurado en Cannes y también ambientada en Nápoles, para fichar a algunos de los chavales que aparecen en Gomorra.
Pero aunque los directores de la compañía teatral subrayan que admiran el trabajo de Garrone y que mantienen una muy buena colaboración con él, aclaran que el teatro es para sus chicos mucho más valioso que el cine. Explican que los que salieron en Gomorra obtuvieron una popularidad entre los suyos efímera porque no han hecho ninguna película más. En la pantalla "hacían de sí mismos". En el teatro, en cambio, les enseñan que la fama como premio es irrelevante, y que lo que importa es crear de forma cotidiana una comunidad artística y social duradera y vivir a través del arte otras vidas. La cultura no como vanidad mediática sino como revulsivo y puente social.
Lo que hace especial a Arrevuoto es que no se trata, insisten, de teatro del gueto, hecho por pobres para pobres, sino un laboratorio transversal que pone a trabajar juntos a chicos de clases sociales abismalmente separadas que de otro modo jamás se encontrarían. Cuentan que a principio del curso se desarrollan talleres pequeños en diferentes barrios de Nápoles: en Scampia, en la periferia de la urbe; en Montesanto, "la periferia interna" del casco histórico; pero también en el barrio burgués de la rica Via dei Mille, en la zona costera de Chiaia. Luego, conformen aumentan los ensayos para la obra anual, todos se reúnen en Scampia.
Para muchos de ellos, y sus padres, el teatro les ha dado la ocasión de conocer un barrio 'maldito' en el que jamás habrían puesto el pie de otro modo. Y ahí, destacan los directores, reside el mayor valor del proyecto: jóvenes a los que las desigualdades sociales abocan normalmente a no conocerse nunca acaban intercambiando ideas y bagajes culturales, haciéndose amigos y hasta saliendo de novios. El teatro, pues, como metafórico funicular social como esos otros mecánicos que unen en el mapa urbano la parte alta y baja de Nápoles. Si todo sale bien, los 108 chavales y chavalas de la última promoción habrán estrenado su nuevo montaje este mes en el teatro San Ferdinando de Nápoles. Un lugar de honor, porque fue la sede de la compañía del mítico actor y dramaturgo napolitano Eduardo de Filippo. Será el broche del Napoli Teatro Festival Italia, que financia el proyecto junto con el Teatro Mercadante y que se celebra cada año desde 2008 en el mes de junio y a principios de otoño.
Tras montar en años anteriores obras de Aristófanes (Pace, titularon su primer montaje), Molière o Cervantes, esta vez, el director artístico, Maurizio Braucci, ha elegido llevar a la escena una pieza satírica del irlandés John Millington Synge de 1907. Il rubacuori dell'Ovest ("The playboy of the western world", en el título original; "El playboy del mundo occidental"), narra la historia de un joven parricida que, fugitivo, se convierte para muchos en un héroe cautivador.
Un tema pintiparado para analizar, explican los responsables del proyecto, la contradictoria actitud de un mundo moderno donde, al mismo tiempo que se insta a cumplir la legalidad, a combatir la criminalidad y la 'malavita', la familia, la sociedad y los medios de comunicación de masas enseñan a menudo a los jóvenes el mensaje implícito contrario, presentando a los fuera de la ley como diabólicamente fascinantes y exitosos.
¿Hay algunos chicos en la compañía cuyas familias pertenecen a o viven de la Camorra? Seguramente, explican los jóvenes directores, pero matizan que es difícil distinguirlo con nitidez porque las fronteras de la criminalidad y la economía sumergida son ambiguas. "No es que vayan con pistolas; eso es el último recurso. Hay padres que le deben su trabajo a un favor de esa gente [de la Camorra, del crimen organizado], y de vez en cuando hacen un trabajito para ellos; pero es algo ambiguo", dice Antonio Calone.
Para su versión, los chavales aportan sus experiencias personales y cuestionan cuál es el modelo actual de mafioso. Emanuele, un chico del barrio popular de Montesanto, encarna al joven parricida de la obra en el primer acto; en el segundo acto, el mismo papel lo representa Eduardo, un estudiante del Liceo Umberto, en el acomodado barrio de Chiaia. Al final de esa segunda parte, ambos defienden ante el auditorio sus razones para ser él y no el otro quien siga encarnando al famoso parricida en el tercer acto, y se disputan el puesto. El chaval de Montesanto arguye que debe ser él, como vecino de un barrio de tipos canallas, con aspecto de tío duro; el de Chiaia argumenta que el papel tiene que ser suyo, porque el jefe criminal de hoy no es ya un tipo de rostro carcelario sino alguien elegante, de buen vestir y de tan fino hablar como un empresario de postín. Y el papel para el tercer acto se lo adjudican a él: porque los más grandes mafiosos del siglo XXI son de cuello blanco.

1 comentario:

  1. El teatro es algo que tiene mucha fuerza en la educación de los jóvenes. El otro día leí en la página web de La Caixa que ofrecen ayuda y consejos a docentes para trabajar con adolescentes, niños y jóvenes en la educación como herramienta de desarrollo. Me parece genial!
    Martina

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