Blanca Portillo: "El teatro es mucho más que una manera de pasar el rato"



Fuente: Julio Bravo (abc.es)
Blanca Portillo parece dispuesta a romper los límites de la interpretación. En su día ya se atrevió con Hamlet y ahora encarna a uno de los personajes masculinos más profundos y emblemáticos del teatro español: el Segismundo de La vida es sueño. Su intepretación en el montaje que dirige Helena Pimenta –el primero como directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico– ha recibido el elogio unánime del público y de la crítica.
Usted ya encarnó a Hamlet, ¿se había imaginado alguna vez en la piel de Segismundo?
Nunca. El texto y el personaje me fascinaron siempre. Cuando estudié teatro es una obra con la que trabajé, pero jamás piensas que lo vas a hacer. Al revés. Sientes que sea masculino porque nunca lo podrás hacer. Por eso cuando me han dado la oportunidad la agarro como loca.
¿Cómo se plantea una mujer un personaje masculino como éste?
Me acerqué a él con mucho pudor. Lo he visto en primer lugar como un ser humano, al que le pasa algo terrorífico, que está por encima de su sexo. No tiene, además, el rol masculino, vive aislado y no sabe cómo debe comportarse socialmente un hombre. Es casi un niño, no tiene esquemas masculinos en su cabeza. Y me centré en las cosas que nos unen a hombres y mujeres y no en las que nos separan. No he trabajado un comportamiento físico especialmente masculino, sino más bien algo que tenía que ver con lo animal, porque no tiene las convenciones sociales. Tampoco trabajé la voz, ni hago ningún movimiento que a mí me resulte ajeno. Es un personaje muy especial, frágil y con gran sensibilidad.
Resulta sorprendente que textos como éste, tan profundos, fueran del gusto del público de aquellas época, en su mayoría sin cultura alguna y analfabeto.
Los autores eran muy listos; sus obras tienen muchas capas. No renunciaban a la hondura pero tampoco a un público que lo que quería era ver una historia más o menos truculenta, divertida, ingeniosa... Eran geniales. La vida es sueño tiene un planteamiento como el de la serie Juego de tronos: los malos, los buenos, el Rey, el otro escondido, saca la espada, el otro que viene a por el reino, el gracioso, la mujer que se disfraza de hombre... Y el montaje es también muy inteligente, pensado para que le guste a todo el mundo.
¿La interpretación y el verso fue algo que alejó al público de los clásicos?
Claro, porque el verso manda mucho, y a menudo se recitaba. Pero Calderón era un teatrero, no se puede olvidar, por mucho que sea un genio de la filosofía, del humanismo. Pero un teatrero.
Es importante que la gente del teatro rescate a los clásicos de las clases de literatura...
La literatura dramática está en los libros y se lee. El teatro es otra cosa. Y este señor escribía teatro, con tramas bien enlazadas, con la estructura dramática perfecta, con personajes, hablando de sentimientos y emociones... Para mi es un colega.
¿Cómo se ha enfrentado al verso?
Hemos trabajado con Vicente Fuentes, que es un prodigio. No hay una sola sinalefa que no se haga, ni una sola pausa versal ni un encabalgamiento. Se ha trabajado con mucho rigor, Y sin embargo los actores somos mucho más libres. Porque todas esas normas están puestas por algo. ¡Está muy bien escrito!
Es como una partitura...
Absolutamente. Y cuando un compositor escribe un silencio, es por algo...
¿Es el personaje que más le ha exigido?
No tengo esa sensación. Ha sido un flechazo. Le he entendido tan bien desde el principio, me he enamorado tanto de él... Todo ha salido de una manera muy suave. Muy, muy suave. No siento que me haya costado entrar en él.
¿Cuál es la principal lección que se saca de este personaje?
A título personal, me ha dado una de las lecciones más importantes de mi vida. Uno tiene dos opciones: o construir o destruir. Nadie nace bueno ni nadie nace malo. Y uno opta, se pueden tener las peores condiciones y aun así construir; y puedes tener las mejores condiciones y ser un destructor. Pero es una elección, la vida no te empuja a... Él tenía todas las papeletas para ser un psico-killer y opta por construir. Esa es la mayor libertad; ni la política, ni la religiosa, ni la educacional, ni la familiar. La libertad verdadera es la que te hace elegir, en el silencio de tu habitación, entre el lado oscuro y el lado luminoso. Para mí es la mayor lección. Además de todo eso, el tipo plantea otros asuntos, los intereses de los demás por encima de los suyos, se convierte en un monarca, en un gestor social de una calidad... Es consciente de su lugar en el mundo. No tiene nada, y es el más rico de todos. A mí eso me deja totalmente estupefacta: su elección de la bondad. Y sin maniqueísmos. Es bueno y paga su precio, porque se queda solo. Pierde a la mujer a la que ama, se pone a gobernar cuando no es sino una responsabilidad más. En vez de eludirla la asume. Me parece una persona... Yo quiero ser así de mayor. No se pasa ni una a sí mismo, se pregunta siempre por qué hace cada cosa, qué quiere conseguir, qué ocurre si toma una decisión y no la contraria... Eso es lo que nos distingue del resto de las fieras, incluídos algunos seres humanos que nos rodean. Y esa cosa de que nada permanece. Él lo dice: «así llegué a saber que toda la dicha humana, en fin, pasa como sueño. No te creas nada. Ora eres rey, ora vuelves abajo. Vive en el aquí y ahora». En el mundo en el que estamos viviendo, esto es una lección. No creo que haya un texto más adecuado para estos tiempos. A mí me hace mejor persona. Eso te hace sentirte estar cumpliendo una labor, que no es solamente el goce interpretativo, el goce actoral. Hay un compromiso con lo que se está haciendo, un mensaje que transmitir. Y ese es el plus sin el que yo no sé vivir.
¿Hace más falta el teatro que nunca?
Yo creo que sí. Ahora que vivimos tiempos en los que parece que si hay cosas prescindibles, el teatro está entre ellas, me encantaría que vinieran todos los políticos de este país a ver La vida es sueño y ver qué pasa en ese teatro, en esas colas que se forman. El teatro es más antiguo que muchísimas cosas, y no ha desaparecido. Ahora peligra el teatro institucional, y habría gente que lo eliminaría sin pudor porque lo considera un gasto inútil, pero el teatro siempre saldrá adelante. Creo que el Estado tiene una responsabilidad sobre la educación y la cultura, sobre el crecimiento cultural del país, y el teatro es un bien, lo mismo que el cine. la danza y la música. Y si prescindimos de eso, si los Gobiernos no lo fomentan... Porque es muy difícil que el teatro privado afronte determinados proyectos. El Estado tiene la obligación de preservar autores, historia viva... Si eso desapariciera, sería peligroso. ¿Entonces qué, nos quedamos con la tele, con el teatro de usar y tirar? Para pasar el rato hay muchas diversiones, el teatro es algo más. Es un hecho irrepetible, que es lo que lo hace persistir en el tiempo.

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