Rigola: "Donde aprendes más es cerca de los grandes"


Venecia acoge desde hoy y hasta el próximo domingo la 41 Bienal Internacional de Teatro. Y el director es, en esta ocasión, un catalán, Àlex Rigola (Barcelona, 1969), que ha sido la exitosa cabeza visible del Teatre Lliure desde 2003 y hasta hace unos meses. Rigola toma un testigo que en los últimos años han empuñado Peter Sellars, Romeo Castellucci y Maurizio Scaparro. Y lo hace con un proyecto que ya arrancó el año pasado con laboratorios de creación teatral y que ahora tiene su momento culminante con una semana en la que van a desfilar por Venecia, a través de obras teatrales, conferencias, encuentros, clases y una sorprendente guinda final: los siete pecados capitales contemporáneos escenificados en diferentes edificios venecianos a cargo de siete maestros del teatro actual, desde Castellucci a Bieito, desde Jan Fabre a Jan Lauwers, desde Ricardo Bartís a Rodrigo García y, claro, también el alemán Thomas Ostermeier, que será galardonado hoy con el León de Oro de esta Bienal de teatro. De este modo, no es arriesgado señalar que es el Lliure de Rigola, sus nombres fundamentales durante estos pasados años, los que se trasladan en pleno a Venecia.
¿Cómo vivió el nombramiento para la dirección de la bienal veneciana?
Fue ratificar que aquí, en el Teatre Lliure, no nos habíamos equivocado durante estos años. Sólo se me podía valorar para la Bienal a partir de mis espectáculos y de la dirección del Lliure. Y creo que lo que es verdad es que mi elección para Venecia mostró que habíamos hecho que el trabajo de Lluís Pasqual y Fabià Puigserver, que habían convertido el Lliure en un teatro internacional, no se paralizara, que siguiera expandiéndose. Si viene a buscarte alguien desde otro país es que esta conexión ha funcionado, y no sólo porque yo haya salido fuera a llevar mis espectáculos, sino porque la programación y la manera de hacer ha sido analizada positivamente desde fuera. Para mí el regalo era ese. La satisfacción que desde fuera también me dijeran que no lo habíamos hecho mal estos años y que querían que se lo explicáramos un poco. También es cierto que he ido con bastantes espectáculos a Italia y no me había parado a pensar que era uno de los sitios adonde había ido más veces. Además, aunque cuando me llega la propuesta para la Bienal yo ya estaba marchando del Lliure y quería dejar la parte gerencial, se me ofrece un trabajo que tiene una parte gerencial pero que por sus dimensiones me permite combinarla perfectamente con mi parte artística y no me priva de hacer otras cosas ni de vivir en Barcelona.
Decía que ellos querían que explicara un poco con su Bienal lo que había hecho en el Lliure. ¿Qué explicará?
El festival tiene una gran proyección pero unos recursos limitados. Pero esa dimensión me permitía una libertad máxima para hacer con el festival lo que creyera que tenía que hacer. Y aquí nos planteamos un giro de 180º as la dirección del festival de teatro de los últimos años, pero en complicidad hacia donde están yendo las Bienales de Venecia de danza y música. No podemos entrar en competencia por presupuesto con otros festivales internacionales de teatro, incluso de la propia Italia, como el de Nápoles, pero yo sí quiero ser competente internacionalmente con el festival que hiciéramos, y si no podía ser en el campo de la exhibición, miramos qué podemos hacer en Venecia como espacio único que no exista en ninguna otra parte. Y lo curioso es que si bien el centro de Venecia es muy turístico, en conjunto es una gran ciudad para la reflexión y el estudio. Tranquilísima. Permite la concentración, por eso tiene dos grandes universidades, es un espacio único para estudiar. Cuando llevas unos días allá, ves el relax que tienes, hay silencio, no hay coches. Y ese foco, el de espacio de reflexión y estudio, es el que pronto me doy cuenta de que puede ser el centro del festival. La posibilidad de conocer artistas internacionales, un espacio donde compartir conocimiento. De hecho como espacio para eso no hay ninguno mejor que un bar. Cuando hacíamos los Radicals Lliure uno de los momentos más entrañables era la paella del domingo, donde artistas y programadores se mezclaban y siempre allí acaban naciendo conexiones inesperadas que a veces se convertían en espectáculos, coproducciones, la gente comentaba libremente. Quise hacer de ese momento de Campus el centro del festival. El espectador que quiera ver espectáculos los podrá ver (desde el Hamlet de Ostermeier a la Isabella's Room de Lauwers o el Woyzeck de Josef Nadj) pero sobre todo servirá a gente con ganas de adquirir conocimientos, no partiendo de cero, claro, sino con ganas de pasar un nuevo periodo de su formación con algunas de aquellas personas que creo que tienen muchas cosas por decir porque creo que son los que en estos momentos están marcando el teatro internacional. Es un encuentro fantástico. Por muchos cursos que hagas donde aprendes más es estando cerca de los grandes y a veces dos minutos de un espectáculo te pueden cambiar toda tu dirección, el camino escénico. Y a eso aspira este encuentro de una semana juntos, colaborando, trabajando con la fórmula de laboratorio, un espacio donde el creador que lo dirige no tiene la presión de espectáculo, puede trabajar con los participantes y experimentar.
Ostermeier, Castellucci, Rodrigo García... ¿Es el Lliure de Rigola el que se va a Venecia?
Estos trabajos han de ser personales, es la huella de un artista en la dirección de un festival. Es la gente en la que creo. No son tanto mis amigos, porque algunos simplemente son compañeros, pero creo que es importante tener a los mejores. Es subjetivo, pero no puedo dejar de escogerlos pese a la subjetividad. Pero pese a eso no son los artistas del Rigola, porque cuando miras los grandes festivales internacionales y ves que son sus nombres los que se van repitiendo en los últimos diez años. No es que sean los míos, es que son en estos momentos los que internacionalmente a nivel mundial están marcando el teatro. La posibilidad de trabajar por la mañana con uno de estos artistas, por la tarde ver sus espectáculos y al día siguiente asistir a una conferencia con ese artista me parece interesantísimo.
Hay teatro europeo y argentino, no de otros lugares. ¿Es donde se está haciendo mejor teatro en estos momentos?
Para mí, sí. No soy de musicales. Escénicamente lo más interesante está sucediendo en Europa y Sudamérica. Luego, hay artistas e intérpretes que están tomando fuerza en muchos lugares. Por ejemplo los asiáticos, que en el mundo de la danza tienen mucha capacidad para el trabajo del movimiento.
¿Hay algo en común entre los artistas que ha seleccionado?
Que cada uno es profundamente personal. Es el valor del artesano, el reconocimiento de la pincelada de cada artista. No son copias. Todo el mundo ha de comenzar copiando, que es como se aprende a pintar, a escribir, a hacer teatro, pero luego poco a poco ha de ir creando su propio lenguaje.
Pero, ¿no hay ninguna tendencia en este teatro?
Es verdad que en la mayoría de ellos se da un elevadísimo conocimiento de las artes plásticas. De hecho, es gente que conoce muy bien todas las artes plásticas, son devoradores de museos de arte contemporáneo. Por lo menos el 90% de ellos. Incluso algunos, como es el caso de Jan Fabre en el Louvre, tienen obra y exponen en esos museos. Y no sólo eso. Rodrigo García tiene editados trabajos de vídeo que son más para mirar como arte que como cine. En el caso de la obra de Castellucci también es un componente omnipresente, él viene de las artes plásticas y realiza un teatro muy performático, una concentración de acciones con dramaturgia. De hecho, ha desarrollado desde hace pocos años la idea de espectáculo, antes se trataba de acciones muy potentes para ser vistas en el teatro. El propio Calixto conoce bien las artes plásticas. En cambio, el teatro sudamericano es muy bueno a través del texto, del trabajo dramatúrgico e interpretativo, no destaca por su estética. Lo que sucede en Europa no es nuevo, ya hace medio siglo que Giorgio Strehler desde otro campo le daba un valor a la estética que el Lliure de los orígenes aprendió muy bien. Es una característica europea que se ve en sus ciudades, te gusten o no. En ellas la estética es importante, no son sólo lugares en los que amontonar gente. El valor estético es importante y forma parte de este arte total donde el teatro todavía tiene mucho que decir. Es fusión de movimiento, visión pictórica y palabra. Un todo.
Estética. ¿Y ética?
Al final lo que queremos es agitar al ser humano desde todos los campos posibles. Esa sacudida puede ser sobre las ideas y/o sobre los sentimientos.
¿Por qué el León de Oro a Ostermeier?
Porque ha sabido renovar el teatro clásico de texto, llevándolo a escena como si estuviera acabado de escribir. Además, ha apoyado al frente de la Schaubühne las nuevas dramaturgias. Y de él hemos aprendido mucho todos.
¿Cómo va a salir el teatro de esta crisis?
De tanto en tanto es bueno que haya un cambio de enfoque. El problema es siempre que hay gente que tiene una visión muy limitada y aprovecha estos momentos para desmantelar un trabajo que ha costado mucho de lograr. Lo más importante no son los recortes, que se tienen que hacer en todos los campos, sino el debate de cuánto hay que dedicar a la cultura, que no es sólo una lengua. Me entristece mucho cuando se dice que sólo se ha de dedicar lo de ahora.
Por cierto, si usted hubiera tenido que participar en esa obra final sobre los siete pecados capitales actuales, ¿cuál habría escogido?
La perversión. El hecho de saber que estás haciendo una cosa mal y pese a eso hacerla. De saber que algo está mal y aún así hacer como si no sucediera.
Fuente: Justo Barranco (www.lavanguardia.es)

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