México como objeto artístico



Antonio Hernández (63 años) calcula que hace diez que su vida se convirtió en un caos, en un desastre absoluto. Fue cuando se acabó el turismo (sí, turismo) en Ciudad Juárez. Todo su plan de vida se desmoronó, como el de las 200.000 familias que abandonaron sus casas en esa ciudad fronteriza del norte de México. Él se quedó en medio del huracán de violencia que la ha arrasado y que se sigue cebando con ella: "Más de 3.100 muertes en 2010".

Dice, y se le empañan los ojos, que vio cómo mataban a bocajarro a una chica y a su novio, justo después de pararse en su puesto de llaves en la Avenida Juarez, la que cruza la frontera con Estados Unidos. Cree que hace más o menos diez años de eso, después vinieron muchos más asesinatos y se le mezclan las fechas.

Antonio hace llaves, a pesar de que hace años tuvo que cerrar su negocio: "Solo quedan el 10% de los que hubo, a mí me extorsionaron". Antes, cuando había turistas -"familias que venían a pasar el día porque había buenos restaurantes y locales en los que pasarla bien"-, las vendía como souvenirs: "Les grababa el nombre de la ciudad y el de la persona y se las llevaban de recuerdo", cuenta.

Ahora, él mismo es un hecho artístico, gracias a la comprometida obra (Las llaves de la ciudad) de la afamada creadora mexicana Teresa Margolles (Culiacán, 1963). Se presenta en esta tercera edición del festival de creación in situ Sismo (www.tea-tron.com), que se celebra hasta el domingo en Matadero.

"No quería que hubiera más interpretaciones, ni símbolos, ni intermediarios, Antonio habla de primera mano, dialoga con quien quiera escuchar y se limita a contar su vida, la de un juarense de a pie, padre de familia (tiene dos hijos) que se ha quedado sin poder trabajar y que no tiene para comer; él es representante del verdadero drama, el de los vivos, y una manera de mirar directamente a los ojos de la realidad mexicana", explica Margolles, que desde que comenzó en los noventa con el arte político en las morgues ("el verdadero termómetro social") ha ido radicalizando cada vez más sus propuestas. Fue ella también la que puso al público a fregar con sangre de los muertos los suelos del pabellón de México en la Bienal de Venecia de 2009.

Ahora Antonio sigue haciendo llaves mientras cuenta su vida ("probablemente si lo supiera alguna gente de mi ciudad sería hombre muerto"). Y, en lugar de grabarlas con el nombre de Ciudad Juarez como bonito recuerdo, escribe las palabras con las que la gente (el público) describe su país o su ciudad: "Corrupción", "Muerte", "Violencia"... Palabras con toda clase de significados, todo menos bonitas, que finalmente conformarán un poema de llaves, una de las piezas más potentes de este festival.

Curiosamente, no es esa la única propuesta artística mexicana en el certamen, ni tampoco la única que habla de la brutal violencia que asola el país. La compañía teatral Lagartijas tiradas al sol viene con Mexicanos al grito de guerra, una puesta en escena escalofriante en la que un narco, que se presenta encapuchado (no se sabe si es real o es un actor) cuenta sus experiencias y el porqué de sus asesinatos dando nombres y apellidos de sucesos reales. Y la compañía Línea de Sombra presenta Amarillo, otra pieza que juega con la realidad y la ficción y que aborda la idea del éxodo.

Sismo refleja un creciente fenómeno artístico en el que la realidad mexicana es el objeto y el arte el altavoz de las verdades de un país.

Fuente: Patricia Ortega Dolz (www.elpais.com)

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