El surrealismo filosófico de Francesc Pujols sube al escenario de La Seca



Fuente: Anna Pazos (elpais.com)
“Yo tenía una gran masía en la montaña catalana y la quemé. Después ya diré por qué la quemé”. Con estas palabras y un solo de guitarra eléctrica comienza la performance de una hora que da vida a La tardor barcelonina (El otoño barcelonés),un texto de juventud del escritor y filósofo Francesc Pujols, fallecido hace poco más de 50 años.
El espectáculo, dirigido e interpretado por el actor Fèlix Pons, recrea el mundo onírico, de fascinación por el sueño y el paisaje de uno de los grandes pensadores catalanes, pero también de los más extravagantes, hasta el extremo de que imaginó el surrealismo prácticamente antes de que este existiera, al que Dalí consideró su mentor y que fue alabado y respetado por autores de la talla de Josep Pla y Pompeu Fabra. Esta especie de homenaje póstumo a la obra del autor de Concepte generalde la ciència catalana donde se mezclará el monólogo, la música y las artes visuales, podrá verse en el espacio La Seca (Espai Brossa) de Barcelona, a partir del próximo jueves y hasta el 27 de enero.
La tardor barcelonina, publicada en 1908 por un Pujols veinteañero mientras dirigía el semanario satírico Papitu, es una novela corta difícil de clasificar, a caballo entre el surrealismo, el existencialismo y la novela negra. En ella un joven poeta, tras quemar su masía con su amada dentro, lanza un monólogo trufado de reflexiones sobre la incapacidad de amar, la naturaleza femenina, el tema del doble y el suicidio. En un tren con dirección Barcelona y disfrazado de mujer para huir de la justicia, el dandi incendiario, álter ego del propio Pujols, mantiene una conversación llena de equívocos y ambigüedades con una pasajera que podría ser —o no— la mujer que acaba de asesinar. Durante todo el periplo que le llevará a la capital y de regreso a su pueblo, el poeta encadena pensamientos que alternan lo humorístico con lo decadente, y que en el espectáculo se recrean mediante recursos visuales y sonoros, desde los acordes de guitarra hasta las imágenes proyectadas de un artilugio anterior a la invención del cine.
“La obra desprende irreverencia y rabia de juventud, fue una bomba lapa en el corazón del Noucentisme. A mí me cautivó desde el minuto uno”, enfatiza su director y principal intérprete, el artista Fèlix Pons. El actor se ha encargado de adaptar el texto, y ha dirigido su puesta en escena, “muy en consonancia con la capacidad onírica de la obra”: decorada cual taller de un artista plástico y aliñada con la banda sonora original del músico Jordi Busquets, que es a la vez el compañero y confidente del protagonista. El texto original es respetado religiosamente, excepto por un detalle: Pons traslada la voz narrativa a un álter ego de sí mismo, pues el que habla ya no es un joven poeta sino un pintor (Pons estudió Artes Plásticas en la Massana de Barcelona), que desgrana sus reflexiones entre lienzos, caballetes y bastidores.
“Componer la música fue muy fácil. La propia construcción de la obra me daba pistas muy claras de cómo debía ser: onírica, psicodélica, transgresora”, reflexiona Busquets, que aparte de completar la performance con sus toques de guitarra participa en el espectáculo interpretando algún personaje. “La esencia del rock nos servía para trasladar a la actualidad el espíritu irreverente que la obra tuvo en su momento”, defiende Pons, que dio total libertad al músico para componer una banda sonora original. La relación entre el sonido y la evolución del flujo de pensamientos del narrador es clave en el espectáculo. “Tiene un cierto componente wagneriano: la música marca la acción y la emoción de la obra”, reflexiona Francesc de Castro, patrón de la Fundación Francesc Pujols, que ha seguido de cerca la gestación de la obra. La entidad ofreció su apoyo al proyecto y dotó al equipo de una pequeña aportación económica, pero Pons insiste en que la mayor parte del trabajo se hizo sin recibir subvenciones de ningún tipo, “por amor al arte” y por ofrecer a la figura de Pujols el homenaje que su obra merece.

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