Valle-Inclán, 77 años sin el gran capital lírico de la literatura española



Fuente: Antonio Astorga (abc.es)
Setenta y siete años de la muerte de uno de los más grandes creadores de habla española, de rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba, Ramón María del Valle-Inclán. El comienzo de la vida del Marqués de Bradomín fue pletórico en riesgos y azares. Valle, el gran capitán lírica de la juventud española, como lo tributaría Rafael Cansinos Assens, fue hermano converso en un monasterio de cartujos, soldado en tierras de la Nueva España, una vida -se autoretrataba en su autobiografía- «como la de aquellos segundones hidalgos que se enganchaban en los tercios de Italia por buscar lances de amor, de espada y fortuna».
En la noche de Reyes, como es tradicional, la Fundación Valle-Inclán, presidida por Gerardo Fernández Albor, rindió su ancestral homenaje al escritor de Vilanova de Arousa. Fernández Albor, acompañado por el secretario Xeral de Cultura, Anxo Lorenzo, y el vicepresidente de la Fundación, José Juan Durán, realizo la tradicional ofrenda floral en el cementerio de Boisaca, ante la tumba del escritor fallecido en la capital de Galicia en 1936. Junto a ellos, también acudieron el alcalde de Santiago, Ángel Currás, diversos concejales, amén de representantes de los Ayuntamientos de Vilanova y Cambados para homenajear al santo padre del esperpento.

Esperpento, casticismo, aristrocracia

Según ha comunicado la Fundación Valle-Inclán, la entidad trabaja para la preparación de un gran programa de actividades con horizonte en 2016, con motivo de la conmemoración del 150 aniversario del nacimiento de Valle-Inclán. En la actualidad, esta fundación cuenta con una escuela de teatro centrada en las obras del escritor gallego y es responsable de la revista «Bradomín», de periodicidad semestral. Hace una década vieron la luz sus Obras Completas tras más de tres décadas de negociación. Espasa y las cuatro ramas de la familia consiguieron reunir, al fin, en dos tomos todo el «recado de escribir» del maestro de las palabras. En el primero está la prosa y en el segundo hay teatro, poesía, artículos y cuentos.
A Valle, que era uno de los personajes más fascinantes del 98, le persiguieron los censores por toda la piel del ruedo ibérico como a Edgard Allan Poe los cuervos, delineó Francisco Umbral, que estudió al creador enfundado en botines blancos de piqué, y que entendía el esperpento como «la aristocracia pasada por el casticismo».

Bradomín, inédito; celda, a la carta

Hace cuatro años, su nieto, Joaquín del Valle-Inclán Alsina, rindió homenaje a su padre, Carlos del Valle-Inclán, con la edición, que Espasa sacó a la luz, de un epistolario inédito (fechado entre 1895 y 1935), y la publicación de los textos «Sevilla», «La muerte bailando», «Bradomín expone un juicio», «La marquesa Carolina y Bradomín». Las cartas inéditas desmienten la «extravagancia» que le impuso Primo de Rivera a Valle, en cuya época fue encarcelado por negarse a pagar una multa. Cuatro días en celda a la carta, cuyo menú desvela en una misiva: «Tortillas y rosbif fiambre. Emparedados de queso, mermelada y ternera. Café en termo. Frutas buenas. Naranjas, plátanos y manzanas. Latas o botes para tener repuesto de azúcar, té y café. Jerez y sidra. Cerillas buenas. Servilletas».
«La idea -relataba Joaquín del Valle-Inclán Alsina a ABC- era homenajear a mi padre, Carlos del Valle-Inclán, hijo de don Ramón, que se dedicó toda su vida a coleccionar obras y objetos de su progenitor. Todas las cartas de Valle-Inclán él las fue comprando y recuperando desde imprenta, amigos, regalos... Logró hacer una excelente colección, y no sólo de cartas, sino de libros, fotografías... Tras el fallecimiento de don Carlos pensamos hacer una pequeña selección para un lector medio, para que se lea amablemente como literatura; no para especialistas. Para que se viese un poco la enorme tarea que don Carlos de Valle-Inclán realizó a lo largo de toda su vida».

Duelo y quebranto

Valle —asiduo al patio de La Granja del Henar— sufrió la pérdida de su brazo izquierdo en una refriega con Manuel Bueno, en el Nuevo Café de La Montaña, entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. El señor Bueno le propinó un bastonazo a don Ramón con tan mala fortuna que un gemelo de su camisa se le incrustó en su extremidad, y causó una infección. Hubo que amputar, «como el puntazo de un torero».
Las crónicas de la época glosaban el avatar: «Ramón Valle-Inclán, un polémico sin remedio, pidió un café con leche y una botella de agua y se sentó a la mesa, donde se estaba dando conversación compuesta por el editor Ruiz Castillo, Jacinto Benavente, el cronista Manuel Bueno y el pintor Paco Sancha». Se discutía sobre un tema de rabiosa actualidad, el duelo entre un joven aristócrata andaluz, López del Castillo, y el caricaturista portugés Leal da Cámara, que noches atrás habían tenido sus diferencias en el Paseo de la Castellana sobre el valor personal de lusos e hispanos. El tema del honor hace que Valle se excite durante la conversación, y su voz destaque, como casi siempre, por encima de las de los demás. Pero Bueno alza la suya.
—¡Señores, todo lo que ustedes están diciendo carece de validez! ¡Leal da Cámara es menor de edad y no podrá batirse!
Valle, dolido, reprende:
—No zea uzted majadero, que uzted no zabe una palabra de ezo.
Bueno se levanta, da un paso atrás, toma su bastón con barra de hierro, y amenaza con él a Valle-Inclán, que empuña su botella de agua.
—¡Majadero! ¡Majadero!
Valle agarró una botella de agua por el cuello, como si manejase el as de bastos, y llenando de agua a todos, dio lugar a que Manuel Bueno descargara el bastonazo; pero con tal mala fortuna que le incrustó en la carne el gemelo del puño. Al día siguiente se gangrenaba la pequeña herida, y el médico dijo a Ruiz Castillo y a Benavente que había que cortar el miembro. Se consultó con don Ramón y éste dijo que sí, que lo amputasen, pero sin cloroformizarle. Hubo quien dijo que se afeitó parte de la barba para ver bien la operación, y se añadía con mayor exageración que se tuvo que rectificar y cortarle por más arriba, presenciando Valle el segundo corte operatorio saboreando un habano.
¡Uf, cómo me duele el brazo, le dijo a su amigo Benavente.
—¡Cá, Ramón! Ése ya no te dolerá nunca más.
El suceso fue primera plana durante semanas en las tertulias de los cafés de Madrid, que se dividieron en dos bandos, los valleinclanistas y los buenistas. Muy poco tiempo después, Valle citó a Bueno en el Café de la Montaña y, tuteándolo por primera vez, le espetó:
—Mire, Bueno, lo pasado, pasado está. Aún me queda la mano derecha para estrechar la tuya.
Todos los bohemios de la ciudad se rascaron los bolsillos para comprarle un brazo ortopédico al escritor.

Con la inteligencia no se juega

Otra delicatessen valleinclanesca. Cuando el maestro Julio Camba publicó «La casa de Lúculo» (suculuento menú literario, imprescindible) sus amigos le raptaron y el banquete de celebración fue una algarabía. Valle-Inclán, que en su brindis fue muy duro con Primo de Rivera, fue detenido en el mismo Hotel Palace, mientras profería en voz alta: Don Ramón del Valle-Inclán no se rinde...» Y en ese terrible y divertido ten con ten, un capitán le espeta:
-¡Don Valle, no me obligue usted, a quien tanto admiro, a que me lo lleve por la fuerza...!
-¡Si es por la fuerza me rindo incondicionalmente Pero ¡cuidado! ¡Con la inteligencia no se juega!, remató don Bradomín.

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