‘Tala’ a golpe de soliloquio


Si representar una pieza de teatro de las 17 que escribió Thomas Bernhard –paradigma del autor maldito, de la incisiva y dramática reflexión sobre el arte, la sociedad y la vida- a lo largo de su carrera ya es tarea sensible, hacerlo sobre una adaptación de una novela es rizar el rizo de la complicación. Algo así como caminar sobre el cable sin red. Y a ciegas. Pero Juan Navarro y Gonzalo Cunill –director y actor y ambos colaboradores habituales del realizador colombiano Rodrigo García-, deben ser adictos al riesgo. Entre el 23 y el 27 de mayo ambos artistas, unidos a modo de compañía, presentan en el contexto del Festival de Otoño en Primavera de Madrid la función Tala, adaptada por Cunill y Antonio Fernández Lara a partir de una traducción de Miguel Sáenz, que ha trasladado al castellano desde el alemán original la mayor parte de la producción del autor austriaco, fallecido en 1989. “Para mí, nuestra Tala no es un texto de Bernhard, sino de Sáenz”, quiso subrayar el dramaturgo Fernández Lara en la rueda de prensa de presentación del espectáculo, que tuvo lugar en la misma sala Cuarta Pared que acogerá la obra. “Reivindico el papel de la traducción”.

De corte en gran medida autobiográfico, el libro narra la historia de una reunión entre intelectuales de la alta sociedad vienesa de los años 80, que se reencuentran tras un lapso de 20 años para celebrar una “cena artística”, con la representación de la pieza de Ibsen El Pato Salvaje como trasfondo. Aprovechando la coyuntura, Bernhard realiza con intensidad y un cierto toque de amargura una tala, a golpe de hachazo, de los sinsabores, la superficialidad y la petulancia que definen las relaciones sociales del círculo elitista del que se rodeó, y de cuya influencia ni siquiera él mismo pudo escapar. La principal diferencia entre la novela y esta adaptación teatral es la figura en la que se concentra la trama: mientras que en el original es el matrimonio anfitrión de la reunión, los Auersberger, en esta Tala teatral el epicentro reside en el personaje de Joana, una amiga real de Bernhard que se suicidó.

“Los dramaturgos han hecho recortes y el texto funciona muy bien”, aseguró Sáenz, que conoce la obra del autor austriaco al dedillo. “Se han perdido personajes, pero estos no son muy interesantes para el público español, porque no los conoce”. Y es que la mayoría de los nombres que aparecen en Tala pertenecen a hombres y mujeres que existieron, y de los que incluso alguno aún sigue vivo a día de hoy. Para zambullirse hasta el fondo de la historia, los componentes del equipo artístico pasaron unos días en Kilb, el pueblo donde el personaje y la persona Joana se quitó la vida. “Allí descubrimos que todo lo que sale en la novela era verdad”, cuenta Cunill. “Y nos emocionamos mucho, porque ni siquiera sabíamos si el pueblo existía”.

Sobre el escenario de la Cuarta Pared, la puesta en escena girará en torno al soliloquio de Bernhard en el sillón de orejas sobre el que escupe sus meditaciones en la novela. El texto, dicen los autores, es lo fundamental. “La escritura de Bernhard es obsesiva y contagiosa, y se nos contagió a nosotros”, dice Cunill. “Tiene una dimensión trágica, musical, a ratos humorística, que abre mucho las puertas a las posibilidades escénicas”. Y ahí es donde su aportación cobra una vida propia. “En los ensayos descubrimos que el texto daba lugar a una situación muy teatral”, explica Navarro. “Y lo que acabó saliendo fue una especie de huida de la realidad y empezaron a surgir cuestiones más sensoriales, más atmosféricas”.

Fuente: S.H. (www.elpais.com)

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