La noche de Max Estrella se instala en el Círculo

El via crucis de Max Estrella no pisó anoche el asfalto de las calles del Madrid de la bohemia, “absurdo, brillante y hambriento”, tal y como lo calificó el artífice de esta genial locura, Ramón María del Valle-Inclán. Los espejos deformantes del callejón del Gato no tenían quien los mirara; la imaginaria taberna de Picalagartos, sin clientes y el anarquista Mateo Morral, sin confidentes. La procesión atea recorrió el universo valleinclaniano en el teatro Fernando de Rojas, en el Círculo de Bellas Artes, con la representación de dos de sus obrasLigazón y una adaptación de Luces de Bohemia y otras dos de tintes esperpénticos.
“Es el mejor homenaje que le podemos hacer al dramaturgo gallego el Día Mundial del Teatro”, afirma el también dramaturgo y periodista Ignacio Amestoy, padrino de esta cofradía de artistas, intelectuales y madrileños que celebra este año su XV edición.
Tarde primaveral. Empieza a caer el sol. El teatro del Círculo sube el telón. Aparece una mozuela que chapotea sus pies en el riachuelo que hay cerca de su casa. Enamorada de un zagal que no cuenta con el gusto de su madre, se entrega a él. Tras mezclar su sangre en una ligazón, juntos planean el asesinato de un pretendiente acaudalado con el que su progenitora y la comadre quieren casarla. Ligazón es una obra perteneciente al Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte de Valle-Inclán que se estrenó el 19 de diciembre de 1926 en el mismo escenario en el que ayer se celebraba el homenaje al célebre poeta gallego y que fue representado por la compañía teatral Tribueñe.
“Aquel año don Ramón María (1866-1936) ponía en marcha una de las aventuras teatrales más sobresalientes de la historia contemporánea”, asegura Amestoy. Y es que el autor de 0 intentó llevar a cabo su revolución teatral en el recién estrenado edificio de la calle de Alcalá, 42. Con el nombre de El cántaro roto, la compañía del Círculo sería el lugar ideal para realizar el cambio copernicano que, en su opinión, necesitaba el arte dramático español.
Casi 86 años después, las butacas del teatro acogían a los seguidores del escritor manco, capitaneados por los miembros de la Irreal Academia del Esperpento, entre los que destacaban la periodista de EL PAÍS Rosana Torres y los dramaturgos Manuel Gómez, Ignacio Amestoy y Luis Araújo. Esta institución esperpéntica se creó en marzo de 2011 con el compromiso de “atizar la candela allá donde florezca la deformación sistemática de nuestra realidad”, según declaró Araújo.
No hay nada más bohemio que los cuplés, la locura, el hambre y las letras, y todo esto lo reflejó muy bien la obra Armando Buscarini o el arte de pasar hambre, del autor Juan Manuel de Prada, que se interpretó al caer el sol en un espacio escénico casi vacío de luces y sombras. Ni tampoco existe crueldad más esperpéntica que el maltrato a una mujer. Por ese motivo, la Irreal Academia escogió para esta especial edición la obra de Nieves de Medina, Ni con el pétalo de una rosa, una reflexión sobre el calvario que sufren muchas mujeres en nuestros días. “Un esperpento actual”, sentencia el dramaturgo.
“Los bohemios teníamos que estar con Carlos Álvarez-Nóvoa este día tan especial”, aseguró Rosana Torres. El actor sevillano protagonizó al caer la medianoche su mejor papel, el de Max Estrella, bajo la dirección de Francisco Ortuño, que ha montado La noche de Max Estrella a partir de Luces de Bohemia. Álvarez-Nóvoa conoce a la perfección las luces y las sombras del personaje de la obra, al que dedicó nada menos que una tesis doctoral que sirvió como inspiración a Ignacio Amestoy para crear la comitiva burlesca que desfila por Madrid cada primavera. “Carlos hizo suyo el personaje y la obra a la que ha dedicado toda su vida”, sentenció el catedrático de Literatura Española Jorge Urrutia minutos antes de que empezara la obra.
Pasada la medianoche se baja el telón. Acto seguido, empieza a sonar la voz de Karola Escarola cantando Babilonio, tema de la zarzuela La Corte del Faraón e himno oficial de la institución esperpéntica. Llega la hora del chocolate con churros. A su salud, maestro.
Fuente: María Hervás (www.elpais.com)

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