Seis camiones de ‘Sonrisas y lágrimas’
María Augusta Kutschera nació en 1905 en el Imperio austrohúngaro en un tren mientras sus padres viajaban desde su localidad en el Tirol hasta un hospital en Viena. A los siete años quedó huérfana y a los 18, en 1923, se graduó en un colegio público para la educación progresista de la capital austriaca. Una vez terminados sus estudios, entró como novicia en la Abadía Nonnberg, un convento de monjas benedictinas en Salzburgo. Residiendo aún en el monasterio, se le pidió ser la maestra de los siete hijos del comandante de la Armada Georg Ludwig von Trapp, que se había quedado viudo de su esposa Agathe Whitehead. Durante su estancia en la familia, María abandonó el convento y contrajo matrimonio con Georg el 26 de noviembre de 1927. Eso es lo que ocurrió en la realidad. En la ficción se llamó Sonrisas y Lágrimas (en español), The sound of music (en inglés) o La novicia rebelde (en Latinoamérica).
Tras huir de los nazis y refugiarse en EEUU, los von Trapp convirtieron su vida en uno de los negocios más prósperos de la historia, que sigue generando dinero a espuertas. Hoy la ruta de la película Sonrisas y lágrimas es un reclamo turístico mucho mayor que la de Mozart en la ciudad de Salzburgo. El resort de los von Trapp, una finca de 270 hectáreas en Stowe (Vermont, Nueva Inglaterra, EE.UU), donde están enterrados en un panteón muchos de los miembros de la familia, sigue ofreciendo un campamento musical permanente, tres generaciones después. Y cuatro de los nietos del capitán von Trapp y María han formado un grupo llamado JAMPS, con las iniciales de sus nombres (Sofia, Melanie, Amanda, and Justin von Trapp) y recorren el mundo cantando las canciones de lo que en su origen fue un libro (La historia de los cantantes de la familia Trapp, las memorias de la baronesa von Trapp, publicado en 1949), luego un exitoso musical de Broadway en 1959 (con canciones escritas por dos genios de los musicales como Richard Rodgers y Oscar Hammerstein), después una película austriaca y finalmente una película americana, dirigida por Robert Wise y protagonizada por Julie Andrews, que dio la vuelta al planeta y que se convirtió en una de las más taquilleras de la historia. Ahora, por primera vez, el musical, con actores y libreto en español, recorre la geografía de nuestro país llenando teatros de norte a sur y de este a oeste. Y en septiembre aterrizará en el teatro Coliseum de la Gran Vía de Madrid.
Un total de 26 artistas en escena y una orquesta en directo con 10 músicos, 70 personas entre equipo técnico, maquillaje y vestuario, 22 cambios de escenario, 140 trajes, 250 focos de última tecnología… Seis trailers de 30 toneladas recorren la geografía española, con una de las producciones más grandes que ha girado por el país. El resultado, dirigido por el donostiarra Jaime Azpilicueta (My fair lady, Jesucristo superstar, Evita…) y visto en el Teatro Principal de Valencia hace una semana, es más que notable, tanto por las voces de los artistas – muy destacables las de la argentina Silvia Lichetti (en el papel de María) y la de Noemy Mazoy (la madre abadesa)—como por la magnífica escenografía que acompaña a este espectáculo de dos horas y media de duración en dos actos.
Sonrisas y lágrimas, estrenada en 1965, es uno de esos clásicos a los que cuesta resistirse. Una de esas películas que uno vio por primera vez siendo niño y que, por ñoña que sea, revisitarla genera esa sutil emoción por la que, casi sin querer, se da un salto en el tiempo y se difuminan, más que con cualquier crema milagrosa, las arrugas de los ojos. Ocurre a menudo con cintas musicales cuyas canciones han quedado ancladas en nuestra memoria: West Side Story (de Robert Wise y Jerome Robbins, 1961) o con Mary Poppins (1964), también protagonizada por una jovencísima Julie Andrews.
Quién no ha entonado alguna vez eso de “Don, es trato de varón; Re, selvático animal; Mi, denota posesión, Far, es lejos en inglés…”. Tras 52 años de representaciones, Sonrisas y Lágrimas ha cosechado 6 premios Tonys, 5 Oscars y 2 Globos de Oro. Hasta la fecha, ya son 45 millones de espectadores en 24 países los que han podido disfrutar de este clásico que ahora recorre España, tras una inversión de tres millones de euros y la unión de cuatro productores: Vértigo Tours, Drive Entertainment, Riga (actividades culturales) y Quarte. Y, a la vista de lo sucedido en Valencia la semana pasada, más de uno se sorprenderá entonando el Do Re Mi.
Fuente: Patricia Ortega Dolz (www.elpais.com)
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