Mérida-Barcelona, viaje a las ruinas del teatro español



Algunas de las abundantes e incesantes dudas sobre el futuro del Festival de Teatro de Mérida, especializado en textos grecolatinos desde que lo inauguró Margarita Xirgu en 1933, se van despejando poco a poco.
El festival tiene ya sobre la mesa un plan de viabilidad cuya principal misión será hacer frente a las obligaciones financieras de ediciones anteriores (el déficit de la muestra es ahora mismo de más de 3,5 millones de euros) y a la programación de la próxima. Ahora mismo, todas las posibilidades apuntan a que la Junta de Extremadura pondrá en manos de productores privados la dirección de la muestra, que ya tiene nuevo gerente, Pedro Blanco. Un hombre que trabajará codo con codo con la nueva dirección. El próximo día 26 se sabrá si esta recae en el productor y empresario Enrique Salaverría o en su colega y competidor Jesús Cimarro.
Entonces seguirán despejándose las dudas, que, dicho sea de paso, han llenado de nubes el cielo de un festival imprescindible en la escena española. El pasado verano, las directoras de la muestra (la actriz Blanca Portillo y la productora Chusa Martín) denunciaron irregularidades en la gestión de la misma, y anunciaron que se irían al finalizar la edición. Ese gesto también se vio provocado por las presiones recibidas para que retirara una foto de la exposición Camerinos, del fotógrafo Sergio Parra, en la que se veía al actor Asier Etxeandia tapándose los genitales con una postal del cuadro de Velázquez El Cristo.
Además, el certamen tendrá que afrontar la denuncia de 70 profesionales no pagados en el festival en el que trabajaron. Hoy mismo firmarán ante notario un documento para que un abogado les pueda representar conjuntamente en la demanda que se presentará el próximo jueves 22.
El plan de viabilidad establece las claves para responder a las obligaciones financieras de ediciones anteriores y a la programación de la próxima edición. Con esta medida se pretende que haya un antes y un después del certamen y para ello, se ha trabajado en una triple estrategia: económica, jurídica y artística.
La consejera de Educación y Cultura de la Junta de Extremadura, Trinidad Nogales, ha dejado claro que no se puede abordar una nueva edición sin tener una base sólida en la gestión del mismo. En este sentido, Nogales ha lamentado que a pesar de que la catastrófica situación económica del Festival era “un secreto a voces”, hasta la llegada del nuevo equipo de gobierno no se haya trabajado para buscar una solución global.
En su intervención de ayer, la consejera estuvo acompañada por el nuevo gerente del Festival, Pedro Blanco, quien informó sobre el establecimiento de un plan financiero con el que cumplir el doble objetivo de saneamiento económico y programación de la próxima edición, y hacer frente a los 3.558.078,54 euros de déficit hasta el año 2011.
A partir de ahora, aseguró Blanco, “la contabilidad del Festival estará sujeta a presupuesto y a la ley, lo cual no se ha hecho hasta ahora”. Los nuevos presupuestos del Festival se realizarán con partidas de gasto delimitadas para evitar el déficit, y bajo la premisa de no presupuestar más de lo que se puede ingresar. Los pasos planteados por el gerente pasan por cuantificar las obligaciones reales pendientes, aquellas de las que conste documentación, realización y falta de pago.
También se informó de que hay procesos judiciales abiertos y de que en la actualidad se investigan los cuatro últimos ejercicios, por lo que la dirección del Festival firmará un convenio con los Servicios Jurídicos del Gobierno de Extremadura, para ahorrar costes judiciales.

Temporal en Cataluña

El Teatre Lliure, el Liceo, el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), el festival Temporada Alta y el Mercat de les Flors, son algunos de los más importantes agentes escénicos de Cataluña tocados por los recortes. Las respuestas han sido diferentes y las situaciones más o menos dramáticas, pero en prácticamente todos los casos la crisis se ha traducido en reducción de presupuestos, contracción de programaciones, merma de objetivos, disminución inevitable de ambiciones y encogimiento de ánimos.
La situación pasa factura en primer lugar a los profesionales del sector en todas sus categorías -actores, directores, escenógrafos, técnicos…-, pero acaba afectando a toda la sociedad que se ve empobrecida en un campo, el del arte, que precisamente resulta un refugio consolador en estos tiempos de tribulación. La gran paradoja es que según las estadísticas el sector escénico no está perdiendo comba en cuanto al interés del público. La asistencia a los teatros se mantiene en Cataluña, lo que con los tijeretazos por todos lados tiene un enorme mérito.
Se está haciendo un gigantesco esfuerzo desde la profesión para mantener la actividad, con imaginación, sacrificio y esfuerzo extra, a veces a costa de malabarismos verdaderamente circenses, pero no hay milagros. La cartelera se resiente inevitablemente.
Unos buscan la solución en recortar programación, otros en adelgazar las estructuras de gestión, producción y administración. El Lliure ha suprimido espectáculos anunciados y ha decidido acortar la temporada suspendiendo su actividad pública desde final de mayo hasta mediados de octubre. El TNC ha ido recortando títulos las últimas temporadas para poder mantener el nivel de sus espectáculos. El Liceo está sumido en una gravísima crisis, con anuncios de reducciones de plantilla y con anulación también de títulos previstos. El festival Temporada Alta de Girona y Salt tiene que repensar cómo se financia por las circunstancias. Otro festival, el Grec, el de verano de Barcelona se ciñe solo a julio.
El Teatre Lliure, el Liceo, el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), el festival Temporada Alta y el Mercat de les Flors, son algunos de los más importantes agentes escénicos de Cataluña tocados por los recortes. Las respuestas han sido diferentes y las situaciones más o menos dramáticas, pero en prácticamente todos los casos la crisis se ha traducido en reducción de presupuestos, contracción de programaciones, merma de objetivos, disminución inevitable de ambiciones y encogimiento de ánimos.
La situación pasa factura en primer lugar a los profesionales del sector en todas sus categorías -actores, directores, escenógrafos, técnicos…-, pero acaba afectando a toda la sociedad que se ve empobrecida en un campo, el del arte, que precisamente resulta un refugio consolador en estos tiempos de tribulación. La gran paradoja es que según las estadísticas el sector escénico no está perdiendo comba en cuanto al interés del público. La asistencia a los teatros se mantiene en Cataluña, lo que con los tijeretazos por todos lados tiene un enorme mérito.
Se está haciendo un gigantesco esfuerzo desde la profesión para mantener la actividad, con imaginación, sacrificio y esfuerzo extra, a veces a costa de malabarismos verdaderamente circenses, pero no hay milagros. La cartelera se resiente inevitablemente.
Unos buscan la solución en recortar programación, otros en adelgazar las estructuras de gestión, producción y administración. El Lliure ha suprimido espectáculos anunciados y ha decidido acortar la temporada suspendiendo su actividad pública desde final de mayo hasta mediados de octubre. El TNC ha ido recortando títulos las últimas temporadas para poder mantener el nivel de sus espectáculos. El Liceo está sumido en una gravísima crisis, con anuncios de reducciones de plantilla y con anulación también de títulos previstos. El festival Temporada Alta de Girona y Salt tiene que repensar cómo se financia por las circunstancias. Otro festival, el Grec, el de verano de Barcelona se ciñe solo a julio.
Todo el mundo trata de encontrar recetas para capear el temporal pero la impresión es que empieza a faltar masa crítica de la que echar mano. Y que a partir de un punto el sistema puede desequilibrarse definitivamente. La situación es peligrosa y descorazonadora. Y no obstante, la profesión se sigue partiendo el pecho, consigue éxitos importantes y nos ayuda a los demás mortales a sobrellevar la que está cayendo con árnica de belleza, emoción y a veces hasta risas.
Fuente: Rosana Torres/ Jacinto Antón (www.elpais.com)

1 comentario:

  1. ¿Por qué se valora tanto económicamente al oro, y tan poco al teatro, al arte, a la cultura? ¿Por qué existen las joyas, la etiqueta, el lujo... y demasiadas veces se prescinde de la creatividad?

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