Un macabro hotel inquieta a Nueva York



Tétrica, enigmática y poco convencional, la obra Sleep No More, de la compañía británica Punchdrunk, cumple un año en la cartelera de Nueva York y su éxito está lejos de aplacarse. Las entradas cuestan entre 75 y 95 dólares (entre 57 y 72 euros) y son difíciles de conseguir, pero aún así, o precisamente por ello, el misterio que rodea esta adaptación de Macbeth con aires de Hitchcock no ha perdido su atractivo, alimentado por las decenas de artículos que le ha dedicado la prensa. El crítico de The New York Times comparaba la experiencia de asistir a esta función con la ingesta de estimulantes; New York Magazine lo describía como estar dentro de una película de Kubrick; y la irreverente web Gawker ofrecía una guía para aquellos espectadores que quisieran ver todas las escenas sexuales. Dita von Teese confesaba que había ido tres veces a ver el show, Olvia Wilde se ha declarado fan y Elijah Wood dijo que nunca había visto nada semejante; Florence Welch organizó un concierto improvisado allí y la revista Vanity Fair usó la escenografía para un reportaje con Emma Stone.
“Inicialmente estaba pensado que durase seis semanas”, explica Felix Barrett, codirector junto a a Maxine Doyle del montaje. “El público en Nueva York es realmente muy curioso, lo miran absolutamente todo. Los británicos se cortan más”. En esta obra, que se estrenó en Londres en 2005, verdaderamente hay mucho que mirar, como en todas las producciones de Punchdrunk. El desembarco de Sleep No More el marzo pasado revolucionó el barrio de Chelsea, más conocido por sus galería que por sus salas de teatro. Lo cierto es que esta producción tiene elementos de performance y de instalación, marca de la casa de esta compañía fundada en el año 2000. En tres hangares de la calle 27 se construyó el singular escenario, el llamado Hotel McKittrick: un centenar de habitaciones por las que el público merodea con plena libertad. Eso sí, todos los espectadores en absoluto silencio y con el rostro cubierto por máscaras venecianas. Las estancias en las que se representan escenas de Macbeth recrean desde una tienda de taxonomía hasta un hospital, pasando por una botica y una tienda de caramelos cuidando hasta el último detalle. “La idea es difuminar las líneas, que la iluminación tenga la misma importancia que la interpretación, que la música o que la escenografía”, asegura Barrett.
En las habitaciones de Sleep No More hay cartas y dientes, armarios, ataúdes y bañeras, una misa negra, asesinatos y brujas, que han logrado a tener a un buen número de neoyorquinos en vela. No hay recorrido, ni orden establecido, cada cual improvisa su itinerario según se va topando con las distintas escenas que se suceden en las habitaciones y decide seguir, o no, a alguno de los 23 actores que participan en la representación. Y quien se sienta apabullado por las escenas de sexo o violencia puede tomar un respiro en el cabaret-bar abierto durante las aproximadamente tres horas de función. “La atmósfera puede volverse muy intensa y un bar es una buena válvula de escape”, dice Barrett, que ya incluyó uno en su primer montaje cuando aún era estudiante. De hecho muchas de las señas de la producción de Punchdrunk proceden de aquella primera obra para la que ocupó unos barracones abandonados. “La idea clásica de llegar al teatro y ocupar una butaca me parecía frustrante. Quise dar mayor protagonismo a la experiencia del público y situar al espectador en el centro”, explica y menciona entre sus influencias a la Fura dels Baus, Robert Wilson y a la compañía argentina De la Guarda. “Siempre hemos tratado de usar obras bastante icónicas que la gente pudiera conocer, como Antígona o La Tempestad. De Macbeth nos atrajo su dualidad, la idea de un hombre ferozmente ambicioso cuyo talón de Aquiles es el mundo sobrenatural”, asegura. Ahora preparan un obra para niños que estrenarán durante las Olimpiadas en Londres.
¿Es Sleep No More una versión sofisticada de un túnel del terror? “No, se trata más bien de una incursión en la buhardilla de casa de tus abuelos a la que nunca te dejaron entrar”, dice Barrett. ¿Y cuál es el error más común a la hora de entender esta obra? “Pensar que no hay una trama, una historia. Sí que la hay, pero hay que explorar, y como ocurre casi siempre, cuanto más empeño le pongas más sacarás de ello”.
Fuente: Andrea Aguilar (www.elpais.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario