Juan Mayorga y la armada teatral española



Juan Mayorga, madrileño de 46 años, filósofo, matemático, estudioso de Walter Benjamin, discípulo de Reyes Mate y padre de familia numerosa, tiene, además de todo esto, tiempo para encabezar una revolución silenciosa del teatro español; la de los autores cuyos textos triunfan en escenarios de medio mundo. Con él, están Jordi Galcerán, José Ramón Fernández, Rodrigo García, Ernesto Caballero, Angélica Liddel, Lluïsa Cunillé, Luis Araujo, Sergi Belbel y muchos otros... y muy distintos, salvo por ser jóvenes y con mucha carrera por delante.
Mayorga se descuelga ahora con La lengua a pedazos, impresionante texto realizado a partir del Libro de la vida de Santa Teresa de Jesús y otros textos de la que considera “la gran escritora de la lengua castellana”. En este, su estreno en la dirección escénica, narra “un combate entre un guardián de la Iglesia y una monja desobediente”. “La pelea tiene lugar en la cocina del convento. Allí, entre pucheros, anda Dios”.
“En Teresa” —como siempre la llama cuando habla de la escritora— Mayorga encontró “un personaje colosal, un pura sangre”. “Está llena de una pasión absolutamente compleja. Como descendiente de conversos y mujer inteligente que escribe, es sospechosa; toda mujer inteligente lo es, porque desafía el orden. Cuando uno la escudriña, tropieza con reflexiones extraordinarias como la que dice: ‘no hay acierto de mujer que no sea puesto en duda”.
Además de este montaje, Mayorga tiene en cartel (internacional, se entiende) obras en Bélgica, Australia, Estados Unidos, Polonia, Francia, Turquía, Grecia, Brasil, Grecia, Ucrania, Brasil, Italia, Portugal, Corea, Grecia, México, Italia, Portugal y Rumanía... y en París, el director Jorge Lavelli ha llevado a teatros nacionales varias de sus obras.
Una de ellas, El chico de la última fila, llega este año al cine de la mano de François Ozon, con el título de Dans la maison y un reparto encabezado por Kristin Scott-Thomas, Fabrice Luchini y Emmanuelle Seigner. Por si fuera poco, el año que viene se estrenará El cartógrafo en Polonia como conmemoración del 60º aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia.
Acaso por la frecuencia de sus éxitos, Mayorga vive con enorme naturalidad lo de escribir teatro: “Me hace feliz, disfruto construyendo personajes. Me siento útil sabiendo que mis textos provocan reuniones. Para mí el teatro es reunión”. Y eso, que sus obras rara vez provocan una reacción unánime. Pese a que se vean de modo positivo, suelen provocar controversia: “Como decía Müller, los actores convocan a la sociedad para desafiarla y puede dividir a cada espectador; de ahí que tenga una sensación de utilidad. No quiero exagerar, pero a directores en distintos lugares del mundo mis textos les son útiles para provocar una reunión”.
Y sobre el boom de la nueva dramaturgia española, ensaya una teoría: “No tengo claro por qué sucede pero está claro que los autores españoles están siendo capaces de ocuparse de asuntos y encontrar un modo de hablar de ellos universal e inmediatamente comprensible. Antes se habían dado casos puntuales. Por supuesto, Lorca, y más tarde, Buero Vallejo. Valle-Inclán es relativamente desconocido; pero el teatro es un medio muy elástico y somos como una tribu. Es muy fácil que gente de cualquier lugar esté buscando textos y los nuestros puedan interesarles”. De ahí, dice, que sea muy importante el apoyo a traductores, para difundir los textos en el extranjero. “Porque además”, sentencia, “con ello se fortalece la marca España”.
Debut en la dirección
Juan Mayorga, uno de los autores más internacionales de entre la camada de los jóvenes (y de otros que peinan canas como José Sanchis Sinisterra o Josep Maria Benet i Jornet), debuta como director novel con La lengua a pedazos, obra basada en textos suyos y de Teresa de Jesús. Una diatriba entre esta mujer que se convirtió posteriormente en santa y un miembro de la Santa Inquisición, papeles que representan Clara Sanchis y Pedro Miguel Martínez. Sonríe cuando se le pregunta si escribiendo el texto se ha acordado de El gran Inquisidor, un relato de Dostoievski, que forma parte de Los hermanos Karamazov y, que muchos teatreros, incluido Peter Brook, han llevado a escena. Entre otros, el propio Mayorga, que hace muchos años abordó una “modesta versión”.
La obra va a ser representada en varias sedes del Instituto Cervantes, como la de Tel Aviv, Belgrado, Bremen… al tiempo se espera que realice una gira por la geografía española y americana.
“Cuando uno se encuentra con un personaje así, el riesgo es enamorarse de él y que se convierta en alguien incuestionable; y decidí construir otro personajes capaz de sostenerle la mirada. Es una obra que puede interesar a la gente que participe de las creencias de Teresa, o no, porque tiene valor para cualquier espectador, sea o no creyente y hay posiciones que van a resonar muy actuales en el espectador contemporáneo”, dice de esta pieza en la que el propio Mayorga ya no sabe bien cuáles son frases de Teresa o de él, que ha puesto indistintamente en boca de los dos personajes.
Será otro triunfo porque este autor en los últimos años no conoce otra cosa. Prueba de ello es como se representan por medio mundo obras suyas. Para otoño se espera su próximo proyecto al que ha llamado Si supiera cantar, me salvaría, que dirigirá Cuco Afonso e interpretará, junto a otro actor, Juanjo Puigcorvé.
“A Teresa llego a través de Reyes Mate, maestro y amigo”, dice del filósofo que le dirigió su tesis cuyo título era Revolución conservadora y conservación revolucionaria. Política y memoria en Walter Banjamin. “Me hizo volver a mirar a Teresa y me encuentro fundamentalmente dos cosas, primero una palabra extraordinaria, a uno de los más grandes escritores en lengua castellana de todos los tiempos, ha tensionado la lengua hasta donde muy pocos lo han hecho y sentí inmediatamente que quería ganar esa palabra para el teatro, porque hay unas construcciones y un ángel de la lengua que merece ser compartido por los espectadores; tiene una palabra que posee un valor especial al ser pronunciada, y lógicamente me pregunté qué pasaría al escucharla. Ese fue mi primer desafío”.
Releyendo los libros y la correspondencia de esta mujer, que con los años fue santificada por el Vaticano, Mayorga elije un momento fundamental, que es el de la primera fundación que acomete. “Ella es de la Encarnación y muchos monasterios eran hoteles, donde se retiraban grandes damas con su servicio y entraban y salían unos y otros, pero Teresa, en secreto y en un ejercicio de rebeldía, funda con unas pocas compañeras el monasterio de San José, donde decide, con otras doce monjas y la prioras, volver al cristianismo primitivo; es una refundación del cristianismo con voto de pobreza y viviendo de limosna, y se enfrentan a esos monasterios en los que entran señoras que nunca dejan de serlo, mientras ella busca una utopía igualitaria”.
El dramaturgo opina que Santa Teresa “que tiene una religiosidad enormemente sexual”, lo que tiene con el inquisidor es un combate, ya que él de alguno modo plantea un juicio a Teresa ante el siglo XVI y ante la historia. “Y es objeto de dos juicios simultáneos, ya que también se expone ante la asamblea de espectadores contemporáneos”, dice este autor que ha vivido el paso a la dirección como algo natural, ya que siempre ha estado muy implicado con los directores de escena de sus obras: “Claro, que ha sido fundamental y providencial encontrar la gente con quien hacerlo”, dice del equipo con el que se ha lanzado a este proyecto que tuvo un presupuesto inicial de 0 euros. Para Mayorga dirigir es escribir con otros medios: “Me he dado cuenta de la dificultad de la dirección, y ahora respeto más a los directores. Ahora he sido escritor en el espacio y en el tiempo y me ha permitido explorar más”, reflexiona y afirma que para él este espectáculo es “la celebración de la lengua española; con personajes extremos, y por eso son intempestivos e impresionantes, están en el extremo opuesto de la clase media moral que domina nuestro tiempo, creo que hoy vivimos dominados por unas grandes preocupaciones como la crisis de los cuarenta, la arruguita, la imagen y esta gente que está en la función son puras sangre, son capaces de pronunciar palabras mayores: amistad, amor, silencio”.
Fuente: Rosana Torres (www.elpais.com)

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