Una visión contemporánea del baile flamenco



Una nueva aventura estética para Aída Gómez, que aceptó la invitación de la Suma Flamenca para presentar su personal visión del baile de tradición. Como ella misma ha declarado en multitud de ocasiones, se siente bailarina española en su globalidad, en ese todo que abarca las distintas facetas que pueden ir de lo más vernáculo a lo experimental. El baile flamenco, en su especificidad y en contra de purismos que suenan retrógrados ya hoy en día, es parte de ese patrimonio distintivo del arte español, probablemente, junto a la pintura, el gran valor que nos represente. Para Adalí [que significa Madrid en lengua calé], Gómez se ha rodeado de un músico de experiencia con la danza, lleno de inspiración y de los pocos del género, con una clara conciencia de la escritura musical para el teatro de baile: Juan Parrilla; y sobre el escenario, dos bailarines muy distintos entre sí, pero que ambos han compartido con Gómez otras gestas coreográficas: Christian Lozano y Eduardo Guerrero.
La bailarina ha cedido terreno y la coregrafía la firman entre los tres, pues la obra se ha gestado con enorme complicidad entre Parrilla y los tres bailarines en un duro trabajo contra reloj. Gómez dice: “Dentro de ese universo que es la danza española, el arte del baile flamenco ocupa su lugar, señero, importante, definitorio e influyente. Si el siglo XX fue el de la entronización del flamenco teatral, el XXI será también el de enfrentar esas poderosas tradiciones de cara al futuro. Y el reto tanto está en conservarlas como en que sean recreadas con la visión de nuestra época y nuestros gustos actuales. Ese es el destino dialéctico de un baile mayor lleno de misterios”.
No se mantiene indiferente ante el impacto a un público fiel acostumbrado a productos más ortodoxos: “La estética del ballet flamenco, moderna ya en sí misma desde sus comienzos, ha sabido adaptarse a la rapidez y radicalidad del arte contemporáneo. Y es que el baile flamenco es arte moderno de verdad. En su momento estuvo asociado a las vanguardias y a los artistas más punteros y esa es su fuerza y su principal valor de trascendencia. La rueda del experimento y la renovación hay que asumirla como un proceso necesario”.
Adalí está ideado como “un viaje al interior pero no al pasado del flamenco. Música y coreografía quieren enlazarse mirando hacia adelante, y eso lo ejemplificamos ya en el prólogo con diálogo entre lo ancestral y la técnica; será una invitación para recorrer una senda de esencias con el espectador. Nuestro cuaderno de viaje empieza con una reverencia a los grandes”, puntualiza la artista madrileña, actualmente residente con su compañía en el Teatro de Pozuelo y en este campo aclara: “La experiencia está siendo gratificante y con Adalí, facilitado por su formato, queremos emprender una larga gira nacional e internacional, aportar nuestra visión renovada”.
Aída Gómez lo tiene claro en cuanto a los elementos canónicos: “Nuestros símbolos son nuestra herencia, y están tanto en los ingredientes plásticos y las figuras como en las marcas sonoras, los palos y estructuras que dotados de su propia poesía, y con su entraña vital, convertimos en lenguaje bailado y en teatro de la danza. Rondeña, farruca, alegrías, tangos, seguirilla, soleá… han sido tratados por nosotros con la seriedad que imponen el sólo mencionarlos. Son los bailes que conceden el dibujo inicial para la nueva creación coreográfica, y la inspirada música de Juan Parrilla ha trabado una serie de referencias armónicas y clásicas en que las instrumentaciones se alimentan de nuestro rico acerbo sinfónico”.
Un trío de ases en escena que deben asumir toda la velada: “Baile coral o baile solista, y hasta algún delicado regalo instrumental, tienen la intención de junto al disfrute poner un importante aviso: somos lo que bailamos”.
Fuente: R. S. (www.elpais.com)

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