Shakespeare reina en Britannia
Fuente: Carlos fresneda (elmundo.es)
Del 450 aniversario de su nacimiento al 400 de su muerte, que ya queda poco. Cualquier excusa es buena para exhumar a Shakespeare, en Londres o en su Stratford natal, en versión clásica o adaptada a los tiempos que corren, que para eso fueron escritas. Resucita Ricardo III, vestido como Muamar Gadafi, en tiempos de Margaret Thatcher. Llega por fin al teatro la oscarizada 'Shakespeare in love'. Julio César alterna la toga con los ropajes isabelinos en el momento de su inevitable muerte en el Globo. Y Hamlet da la vuelta al mundo hasta recalar a orillas del río Avon, junto Macbeth y Enrique IV, en dos partes y en diez actos. Shakespeare hasta en la sopa...
ACTO I. Entra Gloucester (o sea, Ricardo III), vestido como un perfecto tirano, con los galones colgando del uniforme y haciendo de contrapeso a la consabida joroba. Hay que hacer un vertiginoso salto mental de cinco siglos: estamos en 1978, la convulsión social ha allanado el terreno a un golpe de estado y el rey se ha convertido en el gran dictador, dispuesto a llenar de sangre las calles de Londres. Las jovencísimas acomodadoras del Trafalgar Studios invitan amablemente a quienes se sientan en las primeras filas a que se pongan unas camisetas, regalo de la casa, para protegerse contra las salpicaduras de sangre (falsa) que llenará el escenario.
Rodarán cabezas. Sonarán cuchillos. Habrá incluso un sonoro estrangulamiento usando el cable telefónico. Pero la cascada de muertes no empezará hasta el final del primer acto, cuando se lleven al Duque de Clarence a las mazmorras de la Torre de Londres. Habla Gloucester (o sea, Martin Freeman) y deja en el aire las palabras del famoso monólogo, que resuena con toda su carga política: "Ahora el invierno de nuestro descontento se vuelve verano...". El silencio expectante deja paso a la devoción absoluta. Hay mucha gente joven en el teatro: la generación del 'Hobbit', que viene sobre todo a aplaudir a su héroe improbable y que no puede reprimir el entusiasmo a la salida del soliloquio.
Freeman ya está acostumbrado. Las críticas han sido buenas y no tan buenas, pero la acogida del público -puesto en pie en plena función- ha desbordado las previsiones. Y el primer sorprendido es el director, Jamie Lloyd: "No sólo aplauden a Martin, sino que se vuelcan con todos los actores. Nunca he visto una recepción tan entusiasta de Shakespeare. Para mucha gente, es su primera experiencia teatral. Se dejan llevar por los impulsos, e incluso gritan al final. Puede que a algunos le moleste, a mí me parece espléndido".
A Lloyd, que el año pasado causó sensación con el 'Macbeth' futurista y distópico, a la medida de James McAvoy, le han caído también críticas por la osadía de trasladar Ricardo III a 1979, en aquel otro "invierno del descontento" que abonó el terreno a Margaret Thatcher. Las comparaciones son inevitables, y hay quien ve las trazas de la Dama de Hierro en la crueldad gratuita del 'rey monstruo', que pisa los cadáveres sin necesidad de salir de su oficina, dando sus órdenes a golpe de teléfono rojo.
Ajeno a las connotaciones políticas, a los peros de la crítica y al calor de su público que hace cola para pedirle un autógrafo, Martin Freeman admite que ha sudado lo suyo para enfrentarse a su "primer Shakespeare profesional". A sus 42 años, con su larga trayectoria televisiva ('La oficina', 'Sherlock' o 'Fargo'), el humilde actor británico reconoce que ha sido como quitarse "más de 20 años de encima y volver a la escuela dramática". Digamos que Freeman se aplicó a sí mismo la moraleja del 'Hobbit':"Tú no eres tú hasta que la vida no te da una patada en el culo". En declaraciones a EL MUNDO, cuando ya acariciaba la posibilidad de su primer Shakespeare en el West End, el actor expresaba así su deseo de no dejarse atrapar por Hollywood y salir de su "zona de confort": "No somos realmente nadie hasta que no nos ponen a prueba. Si permaneces el suficiente tiempo en el planeta, la vida te pondrá zancadillas. Es así como maduramos, entre la felicidad y la desdicha, entre la complacencia y los nuevos retos". En su debut 'shakespeariano', Freeman ha encontrado además una sorprendente coincidencia: "Creo que Shakespeare fue quien creó realmente el Gollum hace más de 400 años. Ricardo III tiene algo de ese ser deforme, mutado y maligno, con una personalidad esquizofrénica que explota en situaciones límite. Sí, definitivamente Ricardo es el Gollum".
La experiencia teatral ha sido un "feliz reencuentro", asegura Freeman, que venía de su particular "invierno del descontentos" (el rodaje de Fargo) y se prepara ya para meterse de nuevo en la piel de Watson para la nueva entrega de 'Sherlock'. Con Ricardo III, además, ha logrado quitarse el estigma de 'Mr. Nice Guy': "Me he reencontrado con esa parte oscura que todos tenemos y con la que hay que estar periódicamente en contacto si uno quiere mejorar como actor". Shakespeare le tienta al eterno Bilbo, que una vez superadas las dudas piensa lanzarse todas la veces que sea posible a la eterna aventura en el West End, posiblemente otra vez bajo la batuta de Jamie Lloyd, que se ha propuesto poner al día los dramas históricos y las tragedias. "Así es como nos forjamos como actores en este país, recitando a Shakespeare, pero con los pies en la tierra", recalca Freeman. "Los ensayos son la búsqueda y el escenario es donde nos ponemos a prueba. Cambiar de piel, asumir riesgos: ésa es nuestra ley de vida. Estamos habituados a recitar largos monólogos... y también a que nos interrumpan".
(Muere Ricardo III en el quinto acto, en la puesta al día de la batalla de Bosworth. La corona acaba en la cabeza de Enrique VII, fundador de la dinastía Tudor, que encuentra en Shakespeare su más poderoso propagandista).
ACTO II. Entra Shakespeare, aquejado del temido bloqueo del escitor (he ahí la ironía, en un autor que firmó 37 obras teatrales y 154 sonetos). Estamos ahora en 1593, en pleno apogeo del teatro isabelino. El aspirante a dramaturgo se gana la vida como actor en el teatro 'The Rose' mientras se codea con autores como Robert Greene, que le describe como "un tigre envuelto en piel de comediante". En un prodigioso salto sin red, el joven William decide quemar la comedia que tiene entre manos -'Romeo y Ethel', 'la Hija del Pirata'- para reescribir con sus pavesas una tragedia: 'Romeo y Julieta'. Arrancan las audiciones para el papel de Romeo, y al dramaturgo en ciernes le sorprende la actuación de un jovenzuelo imberbe llamado Thomas Kent. Lo persigue por las brumas londinenses, y es así como llega a los brazos de Viola de Lesseps(incapaz de revelarle que ella es en realidad Thomas Kent y que se disfrazó de hombre para cumplir su sueño de debutar en el teatro).
Con la ayuda impensable de Philip Marlowe (otro de tantos guiños en el guión), William se convierte en protagonista de su propia comedia de enredo: 'Shakespeare in Love'. Muchos se sorprendieron cuando la película se impuso a 'Salvar al soldado Ryan' con siete Oscars. El secreto estaba realmente en el guión a cuatro manos de Marc Norman y Tom Stoppard, el gigante de la dramaturgia británica, deudor de Shakespeare hasta la médula. El filme se ha hecho ahora teatro en los escenarios londineses, a tiempo para el aquelarre 'shakespeariano' del 450 aniversario. Stoppard se ha desmarcado en última instancia de la adaptación, aunque ha cedido los hilos a Lee Hall (el mismo que adaptó 'Billy Elliot') y al director Declan Donnellan.
Lucy Briggs-Owen, que debutó con 'El sueño de una noche de verano', toma el testigo a Gwyneth Paltrow en el doble e intenso papel de Viola/Thomas. Tom Bateman, que estuvo en la última versión de Mucho ruido y pocas nueces y en la teleserie Los demonios de Da Vinci, releva a Joseph Fiennes y se mete en la piel del enamoradizo Shakespeare (que llevaba ya más de una década casado con Anne Hathaway y vivía una segunda juventud a solas y en Londres). Las reservas que existían hacia la película se han multiplicado ahora por diez a la hora de la versión teatral, pendiente aún del veredicto de los críticos. Más de 26 actores recrean en el Noel Coward Theatre la inmersión total en el mundo 'shakesperiano', que ha tardado sin embargo 16 años en fraguar... "'Shakespeare in love' estaba pidiendo a gritos que lo llevaran al teatro", sostiene la productora Sonia Friedman.
ACTO III. Roma. Año 44 antes de Cristo. El Senado en sesión. En una calle contigua al Capitolio, muchedumbre de gente. Suenan las trompetas. Entran César, Bruto, Casio... Aquí no hay trampa ni cartón. Estamos al fin y al cabo en El Globo. No en el original (demolido en 1644), sino en la reconstrucción al sur del Támesis, fechada a finales del siglo XX, con esa circunferencia porticada que envuelve a actores y espectadores en un halo humeante. A cielo descubierto sobre el proscenio, para intensificar aún más la sensaciones. 'El Julio César' dirigido por Dominic Dromgoole ha tomado el relevo al 'Tito Andrónico' y será la obra cumbre del verano (luego llegará 'Marco Antonio y Cleopatra'). Todo destila el sabor del clásico, aunque el emperador George Irving alterna las togas con ropaje de la era isabelina, y también los senadores, como dando proyección a la historia de la traición.
El Globo gira, y de aquí partió en abril la vuelta al mundo de Hamlet, que lleva ya recorridos 25 países y llegará a los 205. En enero tocará puerto en España. La gira concluirá el 23 de abril del 2016, coincidiendo con el 400 aniversario de la muerte del bardo. En Stratford-Upon-Avon, la ciudad natal de Shakespeare, andan todavía exprimiendo el otro aniversario, el 450 de su nacimiento. "Morir, dormir, no despertar ya nunca"... El actor Rich Bum recita incansable el soliloquio de 'To be or not to be' en la casa-museo donde nació el dramaturgo. Se trata obviamente de la escena más solicitada por los visitantes, que pueden elegir en 25 fragmentos de las 37 obras. Rich Bum, de 25 años, es uno de los actores estrella de 'Shakespeare Aloud' (Shakespeare en Alto), que lleva las obras del bardo a las calles atestadas de turistas de la plácida ciudad medieval. «Aquí nací y aquí vuelvo una y otra vez, a reponer fuerzas hasta la próxima gira invernal», asegura Bum.
La segunda obra por orden de preferencia es 'Macbeth', recién reclamada por un grupo de estudiantes franceses. Aunque tanto él como Martin Smith, de 61 años, su veterano compañero de reparto, están deseando que alguien les pida -a gritos si es posible- el arranque de 'Enrique IV' (que por cierto reponen durante todo el verano en el Royal Shakespeare Theatre, a la vuelta de la esquina).
Londres. Una sala del Palacio Real. Entran el rey Enrique, Westmoreland. Habla el Rey Enrique: "Estremecidos, pálidos aún de inquietud, permitamos respirar un instante a la paz aterrada...".
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