Helena Pimienta: "Cuando uno se siente agraviado, no es capaz de sentir ni de amar y está perdido"


Fuente: Julio Bravo (abc.es)
La Compañía Nacional de Teatro Clásico mantiene desde hace años un idilio con el festival de Almagro. De hecho, no podrían entenderse el uno sin el otro. El certamen es la residencia veraniega del conjunto, que en cada edición pone en pie un nuevo montaje en el Hospital de San Juan, que desde 1993 es su sede. Este año no será una excepción, y Helena Pimenta, su directora, ha elegido «Donde hay agravios no hay celos», una comedia de Francisco Rojas Zorrilla, con versión de Fernando Sansegundo y dirección de la propia Helena Pimenta. David Lorente, Jesús Noguero, Óscar Zafra, Rafa Castejon, Marta Poveda, Clara Sanchis, Fernando Sansegundo, Natalia Millán y Mónica Buiza componen el reparto
-¿Qué le ha llevado a elegir esta obra?
«Es una comedia deliciosa -explica Helena Pimenta- que tuvo un éxito increíble. Hay datos de sus muchas representaciones en España en los siglos XVII y XVIII. Una obra de las de «arrasar en las taquillas». La tomaron los franceses y los ingleses como modelo, y extrañamente desapareció. Volvió a aparecer como zarzuela y en otras formas escénicas durante el siglo XIX... Es un texto incuestionable y posee una carpintería teatral extraordinaria; es una de las grandísimas comedias de nuestro siglo de Oro, que no se había hecho nunca en la Compañía, y era de justicia recuperarlo. Es mi responsabilidad sacar a flote títulos como éste, que como comedia tiene rasgos de perfección, y que yo comparo con las grandes comedias de Shakespeare.
-¿Y cómo se afronta?
-Se trabaja desde la verosimilitud. Siempre se ha hablado de que las comedias españolas, como hablan del honor, de la virtud, de la virginidad..., son muy difíciles de conectar con la sociedad actual, de encontrar las referencias que el público pueda reconocer. Y lo que tenemos es que crear un contexto que la haga creíble. Y aunque los temas puedan estar alejados de nuestra realidad, hemos de rescatar su gran comicidad en, por ejemplo, la construcción de personajes. Es una obra muy coral, con personajes deliciosos -los tres femeninos son magníficos-. Es un texto calderoniano, pero por otro lado reivindicativo y muy crítico.
-¿Cuál es ese punto de enganche con la sociedad actual?
-Me costó encontrarlo. Me llamaba la atención el título y la palabra agravio. Y pensé que a veces jugamos con el término con cierto victimismo Nos sentimos agraviados y justificamos una cantidad de actitudes heroicas que, en mi opinión, se acerca del centro, de la imperfección del ser humano. Era evidente que la obra trataba de hacer una parodia o una crítica del sentido del honor exacerbado, que a día de hoy ya no existe, por lo cual podía perder cierto valor. Pero existe de muchas formas. Seguimos forjándonos rígidos credos para protegernos; nos consideramos los guardianes de la moral, no importa el color ni la ideología. Y eso nos da una superioridad moral con respecto a los demás, con lo cual nos alejamos cada vez más de la verdad. Hacemos un discurso de apariencias y no un discurso real. Este ha sido mi punto de partida, al que hay que sumar un aspecto característico de Rojas Zorrillas: los apartes. Media obra está escrita en apartes, y la reflexión que hicimos Fernando Sansegundo y yo es que los personajes no se atreven a hablar sinceramente de forma directa. Tenía que ser en un aparte al público o en un monólogo. Al principio nadie habla, todos están heridos. Nadie es capaz de razonar. Pero conforme transcurre la obra, y llegamos a la tercera jornada, los apartes empiezan a desaparecer, y los personajes empiezan a ser capaces de verbalizar sus pensamientos. Y es cuando llega el perdón, cuando llega el amor. Cuando uno se siente agraviado, no es capaz de sentir ni de amar, y está perdido. El silencio y la incapacidad de expresar lo que se siente es otro lazo con el presente que he utilizado.
-Todo ello dentro de una comedia.
-Es que la obra posee una carpintería única, con una sola trama, lo que no es nada habitual, con ocho personajes sobre los que recae toda la acción y a los que cruza para conseguir una coherencia cómica y argumental impresionantes. Siempre me gusta trabajar la comedia desde el trasfondo, no me gusta trabajarla de un modo superficial.
-¿Los apartes son una complicación para la puesta en escena, sobre todo cuando hablamos de una comedia, que exige su ritmo?
-Fue la primera complicación que yo vi, y el primer elemento de provocación. Y comprobé que los apartes bajan de número en la segunda jornada y casi desaparecen en la tercera. Es decir, los personajes están muy solos y no son capaces de hablar entre ellos, porque están limitados por las reglas sociales en toda la primera parte. Y van aceptando y aprendiendo a comunicarse. Hay una dinámica muy bonita de juego de voces, y yo lo he resuelto creando un universo propio, con los ocho personajes que forman un coro. A mí me gusta unir los montajes a mis sentimientos actuales, y en ellos hay muchos silencios, muchas cosas que no decimos por miedo a perder algo o por miedo a hacer daño a nuestros hijos. Me siento orgullosa de lo que me ha tocado vivir, muy afortunada de estar donde estoy, pero al mismo tiempo muy responsable, y necesitaba expresar el dolor por la herida que tienen en este momento las artes escénicas y también la ilusión y lo importante que es para nosotros el rito, la ceremonia.

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