Juan Carlos Pérez de la Fuente: “El teatro público debe hablar de la corrupción política”
Fuente: Bruno García Gallo (elpais.com)
La alcaldesa de Madrid, Ana Botella (PP), puso ayer el Teatro Español en manos de Juan Carlos Pérez de la Fuente. Para hallar sustituto a Natalio Grueso, que dejó el puesto el mes pasado, el Ayuntamiento había convocado en mayo a un comité de expertos. Esta semana, ese jurado ofreció a Botella su terna de finalistas de entre 27 aspirantes. Gerardo Vera e Ignacio García lograron siete votos; Pérez de la Fuente, cuatro. El Partido Socialista y UPyD han acusado a la alcaldesa de “politizar” una decisión que debería haber tomado según criterios artísticos.
Pérez de la Fuente niega ser “el chico de la derecha”. Dirigió el Centro Dramático Nacional entre 1996 y 2004, cuando gobernaba José María Aznar (esposo de Botella). “Pero lo que habla de mí es mi programación”, explica en su piso del barrio de Prosperidad.
“Yo no creo que los teatros públicos tengan que estar enfrentados con el poder, pero sí enfrente. Y me gusta jugar a lo que no se espera”, añade. Si cumple su palabra, no será cómodo para el PP.
Presume de programar a Alfonso Sastre que, además de uno de los grandes autores españoles del siglo XX, ha sido defensor y candidato electoral de Batasuna. Y quiere llevar a las tablas una obra sobre corrupción política. “Si ser de derechas es esto...”, reflexiona con cierta tristeza.
Promete obras que “conecten con los conflictos de los hombres y mujeres actuales y su proyección hacia el futuro”.
¿Cuáles son los conflictos que están en la calle? Para mí, el principal son los escándalos de los políticos. Hay que hablar de ellos en el teatro. ¿Dónde están los textos? Los que no estén escritos, se escribirán. Un teatro que no conecte, que no esté enraizado con los conflictos de la calle, es un teatro museístico.
El teatro es conflicto, sin conflicto no hay teatro, y esos son los conflictos que están en la calle. Si el de ahora es Bankia, habrá que hablar de Bankia. A mí me preocupan lo mismo que al resto de españoles: que no sabemos adónde vamos, que no hay trabajo, la corrupción... Hay que coger esos conflictos y subirlos al escenario.
¿Eso es hacer política? Claro, política hacemos todos. ¿Y la ideología cuál es? La que vaya saliendo en cada momento.
Su principal traba puede ser la falta de presupuesto que arrastra el Ayuntamiento de Madrid desde hace años ya.
Quiero que el Teatro Español sea la casa de la autoría española. La globalización es una realidad rotunda. Pintamos poco. Nuestras propuestas se tienen que ver en América y en Europa. Posiblemente me digan que no hay dinero. Bueno, pues mi obligación es buscarlo.
El teatro privado en España casi no existe, y lo digo con orgullo. Tenemos que hacer coproducciones con otros teatros públicos. A veces habrá que buscar patrocinios. No creo que sea malo. Ahora, sin rebajar un ápice la excelencia artística. Hay una idea en España de que si buscas patrocinios tienes que hacer un tipo de teatro mucho más amable. Eso no me interesa. Si mañana un refresco quiere que la vida sea maravillosa, yo no soy el cliente ideal.
Defiende un “teatro culto y popular al mismo tiempo”, en el que “el público sea el principal referente y en el que tengan cabida todos los públicos”. ¿Cómo?
Mi reto es hacer teatro de calidad, no aburrido y con público. No me quiero quedar en las minorías, soy ambicioso. Hay mucho público dormido, y tengo que saber seducirlo. Por ejemplo, quiero mantener encuentros con las embajadas para buscar a gente de otras nacionalidades a las que interese el teatro. Debo salir a la caza de nuevos públicos. He pensado también en hacer cada 10 ó 15 días una clase magistral en la que dramaturgos importantes, desde José Sacristán a Roger Coma, nos recuerden por qué hay que ir al teatro. No una conferencia, seducir para que la gente venga al teatro.
La gente puede decir, yo no quiero ir al teatro. Pues perfecto. Pero si una persona está en paro y no tiene dinero para ir, la responsabilidad es mía. Habrá que abrirles las puertas. No es una utopía, debe ser una realidad.
Propone usar las Naves del Matadero para “explorar un teatro para adolescentes”, “la edad más convulsa, creativa y ávida”.
Me gustaría que en la Sala Dos pudiéramos canalizar las historias que les interesan porque las hay, que les escuchemos. Es la edad más maravillosa, y la más terrible. Si se pueden encauzar todas esas energías, tienen mucho que decir. Y esa es labor del Teatro Español. No es teatro de profesionales para ellos sino teatro con ellos. Mi obligación en un espacio público es hacer cosas distintas.
Por cierto, hay que dar nombres a las salas. Si algo nos sobra en España son autores y directores. Seamos generosos, no le pongamos Sala Verde o Sala Azul. Tenemos a tantos autores olvidados, como Ramón Gómez de la Serna. A lo mejor una de ellas se debe bautizar como Max Aub.
¿Qué le parece que el Ayuntamiento quiera dejar la gestión del Teatro Fernán Gómez en manos de empresarios privados?
Voy a dirigir el Teatro Español y las Naves de Matadero. En el resto de salas municipales, sólo aconsejaré, según me han dicho.
El Fernan Gómez lo conozco muchísimo, pero todo ese enredo de privatización o no privatización necesito que me lo aclaren. Creo en lo público y lo defenderé.
¿Dirigirá usted montajes?
La programación está hecha hasta enero, y me viene bien. Yo la primera temporada no quiero dirigir nada. Lo primero que debo hacer es sentarme, serenamente, a analizar y ver, son muchos los problemas y las iniciativas en marcha. Sí quiero dirigir, más adelante, El arquitecto y el emperador de Asiria, que es lo mejor que ha escrito Fernando Arrabal. Y quiero revisar a Max Aub.
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