Teatro busca cobijo



Fuente: Sílvia Hernando (elpais.com)
Como un círculo que se cierra, una enorme nave industrial dedicada en su día al reciclaje de papel y cartón se recicló ella misma en 2010 en centro de creación escénica. Desde entonces, Kubik Fabrik, como se llama el proyecto, ha acercado a los vecinos del barrio de Usera, en la periferia madrileña, algo que en ocasiones puede parecer el coto exclusivo del centro de las ciudades: el arte. Pero tras dos años en funcionamiento, durante los que decenas de compañías han ensayado y presentado allí montajes de piezas de teatro, danza o circo, han topado de bruces con la burocracia. Con el local clausurado hasta nueva orden, para este marzo ya han encontrado quién les cobije temporalmente: el Matadero de Madrid.
En el plató de la cineteca del centro cultural, tendrán lugar este mes las funciones André y Dorine, de Kulunka teatro, Claudio, tío de Hamlet, de Ozkar Galán, Nuestra señora de las nubes, de Arístides Vargas, y el espectáculo infantil Un lugar para vivir, de Magda Labarga. Además, y como acostumbran, se presentarán varios semimontajes, representaciones de unos 20 minutos de los ensayos de piezas, sobre las que el público puede opinar y evaluar con sus comentarios como parte del ciclo Croquis, basado en el formato anglosajón de las scratch nights, centrado en la experimentación y la innovación en las diferentes fases del proyecto escénico, y que convierte al espectador en agente creador.
A partir de abril, todo queda en el aire. “Nos han pedido insonorizar la sala para un nivel de ruido como si fuera una discoteca, lo que cuesta entre 80 y 100.000 euros”, cuenta el actor y autor Fernando Sánchez Cabezudo, uno de los gestores. “Y eso es imposible para nuestro presupuesto”. Esta situación de incertidumbre, que se prolonga desde hace cerca de cinco meses, añade, es “bastante kafkiana”: mientras que por una lado la burocracia consistorial los tiene paralizados, por el otro, tanto el propio Ayuntamiento de Madrid como los vecinos del barrio de Usera y otros agentes artísticos de la capital (“desde Miguel del Arco a Alfredo Sanzol, Pepe Viyuela...”) se han volcado a la hora de apoyar su empresa. “La conclusión es que la normativa no refleja este tipo de propuestas: no hay facilidades”.
Las opciones de futuro pasan bien por rubricar un acuerdo (este viernes confirmarán o desmentirán esta posibilidad en rueda de prensa) o por una difícilmente asumible campaña de financiación para recaudar el dinero para insonorizar la sala, con capacidad para 70 butacas. “Es muy complicado, porque este no es un proyecto para forrarse”. Para levantarlo, el equipo de Kubik Fabrik, conformado por cuatro personas más una serie de colaboradores voluntarios, ha ido colectando fondos a través del crowdfunding vecinal, que les ha “nutrido moral y económicamente”, y de unas recientes ayudas del Ministerio de Cultura y del Ayuntamiento. En sus dos años de andadura, han atraído a un 60% de público autóctono de Usera, uno de sus principios fundacionales. “Además de ser más barato, el hecho de asentarse en una zona industrial menos colonizada te pone en contacto con el barrio, y te permite un mejor trabajo de fidelización”, cuenta Sánchez Cabezudo. “Somos un proyecto que quiere ir de lo local a lo internacional”.
Las cerca de cinco decenas de compañías de procedencias y objetivos diversos que usan anualmente sus instalaciones para ensayar y mostrar sus montajes –a razón de una por semana, grosso modo–, se quedan así, al menos por ahora, sin un espacio en el que testar sus proyectos en desarrollo. Tampoco se representarán los montajes que Kubik, que nació como compañía en 2005, prepara expresamente para su fábrica, y que ya llevan todo este año parados “por las dificultades de gestión”. Ni se continuará con las labores de asesoramiento a compañías, con los cursos y las residencias artísticas o con la creación de una ludoteca en la nave industrial que ayude a acercar la escena a los niños y, con estos, a sus padres, ni con la implantación de una biblioteca-librería especializada en teatro. “Queremos crear un lazo familiar dentro del barrio para el desahogo cultural”, concluye Sánchez Cabezudo. “Pero por el momento no hay una solución inminente ni ganas de agilizarla por parte de la administración”.

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