La antigua sede de la Filmoteca reabrirá como teatro



Fuente: Meritxell Pauné (lavanguardia.com)

El número 33 de la avenida Sarrià volverá a albergar espectáculos. El antiguo cine Aquitània, sede de la Filmoteca de Catalunya hasta 2011, empieza una nueva etapa. La empresa Activitats & Realitats S.L., responsable de la programación del Teatreneu en Gràcia y el cine Alexandra de Rambla Catalunya, impulsa las obras de adecuación de esta pequeña sala de la Nova Esquerra del Eixample.

Según ha podido saber LaVanguardia.com, la reforma será de pequeño calado y empezó el pasado 1 de marzo. La empresa prefiere, por ahora, no revelar los detalles del proyecto artístico que devolverá a la vida el Aquitània, aunque las dimensiones del espacio permiten poco margen de maniobra. Sigue el esquema típico de un cine de barrio, con una única sala de proyección, un vestíbulo reducido, lavabos segregados, camerino y taquillas estrechas en el túnel de acceso.

No permitirá grandes montajes, pero en cambio encaja a la perfección con el tipo de espectáculos de pequeño formato que han consolidado las salas donde opera la empresa, en especial el Teatreneu, que dirige Josep Salvatella desde hace más de 20 años. El precio asequible y la variedad de géneros -monólogos, combates de improvisación, magia, performance poéticas y cuentos infantiles, entre otros- permiten sortear la crisis y captar a un público más transversal.

Sacos y rumores
El único síntoma visible de la nueva etapa son los sacos de escombros que los obreros apilan en la acera y en el pasadizo de acceso al antiguo cine. Siempre a oscuras, luce aún los carteles de la Filmoteca con la programación de 2011. Un chatarrero de tez oscura merodea por la acera con un carrito de la compra y pregunta si alguien conoce al capataz de las obras, por si retiran metales o material reciclable que él pueda llevarse.

El bar annexo, llamado Film Cafe, se ha mantenido en funcionamiento pese al cierre de la sala y ahora lo regenta una esmerada familia china. El local luce la misma decoración que antes y no le faltan clientes, que desayunan o leen el periódico con parsimonia, aunque quizá con un aire menos cinéfilo que antes. La mujer que atiende la barra afirma que sí, que volverá a abrir la sala, pero que desconoce qué espectáculos ofrecerá. “Cine y teatro, creo, pero… ¡no sé!”, responde siempre sonriente.

El nuevo destino del Aquitània ya empieza a dar que hablar en el vecindario. En la farmacia colindante, clientas y dueña conversan sobre el local. “Todo el mundo nos pregunta, ¡qué misterio!”, exclama la última. En una librería cercana, en la calle Buenos Aires, también hacen quinielas sobre la antigua Filmoteca, que “tanta vida daba al barrio”.

Cultura de proximidad
Las cercanías de Francesc Macià no tienen la tradición cultural de otras zonas de la ciudad, como la Gran Vía o el Paral·lel. Pero custodia pequeños centros culturales de proximidad, como el reabierto teatro Akadèmia (Buenos Aires/Villarroel), el museo y centro de estudios del deporte Doctor Melcior Colet (Buenos Aires/Casanova) y la sala de fiesta y espectáculos Luz de Gas (Muntaner 246). Justo al lado de la antigua Filmoteca hay otro local cultural en obras, el estudio de danza Jorge Fernández-Hidalgo. Y en la librería y café +Bernat (Buenos Aires/Borrell) también programan actividades culturales, como presentaciones de libros, exposiciones fotográficas, clowns, teatro e incluso mercadillos de artesanía.

En medio de este paisaje, el Aquitània ha jugado durante décadas un papel singular. No competía con las salas de proyección generalistas, sino que se especializó poco a poco en cine independiente e ideológico. Desde 1969, mucho antes de acoger la Filmoteca -que empezó su andadura en Travessera de Gràcia-, programó películas de autor bajo la dirección del Círculo A.

La sala de la Generalitat ocupó durante 20 años, en régimen de alquiler, los bajos de este edificio de propiedad vertical. De 1991 hasta el 21 de noviembre de 2011 divulgó, con entradas a partir de dos euros, los grandes clásicos del séptimo arte, a la vez que guardaba espacio para algunos estrenos seleccionados y presentaciones de films autóctonos. Su traslado y la flamante sede del Raval costaron 15 millones de euros, pero las mejoras -doble sala y espacio para exposiciones, tienda, bar y biblioteca- y los nuevos horarios -más días de apertura y sesiones nocturnas- han propiciado un notable aumento de público, de casi el 75% en su primer año.

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