'Jackie era una maestra del camuflaje'

Fuente: Eduardo Suárez (elmundo.es)

Una mujer menuda asoma su rostro maquillado por la portezuela de una alcantarilla. Luce un pañuelo, unas gafas de sol y una gabardina de color crema. Quizá también una peluca oscura para esconder las heridas del cáncer del que morirá. Así arranca la obra ‘Jackie’, escrita por la Nobel austriaca Elfriede Jelinek e interpretada por la joven actriz Tina Benko en los sótanos de un teatro de Nueva York.

La obra se interpreta sin descanso y apenas dura unos 80 minutos. Un tiempo suficiente para transmitir sensaciones contradictorias sobre la protagonista, que se presenta como una víctima de los ojos omnipresentes que la observan pero también como una esfinge altiva y en ocasiones reaccionaria. No menciona una sola vez a Aristóteles Onassis y en cambio vuelve una y otra vez sobre su relación con su primer esposo, al que retrata como un personaje tan atractivo como irrelevante. "Jack era un hombre sin costuras", dice mientras se arrodilla junto al maniquí que lleva el nombre del presidente. "Era un paquete vacío que abrían con frecuencia y donde no encontraban nada".

Tina Benko aceptó sin titubear el desafío de interpretar a Jackie. "Me interesaba explorar la obra de Jelinek y también trabajar con la directora bosnia Tea Alagic, que es muy femenina y muy provocadora". Ella me dijo que nadie conoció del todo a la verdadera Jackie y que no debía sentirme atrapada en ninguna camisa de fuerza. Yo no interpreto al personaje histórico sino a un símbolo de otras mujeres que buscan y a la vez temen su propio poder", explica la actriz entre función y función a ELMUNDO.es.

A Benko le maravilla que los espectadores estadounidenses puedan "reírse con un humor que aborda una tragedia" como el magnicidio de Dallas y aventura que quizá lo hacen porque "valoran esos instantes de alivio" en un texto a veces áspero y antipático. "Yo siempre creí que todo el mundo conocía a Jackie", explica Benko a este diario. "Sólo al interpretarla me di cuenta de que era una gran desconocida. Mi impresión es que nadie llegó a conocerla bien. Conocemos sus imágenes, sus prendas de ropa, su imaginería pero nada más. Supongo que por eso Elfriede Jelinek puede mostrarte muchas versiones de Jackie. Porque en cierto modo nosotros no hemos visto más que una".
Educada como una princesa

Quienes conocen la obra que ahora se estrena en Estados Unidos recuerdan que forma parte de lo que su autora define "las obras de las princesas". Una serie que mezcla monólogos de personajes reales e imaginarios como Blancanieves, la Bella durmiente o Diana de Gales. "Se trata de mensajes sobre mujeres que viven sus vidas a través de los hombres", decía recientemente la directora Alagic.

"En cierto modo se puede decir que a Jackie la educaron como a una princesa", explica a este diario Benko, que ha revisado varios libros sobre la primera dama y ha conversado con quienes la conocieron para interpretar el papel. "Sus padres le enseñaron buenas maneras y le pagaron clases de francés y de español. La enseñaron también a ser culta y a estar callada cuando no tenía nada que decir. La llevaban a fiestas donde debía dejarse observar sin decir nada. Algo que enseguida me recordó a una princesa en un torreón y que coincide con su vida en la Casa Blanca. Al morir JFK, ella hizo lo posible por tener el dinero y la seguridad suficiente para mantener el foso alrededor de su castillo y seguir siendo intocable".

Hay algún detalle en esta ‘Jackie’ que recuerda la claustrofobia de la propia Jelinek, cuya obra ‘La pianista’ fue adaptada al cine por su paisano Michael Haneke en 2001 y cuyos textos la hicieron acreedora en 2004 de un Premio Nobel que con una intervención desde su domicilio debido a su síndrome de ansiedad. Aquí ‘Jackie’ es una criatura tan insegura como vanidosa y es mucho más locuaz que la esposa de JFK. Escupe reflexiones ácidas sobre su condición de icono femenino y suspira al evocar el recuerdo de su primer esposo o el de los tres hijos que se le murieron antes del parto o justo después de nacer. "Me subo sobre mi carne y arranco trozos para que la muchedumbre pueda ver que también estoy hecha de carne", proclama la protagonista antes de añadir histérica: "¡Y se lo creen de veras! No. No se lo creen. Pero aun así no hice mal papel. ¿Verdad que no?".

Quizá por eso el texto de Jelinek ha optado por situar al personaje en una especie de limbo fuera del tiempo y por eso el decorado de Marsha Ginsberg evoca una piscina vacía y trufada de hojas muertas. Por sus escalerillas desciende la protagonista como camino del purgatorio que le aguarda y lo hace arrastrando seis maniquíes de gomaespuma que representan a los tres hombres de su vida y a sus hijos muertos.

"Es un milagro que pueda hablar una imagen como yo", proclama desafiante antes de despojarse de las gafas de sol y de la gabardina y de evocar el fantasma de su primer esposo. La obra está llena de referencias a los líos de faldas del primer esposo de Jackie e indaga en su pugna con el fantasma de Marilyn Monroe, que falleció unos meses antes de que lo hiciera el presidente con el que sus biógrafos dicen que se acostó. Esa obsesión la refleja con crudeza el texto de Jelinek y la subraya aquí la directora de la obra recurriendo a una docena de muñecas rubias que escupe uno de los grifos de la piscina y que la protagonista se apresura a recoger. A una le arranca la cabeza con saña y las demás las esconde antes de fingir un vómito dentro de su bolso de Channel.

Jelinek estudió en detalle la biografía de Jackie al escribir la obra que se estrena ahora en Nueva York. Pero su intención no es tanto evocar sus hitos más destacados como indagar en su relación con la celebridad. "Hoy sería imposible para Michelle Obama cultivar una aura de misterio como la de Jackie. Queremos que la primera familia se mezcle entre la gente. Pero también queremos que tenga un elemento de misterio o elegancia. Hoy nadie tiene un control absoluto sobre su imagen. Internet y los fotógrafos hacen imposible mantener la guardia en todo momento", explica Benko, que acaba de encarnar a la ‘Desdémona’ de la escritora negra Toni Morrison en Nueva York.

En el texto se intercalan menciones a personajes como Abraham Lincoln o el músico español Pau Casals, al que el matrimonio Kennedy invitó a tocar durante una de sus veladas en la Casa Blanca. Jackie se dirige al espectador desde la limusina de Dallas y desde la tumba en la que yace en el cementerio militar de Arlington (Virginia). Recuerda que el presidente le pegó la clamidia que originó los problemas que se cobraron la vida de sus hijos y se limpia compulsivamente el hombro como si aún llevara impresos sus restos de sangre y de materia cerebral.

"Alguien dijo que la mitad del encanto de una mujer es lo que no te está mostrando y supongo que es cierto para Jackie", dice Benko. "Al ser tan discreta, ella nos hizo a todos interesarnos por su vida. Nos despertó la curiosidad sin venir corriendo hacia nosotros. Ella atrapó su momento. Supo qué mostrar y qué cubrir. Era una maestra del camuflaje y una mujer muy femenina".

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