Los «nietos» de Kraus toman la Zarzuela



Fuente: C.D. Carrión (larazon.es)
Ya resplandece sobre el escenario de la Zarzuela. En la playa, Mariola Cantarero se afana en dar vida a su falda zíngara al tiempo que no pierde una nota. Todo parece una función normal si no fuera por los vaqueros que luce el coro y porque el maestro Soler interrumpe una y otra vez, a la orquesta: «Mariola está haciendo unos pianos perfectos, nosotros nos tenemos que esforzar», comenta al foso. A la soprano no le parece costar retomar la romanza desde el punto más álgido una vez más. Es el último ensayo antes del general para el primer reparto, y el batuta sabe que es la última vez que podrá interrumpir a sus músicos. Después de que en los compases iniciales la actriz se luzca, saltan chispas durante el primer encuentro del triángulo amoroso que forma con Jorge (Celso Albelo) y Pascual (Simón Orfila). Nada que ver con la charla previa que han mantenido los tres, en la que resultaba imposible terminar una frase en serio. Adivinan colas en la taquilla del teatro por ver en escena una de las grandes óperas españolas, pero saben convivir con ellas, pues aunque ninguno ha cumplido los cuarenta, ya han pisado La Scala o el Coven Garden. «Sabemos que hay mucha expectación entre la gente para ver este título. Y es que si no traes a artistas que suelen interpretar bel canto, no se puede estrenar», confiesa Cantarero, que recalca que es «bel canto puro y duro». «Se va a reunir el público de la zarzuela de siempre y también el que sigue nuestras carreras en la ópera. Además, se trata de un título que gusta tanto a unos a como a otros», apunta Orfila, recién bajado del escenario del Real con «Roberto Devereux» junto a José Bros y Gruberova. Habrá, caso insólito en el teatro de la Zarzuela, tres repartos íntegros, bárbaros los tres, y habrá 26 funciones.
Una ópera mayor
Fluye en el ambiente la sensación de grupo generacional: «Hemos cantando, cantamos y cantaremos juntos», asegura Orfila. «Para desgracia de algunos», le interrumpe bromeando Albelo. Más serio, el tenor luego explica que «como generación, nos define este tiempo. La carrera ahora es más dinámica que años atrás». Cantarero añade que «también nos ha tocado vivir tiempos más complicados, las programaciones ya no son lo que eran... Hay que luchar más, aunque, nosotros, en el fondo, somos unos privilegiados». «Marina» son palabras mayores en el repertorio español y no sube al teatro de la Zarzuela desde que en 1994 Kraus cosechara grandes ovaciones, porque, a pesar de su avanzada edad, aún le permitían atacar y sostener los agudos sin despeinarse. Otro canario, Celso Albelo, es quien toma el relevo y tratará de alejar los fantasmas. Buena forma y confianza no parecen faltarle: «Como todo el mundo sabe, para miíKraus es una referencia, no vamos a descubrir la personalidad que tenía, pero tengo la obligación de dejar mi impronta,ya que soy yo el que se sube al escenario y se arriesga». Desde su irrupción con aquel «Costa la de levante» deja claro que la zarzuela original de Arrieta (1855) fue remendada para que lograra estrenarse como ópera en el Teatro Real (1871) para mayor gloria de Enrique Tamberlik, un tenor. Algo que no pasa desapercibido para la soprano: «Marina es la protagonista, pero aquí el amigo...» (dice señalando a Albelo). Aunque no nos lo diga en alto, la granadina está dispuesta a que esta versión se recuerde también como la de la soprano. Lo cierto es que la primera versión apenas triunfó en la capital. Dicen los expertos que entonces la zarzuela llegaba más al pueblo llano, de ahí el casticismo en que muchas están bañadas; sin embargo, la trama de ésta transcurre en Lloret de Mar. Los aplausos para la ópera fueron unánimes, además la conversión potenció el carácter italianizante, muy del gusto de la burguesía de la época. «Esta ópera está estructurada como «Lucia de lammermoor», incluído el dúo con el barítono recuperado ahora, que calca el de Lucia y Enrico. Es más, el final tiene la misma tonalidad».
Para semejante ocasión, Pinamonti, el nuevo director del coliseo, ha contado con Ignacio García, un director escénico español en plena explosión internacional, que tiene querencia por el género nacional, ya sea chico o grande. Sus protagonistas tachan la producción que ha ideado de «verista». «En este repertorio resulta muy difícil ceñirse a la literalidad de los hechos, pero él ha despejado lo bucólico», cofirma Albelo. Asiente Cantarero, que señala el maquillaje de sus dos compañeros para subrayar que son marineros, trabajadores, de verdad. «Es muy sencilla y elegante. Conserva toda la tradición, pero a la vez renueva la idea de los barquitos. Creo que va a gustar», continúa la soprano, que, además, agradece también que la concepción escénica dote de mayor empaque a su personaje: «Marina es siempre muy inocente. Esta lectura ayuda a pensar que no es una pobre chica que se deja llevar por las circunstancias del destino». Según indica que el libreto de Camprodón, que después reescribió Miguel Ramos Carrión, Marina es una niña huérfana que crece en la casa de Jorge, a quien debe querer como un hermano, pero al que desea en silencio, y, aún más grave, es correspondida sin saberlo. Pascual pide su mano y el primero no tiene más remedio que aceptarlo y aquí comienza el dramón. «Siempre le hago la broma a Mariola: que deje a un bajo por un tenor, me duele mucho» dice riendo Orfila. «En la vida real sucede al contrario», reponde Albelo.
Cantar en español es otro atractivo para estas voces, más acostumbradas a transmitir el sentimiento de las arias en otros idiomas: «Es más fácil porque no tienes que tomarte la molestia de estudiar determinadas palabras en italiano antiguo, por ejemplo», sentencia Orfila. «También es una responsabilidad transmitir al público en su propio idioma», tercia Cantarero. Albelo no puede evitarlo e introduce otra broma: «Estoy un poco preocupado, en mi condición de canario, por no cantar con faltas de ortografía». «Y entonces yo...», dice con todo su gracejo granadino la cantante. Y así alejan los nervios hasta el viernes, cuando Madrid juzgará como es la primera «Marina» del siglo XXI.
Albelo, un premio tras otro
Si los premios dan confianza, Celso Albelo (en la imagen, como Jorge en un ensayo de «Marina») debe de estar sobrado, pues este verano se impuso al mismísimo Juan Diego Flórez y a Gregory Kunde en los International Opera Awards 2012, es decir, los Óscar de la líirica en la categoría de mejor tenor. La primera semana de abril recogerá en Oviedo el galardón del teatro Campoamor, los Goya de la temporada operística española, por su interpretación de Nemorino en «L'Elisir d'Amore». Será la primera voz que acumule dos de estos galardones desde que se fundaron hasce siete años. Le esperan esta temporada todavía en París, Viena, en Nápoles y Sevilla donde encarnará al duque de Mantua de «Rigoletto».

DE LO BUENO, LO MEJOR
Para el crítico Arturo Reverter este reparto representa a una nueva generación con los mejores mimbres.
-Albelo: «Un tenor lírico ligero cuyo tinte vocal no es muy distinto al de Kraus, está en su línea. Se le nota en el apoyo y la forma de emitir los agudos. Ha ido a más».
- Cantarero: «La evolución de esta soprano ligera ha sido para mejor, porque se ha asentado y ensanchado. Ha perdido el cuchillo estridente en los agudos, su peligro. Canta con mucha emoción y es bastante segura».
- Orfila: «No es un bajo, sino más un barítono con gran canto, poderoso, amplio, timbrado, bien coloreado. Tiene un potencial bastante estimable».
- Juan Jesús Rodríguez (en la imagen): «Empezó con papelitos de bocadillo en la Zarzuela y hoy es para mí la mejor voz de barítono, con emisión franca y clara, aunque poco grado de matización».

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