"Soy un actor de instinto"




Ha triunfado en el cine de la mano de directores como Daniel Sánchez Arévalo (Azuloscurocasinegro), Álex de la Iglesia (Balada triste de trompeta) e incluso Almodóvar (Volver). Quizá por ello, Antonio de la Torre (Málaga, 1968) no se ha prodigado todo lo que le hubiera gustado sobre las tablas. Ahora estrena Grooming, un thriller del Premio Nacional de Literatura Dramática, Paco Bezerra, en el que encarna al ciberacosador de una menor interpretada por Nausicaa Bonín (Tres días con la familia). A las órdenes de este incómodo y trepidante montaje, un pope de nuestra escena como José Luis Gómez.

¿Cómo es trabajar con alguien tan importante como José Luis Gómez?

Está siendo duro, porque da mucha importancia a la palabra, a matizar cada sílaba bien, y a mí, que soy andaluz y tengo aún acento, me cuesta. Yo no soy un actor tanto de técnica, que imagino que también, como de instinto. De observar la vida y sacar cosas para los personajes. Si tienes algún gesto característico, ten cuidado que seguro que te lo copio.

He visto que cojea un poco. ¿Tiene algo que ver con su papel?

No, es una lesión de menisco... pero lo vamos a utilizar también, porque da un punto de fragilidad a mi personaje que le va a venir muy bien. En esta profesión no hay bajas médicas a no ser que tengas un pie en la tumba. Por otro lado, tenemos la suerte de que tampoco nos jubilan.

¿Está siendo duro meterse en la mente de un ciberacosador?

Este papel es un miura que no sé si voy a ser capaz de torear aunque venga José Tomás y me posea. Tiene muchísimos matices, pero lo defenderé como pueda, porque si algo aprendí en la escuela de Cristina Rota, y también comparte José Luis, es que tienes que defender a tus personajes aunque hagan cosas horribles. Siempre tenemos nuestros motivos. Sin ánimo de meterme en jardines, hablé con un psicólogo para prepararme y lo que saqué en claro es que es la sociedad la que determina lo que es enfermedad de lo que no lo es. Hace no mucho tiempo la homosexualidad era algo contra natura y mira ahora.

En este thriller las cosas no son lo que parecen, incluido su personaje...

Sí, pero no querrás que lo destripe, ¿no? (ríe). Es una pieza que habla de la soledad, la incomunicación y quiénes son las víctimas y los verdugos.

La obra empieza con un chat en el que se amenaza a una menor. ¿Pueden ser las redes sociales un peligro?

Yo tengo Twitter, Facebook, iPad, iPhone... pero creo que ya pasé el momento del boom. Lo fundamental es que en la escuela nos den una formación moral. No me importa tanto el aspecto tecnológico de la función como la ética. Tú y yo ya estamos perdidos, pero los niños son el futuro y a ellos deberíamos darles otro tipo de educación ahora que el mundo está tan conectado y se ha quedado pequeño. Mi filosofía de vida es ver al otro como un potencial amigo y no con desconfianza. Odio ese refrán tan español de 'piensa mal y acertarás'. También te digo que tengo una niña pequeña y cuando empiece a ser más mayor igual me tengo que plantear qué páginas ve.

Ésta es su segunda obra en escena tras La taberna fantástica. ¿Le va cogiendo el punto al teatro?

Bueno, también hice Urtain en Shanghai con Animalario, una sustitución muy divertida. Me gusta mucho que tienes tiempo para ir puliendo cosas, que cada día puedes ir avanzando porque hay personajes, como éste, que no se agotan nunca. También es duro pasar todos los días por tantos estados de ánimo.

Fuente: José Luis Romo (www.elmundo.es)

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