El bricolaje teatral como medicina para los nervios




Decir eso de ‘ha nacido una estrella’ ya no es de recibo. Son tiempos en los que hay quien confunde popularidad con prestigio, fama con oficio, y cutre provocación con profesionalidad. Lo que sí se puede decir cuando se ve a una joven trabajando en el teatro con rigor, seriedad, acierto y ángel es que ha nacido una actriz, y más aún si para subirse a ese escenario invierte tiempo, energía y ganas en prepararse y formarse como si se tratara de convertirse en una sesuda científica. Ese es el perfil de Candela Serrat, una joven actriz de 25 años que en sus primeras dos incursiones profesionales en la escena, una comedia de Nöel Coward (La alegría de la vida) y un Shakespeare (Julio César), ha dejado claro que además de saber moverse en el escenario, tiene ese raro don de algunas actrices que logran con cuatro gestos que veas al personaje en el que se han convertido y que los entendidos terminan definiendo como una ‘actriz luminosa’.

Ha asumido que lo de ser actriz no es tener una cara bonita ni presentarse sistemáticamente a audiciones. Lo suyo ha sido una toma de conciencia de lo que significa ejercer el oficio que ha elegido. “No voy a salir con eso de que yo quería ser actriz desde siempre, desde la infancia. Solo fue a partir de los quince años, cuando ya no puedes soltar lo de que quieres ser bombero, pensé que a mí lo que me gustaba era escribir, la música, la historia…”, señala la actriz quien tuvo claro desde ese momento que actuar posibilita seguir estudiando. De hecho cuando se prepara un personaje se sumerge en la época y la sociedad en que vivió.

Tras decidir que quería actuar pensó que lo mejor era formarse en Londres y pactó con su familia (su padre es Joan Manuel Serrat) pasar por la Universidad, “quería apañarse sola y aprender a ser adulta, y luego marcharme a estudiar arte dramático”. En Londres hizo el año de Drama Foundation en el Cambridge School for Visual and Performing Arts y luego se incorpora al Lamda [London Academy For Music And Dratic Arts] y termina dominando el inglés y conociendo el teatro de Shakespeare.

“No tenía previsto volver, pero un día me dijeron que improvisara una escena utilizando lenguaje lorquiano, tuve que reconocer que no conocía a Lorca, me dio mucha vergüenza, y me di cuenta de que tenía que volver para aprender en España”, comenta esta actriz que eligió Madrid, a pesar de ser de Barcelona, su ciudad de nacimiento, pero vivir. Eligió el Laboratorio Teatral William Layton, uno de los más prestigiados centros de formación actoral que hay en España, para seguir sus estudios. Ahí fue donde el director, docente y también actor Francisco Vidal terminó fichándola para sus dos últimos montajes en los que Serrat ha brillado como damita moderna del París y Nueva York del periodo de entreguerras, con un texto de alta comedia de Coward y como desgarrada y contenida Calpurnia shakespeariana.“No sé hacia donde quiero ir, sé dónde quiero ir ahora, y de momento sólo voy a caminar pasito a pasito y centrándome más en teatro que en la imagen y además por ahora puedo elegir los proyectos que me gusten, e incluso no descarto la posibilidad de volver a trabajar en Londres, no mudarme allí, sino alternar y volver al inglés clásico”, apunta esta mujer que en muchas ocasiones utiliza un “nos” que podría sonar a papal, aunque aclara que le pasa porque sus proyectos, sus decisiones, suelen ser puestos en común con sus amigos y su familia y terminan siendo algo que ha decidido en comandita.

Por ahora trabaja en un teatro que recuerda al independiente que tantos buenos momentos dio a la escena española de los años sesenta y setenta. Igual sale a actuar, que carga una furgoneta, limpia el escenario o coloca y tabletea la escenografía: “Me encanta todo lo que tenga que ver con el teatro, de hecho a veces pienso que es más divertido lo que se hace antes y después de la función que durante”, y añade que el bricolage teatral "puede ser una medicina muy buena para los nervios previos a salir a escena. Taladras los tornillos y montar y desmontar el escenario, aunque tengas ganas de irte a cenar con los amigos, te disciplina y puede ser un momento agradable”.

La música es algo que también forma parte de su vida y de hecho ha tenido una sólida formación musical desde pequeña “aunque de cantar nada de nada, con uno en la familia ya es bastante y hay que conocer las propias limitaciones”, dice Candela quien se considera maniática con el orden, muy aburrida en su día a día, que transcurre entre sus estudios (le gusta mucho hacer cursos), ensayos, su pequeña, más bien mínima, buhardilla en el viejo Madrid, sus libros, el cine, su adicción al motociclismo y la cocina, ya que es capaz de hacerse un gran plato y cocinar un pastelón aunque sea para cenar ella sola. “La verdad es que a veces pienso que soy una señora mayor de mi edad, no es normal que lo que más me guste sea trabajar, ensayar, y cuando no trabajo incluso puedo llegar a aburrirme”.

En el futuro inmediato tiene varios proyectos y como buena actriz no los cuenta hasta que no firme y ya se ha hecho con alguna pequeña superstición. Pero se la verá de nuevo en los escenarios, aunque para ella tenga que crear una compañía, un sueño que acaricia hace un tiempo. Pero por soñar que no quede; también le gustaría que la dirigiera Sam Mendes o José María Pou, aunque habla de otros favoritos: “Claro, que ¡a quien no le gustaría que le dirigiera José Carlos Plaza!, o Lluís Homar, o Paco Mir…. O trabajar con Animalario”.

Y lo de ser hija de Serrat no lo lleva ni mal ni bien. “Es algo que te puede abrir puertas o cerrártelas, se habló mucho de ello en mi primera función, pero se va pasando”, comenta sobre un tema que se cuida mucho de que protagonice su vida profesional y de hecho no acude a programas raritos ni hace entrevistas que no tengan que ver con su trabajo.

Fuente: Rosana Torres (www.elpais.com)

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