Mario Gas reflexiona sobre el tiempo gracias a Sondheim



Es difícil poner en duda que Stephen Sondheim es uno de los más grandes dentro de los compositores y letristas del género del musical, al que se incorporó escribiendo las letras para West Side Story de Leonard Bernstein. Nadie como él ha logrado que las canciones trasciendan más allá de sus propios límites, poniéndolas al servicio del hecho teatral, convirtiéndolas en profundas reflexiones con las que el espectador pueda indagar en sí mismo y en el mundo que le rodea.

Algunos consideran que su obra más ambiciosa, dentro de la escena, es Follies, estrenada en 1971 en el Teatro Winter Garden de Broadway, con música y letras del propio Sondheim, libreto de James Goldman, y producción de Harol Prince.

Cuarenta años después, este musical se estrena en España de la mano de Mario Gas. Las representaciones comienzan mañana en el Teatro Español, y seguirán hasta el 8 de abril. Gas es un director de escena que conoce profundamente la obra de Sondheim, a quien ya ha montado en otras tres ocasiones (Golfus de Roma, Sweeney Todd y A little night music), demostrando cómo se puede hacer un espectáculo de este género con producción española, grandes profesionales de aquí, sin recurrir a franquicias venidas de allende los mares y entusiasmando a público, crítica y al propio Sondheim que no escatimó elogios cuando vio “el mejor Sweeney Todd que me han montado”.

Esa especialización sondheimiana invita a pensar que Gas ha dejado para su madurez profesional y vital Follies, cuyo trasunto se sumerge en reflexiones, no siempre amables, sobre el paso del tiempo, la profesión escénica y lo que los teatreros se van dejando por el camino cuando ya llevan un buen trecho de él recorrido. “No soy especialista en Sondheim. Sí es verdad que lo he montado varias veces, pero también a Brecht, a Dürrenmatt, a Valle-Inclán y en esta ocasión me enfrento a una obra que habla sobre el desgaste de los seres humanos, las ilusiones perdidas, la futilidad de nuestra profesión marcada por un aplauso efímero, de los mundos que acaban y que empiezan y todo ello se aborda con una gran inteligencia y sensibilidad”, señala Gas, quien parece creíble cuando asegura que Follies no se podía montar sin un gran compañía. Él asegura tenerla.

Todo hace presumir que es grande en varios sentidos. Numéricamente ya que son 32 actores, cantantes, bailarines, más una orquesta de 20 profesores tocando en directo. Y ahí nos encontramos nombres como el de Vicky Peña, actriz fetiche de Gas y una de esas silenciosas profesionales alejadas de barullos mediáticos, que ha conseguido prestigio y muchos premios a base, únicamente, de hacerlo muy muy bien. Como Carlos Hipólito, tan versátil él. O Asunción Balaguer, la decana del montaje con sus 86 años. Y otros muchos como Muntsa Rius, Pep Molina, Linda Miraval, Teresa Vallicrosa, Mónica López, Ángel Ruiz, Lorenzo Valverde… Y algo que en principio puede resultar sorprendente: Massiel, reclamada por el mismísimo Mario Gas e incorporada a un espectáculo de alta cultura para interpretar la emblemática canción I’m still here.

La historia es la de un viejo teatro deteriorado de Broadway que tiene los días contados ya que la especulación inmobiliaria (estamos en 1971) le va a hacer desaparecer. Pero antes el viejo empresario decide reunir a profesionales de muy diferentes edades y de la mano de ellos el espectador hará un viaje a modo de flashback por mundos que esconden esas viejas paredes. Las que han recreado los escenógrafos Juan Sanz y Miguel Ángel Coso, mientras que el multipremiado vestuarista Antonio Belart ha jugado con todo lo que le ha sugerido el sofisticado mundo de la revista, de sus plumas y lentejuelas, al tiempo que ha recreado la estética y la moda de los años cuarenta y setenta del pasado siglo.

Junto a ellos ha sido fundamental el trabajo de los traductores Roser Batalla y Roger Peña, del director musical Pep Pladellorens y de los coreógrafos Aixa Guerra y Lluis Méndez, este último especialista en claqué.

“No tengo claro que este sea el musical más importante de Sondheim, todos los son y cada uno tiene su peculiaridad y este tiene algo muy específico: habla de algo importantísimo para los que vivimos en el mundo de la escena, y lo hace con una música muy hermosa y un tratamiento dramático muy intenso”, apunta el director, a quien este montaje le ha llevado a una inevitable identificación: “Todo buen teatro te hace reflexionar, y en la reflexión siempre hay dos niveles, uno de identificación y otro de alejamiento, para poder contar y narrar una historia. En este caso nos habla de un género, que aquí en España lo encontramos en la revista y en la zarzuela, pero lo hace sin nostalgia, solo rinde un homenaje a un mundo que pasó y a un mundo que viene, no es nada reivindicativo, ni apuesta en una sola dirección, sino que reflexiona sobre un género popular, entronizado en la imagineria colectiva de todo occidente, pero no es una obra endogámica”, apunta el director al hablar de este montaje que actualmente se representa en Broadway, protagonizado por Bernadette Petters, Jan Maxell, Danny Burstein y Ron Raines y cuyas canciones recrean las revistas de Broadway, las Ziegfeld Follies, inspiradas en el Follies Bergére (de donde toma su nombre el género de variedades) y que son el equivalente a nuestra revista.

Balaguer es en la obra una de esas grandes estrellas por las que ha pasado el tiempo… y otras muchas cosas. A sus 86 años se ha atrevido a participar en esta aventura, no sin antes deshacerse del miedo que le produjo la propuesta de Mario Gas: “Cuando me lo propuso me asusté mucho, pero mucho, y por supuesto le dije ‘no, yo no lo hago’, respuesta muy sensata porque nunca había hecho un musical”, señala esta veterana actriz que si que ha cantado en alguna ocasión e incluso ahí están sus intervenciones líricas en una de las muchas películas que ha hecho con Imanol Uribe, y también en la película de Enrique Gabriel, Las huellas borradas, donde cantaba La gatita blanca “pero tenía mejor voz y era más joven”, argumenta la también viuda de Paco Rabal.

Al final una amiga la convenció y ahora está como en una nube: “Soy como una niña que le han regalado el mejor juguete, además Mario es fabuloso con una mano de gran director, además ya veo que me sale gracias a la ayuda del director musical y del pianista, para la canción y en la cosa del baile, como no es nada fácil porque es claqué, tenía miedo de hacer el ridículo, pero mis compañeros han ayudado muchísimo, es curioso ver cómo cuanto más grandes son, menos vanidad tienen”, señala la actriz quien asegura que ya se le ha pasado el susto y que “con voluntad todo se puede”.

Una de esas actrices que la han echado una mano es Peña, quien al igual que Gas ha hecho varios Sondheim, de ahí que conozca bien los resortes de este creador: “Es muy juguetón, no solo aporta muchas cosas al teatro, también le gustan los mecanismos de lo que conocemos como carpintería teatral. Pero hay que dejar algo claro, al hablar de Sondheim, de Follies, no estamos en el territorio de los lugares comunes del musical, es como si hablamos de las rubias, pues hay rubias y rubias y ha musicales y musicales”, dice muy explícita para dejar claro que Sondheim siempre mira a sus personajes, a la sociedad que retrata, a los conflictos, con cercanía, con una mirada crítico: “A veces es muy certero, incluso devastador, porque expone con inteligencia las miserias y grandezas del ser humano”. La actriz destaca que en esta ocasión se adentra en un terreno que él adora, como es el teatro. “Analiza como cambiamos las personas, qué podríamos haber sido…, todo es muy sustancial desde el punto de vista de la observación humana, como tantas veces lo han hecho los grandes autores; estamos ante un sondheim de gran riqueza musical, y las canciones no son anécdotas, desarrollan la acción y la potencia y de ahí que el trabajo que hacemos sea muy nutritivo, no son calorías vacías. A ello ayuda que no estamos ante una propuesta melancólica, lo cual está muy bien”.

Fuente: Rosana Torres (www.elpais.com)

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