Josep Maria Pou: "Sólo se puede hacer teatro con una pasión desmesurada"



Fuente: Alberto Ojeda (elcultural.es)

Si le cae un buen texto en las manos, Josep Maria Pou (Mollet del Vallés, Barcelona, 1942) es capaz de deshacer las maletas y suspender unas vacaciones pagadas y organizadas. Síntoma definitivo de su pasión por el teatro. De esa pasión charlará en la Fundación Juan March este martes (coferencia a las 19.30 h.) y este jueves (entrevista con Luciano García Lorenzo). Este segundo día, además, representará, junto a Nathalie Poza, un fragmento de A cielo abierto, obra de David Hare que estrenará (él la dirige y la protagoniza) el 7 de marzo en el Teatro Español. "Estoy haciendo 50.000 cosas, no sé si por suerte o por desgracia. Siempre me digo que voy a bajar el ritmo pero luego...". Demasiada afición como para mirar a otro lado cuando un proyecto le tienta de veras. Y así lleva desde el año 67, en el que entró a estudiar a la RESAD mientras hacía la mili en el ministerio de Marina en Madrid. Se matriculó para mejorar su dicción, una cualidad capital para ejercer su verdadera vocación entonces: la radio. Pero los compañeros de la escuela le acabaron contagiando el veneno de la escena. Y ya nunca más dio un paso atrás. 

Titula su conferencia La pasión por el oficio. ¿Se refiere a la interpretación solamente o también a la dirección?
Bueno, yo en realidad no doy conferencias, es un término que me parece demasiado rimbombante. A mí lo que me gustan son las charlas distendidas. En este caso me refiero a mi oficio de hombre de teatro. Soy y he sido sido actor por encima de todo, aunque ahora también dirijo. En realidad, casi no distingo: el teatro es uno de esos oficios que si no lo sostiene una pasión desmesurada se viene abajo, no resulta creíble. 

¿Cuándo se le despertó a usted esa pasión y cuándo se convirtió en un punto de no retorno?
La verdad es que yo no tenía vocación de actor en un principio. En mi familia no existía ningún contacto con el mundo del teatro, ninguno de sus miembros había sido actor, director... Pero sí era una familia con gusto por el teatro, que iba casi todos los domingos por la tarde a ver una obra. A los 16, 17 años, la edad en que empiezas a tomar la decisión de qué quieres ser en la vida, yo lo que quería era trabajar en la radio. Fue durante el servicio militar, que hice en el Ministerio de Marina en Madrid, cuando decidí apuntarme a la RESAD. Pero lo hice sobre todo para mejorar mi dicción y la colocación de la voz, con vista a mi vocación radiofónica. Pero allí me contagiaron la pasión por el teatro los compañeros y profesores que sí tenían claro su camino. Una pasión que se reafirmó gracias al contacto con los cómicos antiguos con los que trabajé en el Teatro María Guerrero, entre 1970 y 1973. 

¿Y en qué grado de intensidad se encuentra esa pasión en la actualidad? ¿Se ha atemperado con los años? 
No, no se atempera. Estoy implicado en 50.000 cosas, no sé si por suerte o por desgracia. Llevo años diciéndome a mí mismo que no asuma tantos compromisos pero luego al final no sé decir que no a los proyectos relacionados con el teatro que me surgen. Es precisamente por esa pasión.Cuando llega a mis manos un texto que me gusta soy capaz de renunciar a unas vacaciones ya pagadas y organizadas. Soy incorregible. 

El jueves charlará con el académico Luciano García Lorenzo. Él le agradece haber filtrado en España los montajes de Broadway y el West End. ¿Se ha sentido una especie de embajador de estos epicentros del teatro mundial? 
Es muy generoso en sus elogios. No me siento embajador. Fue algo que hice casi sin darme cuenta, movido, otra vez, por mi pasión por el teatro musical. Con 18 años ya viajaba a Londres y Nueva York. La calle 42, mi programa dedicado a este género en Radio Nacional arrancó en 1985. Por esa época en España apenas se había montado tres o cuatro musicales, poco más. Duró hasta el 2000 y arrastró mucha gente. Ahora me emocionó cuando voy a un musical y luego me quedo hablando con los actores jóvenes. Casi todos me dicen que se engancharon al musical escuchando el programa. Siempre me ha interesado el teatro de autor y en Inglaterra es uno de los sitios donde mejor se hace. 

En una semana estrena (como director y protagonista) El cielo abierto en el Teatro Español, precisamente de un autor británico, David Hare. 
Sí, es una obra que ya estrené en Barcelona hace diez años. Fue un éxito. Ya entonces quería llevarla a Madrid pero se cruzó en mi camino el Rey Lear y ningún actor puede decir que no a un papel así. El año pasado me di cuenta que era una obra muy actual, con la escalada de corrupción y la crisis económica que sufrimos. No es teatro político, es una historia de amor pero entre dos personas que representan dos bloques ideológicos. Va pues más allá de lo íntimo. Él es millonario, de derechas. Ella es una asistenta social, activista en diversos problemas de justicia social. Están muy enamorados pero cuando afloran determinados temas es imposible que no se produzcan fricciones. 

¿Cómo salió el otro día de la gala de los Goya? ¿Con un sabor agridulce? Blancanieves arrasó pero usted salió sin el Goya a mejor actor de reparto. 
No es por falsa modestia pero creo que no me lo merecía. Mi aparición en la película dura sólo tres minutos. Sólo estuve en dos jornadas de rodaje. La nominación ya era un gran reconocimiento de los académicos. El único poso amargo me lo dejó que Pablo Berger no alzara el Goya al mejor director. Por supuesto que Bayona también lo merecía pero el mérito de Berger es infinito. Nadie creía en su proyecto antes de ver The Artist. Cuando empezamos a hacer lecturas previas con el grupo de trabajo de la película ni siquiera sabíamos si se iba a estrenar algún día. Era tan rara…, pero él sí creyó desde el principio y el tiempo le ha dado la razón. 

¿Y el desarrollo de la gala y las reacciones posteriores qué opinión le merecen? 
Me pareció una gala normal en un país democrático. Personas adultas que recogen un premio y tiene derecho a una tribuna por unos segundos se expresan con libertad, a título individual y dando la cara. Ya digo: lo normal en un país democrático. Lo que sí me sorprende es la dureza con que se reacciona frente a eso. 

¿La subida del IVA podría llevar el teatro al encefalograma plano? 
No lo hará. Lleva vivo más de 2.000 años y saldrá adelante. Esa subida tiene mucho que ver con la reacción de la que hablábamos antes, detrás de la que están gente que consideran que el teatro es un mero entretenimiento y que se podría prescindir de él. 

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