Madrid, telón abierto



Fuente: Albert Lladó (lavanguardia.com)

La ciudad de Madrid alberga una amplia oferta cultural en la que destaca, entre otras cosas, su vida teatral, que combina propuestas de gran formato, salas independientes, y centros de creación e investigación.

La capital española tiene una potente red de teatros públicos en los que se programa a dramaturgos contemporáneos, circo y otras disciplinas, o grandes clásicos. Así, además de los propios de la ciudad, como el Español (y sus Naves situadas en Matadero), el Fernán Gómez o el Circo Price, se suman los de la comunidad autónoma; los Teatros del Canal, o las dos sedes (el María Guerrero y el Valle-Inclán) del Centro Dramático Nacional.

Pero es sabido que el tejido cultural no es, únicamente, cosa de la administración. Barrios como Lavapiés o Malasaña son, ahora mismo, hervideros con pequeñas salas que están funcionando como auténticos catapultadotes de actores y directores emergentes. Ante la crisis que padece el sector, agravada por el incremento del IVA, aparecen nuevas fórmulas capaces, incluso, de crear nuevos públicos. Tracemos, entonces, una panorámica -siempre ampliable- de lo que podemos encontrarnos hoy en Madrid:

Microteatro
Lo que comenzó como un experimento, en noviembre de 2009, se ha convertido en un referente del microteatro. Miguel Alcantud consiguió que le dejaran el local de un antiguo burdel y, con la ayuda de 50 creadores, montaron piezas breves, centradas en el mundo de la prostitución, en cada una de las trece habitaciones abandonadas. El público era de un máximo de seis personas por espacio. Algunas de las obras, que nunca superaban los diez minutos de duración, se llegaron a representar más de veinte veces al día. El éxito fue tal que, pese a no invertir en publicidad y promocionándolo únicamente a través de redes sociales, enseguida se dieron cuenta de que algo importante nacía de esa manera de entender la relación entre texto, interpretación y espectadores.

Eso fue, pues, el germen de lo que hoy se conoce como Teatro por Dinero, un local de la calle Loreto y Chicote que, con cuatro salas minúsculas en el sótano, programa obras de hasta quince minutos, y que convierte el bar de arriba en un centro de reunión donde discutir y comentar lo que se acaba de ver, mientras se cena algo o se toma una copa. Cada función cuesta cuatro euros y, aunque podemos encontrar drama o comedia, mensualmente se propone un tema monográfico. Hasta el 2 de marzo toca “Por idiota”, luego vendrá “Por fobia” y, en abril, “Por ellos”. El público infantil también tiene su propia programación. Verónica Larios, una de las gestoras del espacio, nos cuenta que un sábado (cuando hay sesiones de mañana, tarde y noche) se pueden llegar a vender 800 entradas. Durante el resto de la semana, cuando la cifra no es tan espectacular, tampoco para de verse gente entrando y saliendo de los cuartos, a los que han ido a escuchar historias de todo tipo. Una experiencia ancestral que, de esta original forma, se vuelve a actualizar.

De festival
Otra manera de aproximarse a los que se está haciendo en Madrid es acudir a alguno de los muchos festivales que se organizan en la ciudad. Hasta finales de febrero se puede disfrutar del Escena Contemporánea, que este año llega a la edición número trece, y que tiene como principal objetivo “estimular la creación, recoger proyectos en fase embrionaria participando en la producción de los mismos” y completar así los procesos creativos “asegurando su continuidad”, en palabras de Salva Bolta, director artístico del encuentro. Es, sin duda, una buena excusa para visitar sitios como el Draf.inn, la Sala Cuarta Pared, o incluso el Mercado de la Cebada, convertido en espacio multidisciplinar.

En marzo, será el momento de Teatralia, el festival internacional de artes escénicas para niños y jóvenes que, con 16 años a sus espaldas, trabaja para inocular el virus de la palabra dicha. Los más pequeños encontrarán además, durante casi un mes, títeres, teatro de sombras, danza, música y montajes que combinan escenografía y nuevas tecnologías.

Camus en Madrid
Una de las obras más destacables de la cartelera madrileña es El malentendido de Albert Camus, que se puede ver en el CDN. Gracias a la dirección de Eduardo Vasco, y la versión de Yolanda Pallín, se construye una lectura actual con una interpretación de Cayetana Guillén Cuervo que deja sin respiración. La actriz, que organizó un grupo de trabajo para montar la obra como homenaje a sus padres (Fernando Guillén y Gemma Cuervo, en 1969, habían llevado a escena la misma pieza bajo las órdenes de Adolfo Marsillach), arriesga y deambula por la plataforma, en forma de pasarela, buscando, frente a frente, a cada espectador. Las butacas tiemblas con una interpretación que respira verdad, respeto (a la profesión y al público), y que hace de esta Marta un papel para saborear mucho después de haber abandonado la platea.

Si pueden, en el mismo teatro, también pueden descubrir la poética de Paco Zarzoso que, con Hilvanando cielos, nos habla del final de un mundo tal y como lo conocemos. Las llamadas inesperadas imprimen ritmo a una obra que sabe hacer de una cuenta atrás un no-lugar donde aparecen las derrotas (la fugacidad del tiempo) y las esperanzas (lo que queda por hacer).

El debut de Najwa Nimri
La actriz y cantante Najwa Nimri ha decidido subirse por primera vez a un escenario teatral con Antígona, la versión de Jean Anouilh que dirigen Rubén Ochandiano y Carlos Borrego en las Naves del Español del Matadero de Madrid, uno de los sitios con una programación más potente. Durante la propuesta, aunque está escrita durante los años cuarenta del siglo pasado, vamos recibiendo guiños, pistas, para que llevemos a nuestro terreno una tragedia que simboliza, como ninguna otra, la rebeldía contra un poder tirano y arbitrario. El guardia, vestido como un antidisturbios con cara de Joker y zapatos de payaso, es el soldado que, con crueldad e indiferencia, se dedica a cumplir órdenes sin preguntarse si son justas o no. La puesta en escena es altamente sugestiva. Unos columpios que son trapecios, un boxeador con un peluche, la pistola de agua, el ambiente circense, o de café-teatro parisino, una nodriza barbuda, la canción Over the rainbow, un triciclo infantil, un piano de fondo, las rodilleras de bailarina, un látigo o una fusta para el gobernador corrupto, las botas de domador, y una estética que recuerda a Noviembre de Achero Mañas, donde una juventud reprimida se enfrenta de distintas formas (desde la resignación a la desobediencia) al abuso de autoridad del opresor. Las botellas de alcohol de marca reconocibles, o la comida to take away, vuelven a situar la acción en una proximidad que nos intenta hacer cómplices de lo que está pasando en escena.

El Nuevo Teatro Fronterizo
El dramaturgo José Sanchis Sinisterra dirige en el barrio de Lavapiés un centro de creación e investigación teatral que busca “obligar a que lo posible ocurra”. Sinisterra (Valencia, 1940) siempre se ha interesado por los puentes existentes entre la escena y la narrativa, además de los vasos comunicantes con otros campos, artísticos o científicos. Esa idea de límite, en el que se encuentran diferentes lenguajes y experiencias, es precisamente el punto de fricción donde la libertad creativa halla más caldo de cultivo. De esa voluntad de experimentación nacería en 1977 el Teatro Fronterizo, que más tarde acabaría convirtiéndose en la sede de la Sala Beckett de Barcelona. Ahora, con más de setenta años, el creador incansable vuelve a arremangarse y, fiel a su independencia, lleva dos años con un pequeño centro que ha llamado La Corsetería y que es cuartel general del Nuevo Teatro Fronterizo. De momento, resistiendo a todas las dificultades, ya han sido reconocidos con un Premio Max de la Crítica.


Madrid, así, brilla en los neones de la Gran Vía que anuncian exitosos musicales, pero también en un teatro que vuelve a la palabra, que juega con el espacio, y que, en un contexto de permanente ruido, nos devuelve al diálogo. Estar aquí y ahora. Escuchándonos.

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