“Si en España quieren mi trabajo, que se porten bien y me lo pidan”

Fuente: Roger Salas (elpais.com)

El coreógrafo valenciano Nacho Duato, exdirector de la Compañía Nacional de Danza de España \[CND\] y actual direcor artístico del Teatro Mijailovski de San Petersburgo, ha pasado velozmente por Madrid para presentar un documental del que es protagonista. Se trata de un relato más bien hagiográfico de su última gira a Rusia como cabeza de la CND, con laudatorios testimonios de sus bailarines y fragmentos de filmaciones, algunas históricas, como aquella del ballet Opus Piat donde el artista se restregaba la entrepierna con un inmaculado tutú blanco.
Ahora Nacho aparece sereno, pletórico por su reciente nombramiento como intendente del Stattballett de Berlín, puesto al que se incorporará en 2014 y que compaginará con el Mijailovski ruso.
Ahora que ha hecho las paces con Marius Petipa [el gran coreógrafo académico francés del siglo XIX], al desembarcar en Berlín, el compromiso con el repertorio clásico es mucho mayor.
No es que hubiera hecho las paces con Petipa. Nunca he estado enfadado con él. Lo que pasa es que lo que se me exigía aquí en la CND yo no lo podía hacer. Pero ha sido aterrizar en Rusia, en una compañía (y en un país) con la infraestructura necesaria que comporta un ballet clásico, y me he puesto manos a la obra enseguida. He hecho La bella durmiente y en diciembre estrenaré mi Cascanueces.
Grandes ballets de repertorio...
Y allí en San Petersburgo sigo los ensayos de Giselle y de Laurencia. Estoy en una compañía con orquesta propia, con un proyecto y medios que pueden pagar de su presupuesto estas grandes producciones clásicas.
Le gusta el clásico.
A mí me hubiera gustado ser un príncipe en escena, ser Albrecht [el protagonista masculino de Giselle], ser un bailarín clásico, pero en la España dictatorial eso era imposible y tuve que empezar a bailar demasiado tarde, a los 17 o 18 años, y ya se sabe que en ballet clásico hay que empezar más temprano. La suerte es que yo tenía un cuerpo dotado para bailar y me enganché al contemporáneo.
El panorama internacional cambia con directores más jóvenes en Viena, París y usted en Berlín.
Yo soy mayor que ellos.
Pero generacionalmente entra a dirigir en su ámbito, incluso es usted más contemporáneo o ajustado a los tiempos actuales que Manuel Legris [Viena] o Benjamin Millepied [París].
Sí, es un hecho global, es un cambio generacional y siempre ocurre todo a la vez, como con los directores de las casas de ópera. Pero debo decir que yo nunca he ido a buscar trabajo, salvo como bailarín al principio cuando fui a Maurice Béjart primero y al Cullberg Ballet de Estocolmo después. Luego siempre me han llamado, tanto como coreógrafo que como director.
Como ha sucedido ahora en el Ballet de Berlín.
Ya en Berlín me llamaron en 1992 y dije que no porque me venía a España, y me volvieron a llamar 10 años después antes que a Vladimir Malajov y volví a decir que no porque en España estaba muy contento con mis resultados. Esta es la tercera vez. Son gente muy seria, saben a quién llaman y por qué. Hemos estado hablando un año porque yo no quería dejar San Petersburgo.
¿Ya hablado de números con las autoridades alemanas?
Tengo allí 80 bailarines, pero me han dicho que si quiero puedo llegar a 100. He firmado un contrato por cinco años. En España se ha dado mal la noticia. A Sasha Waltz nunca se le pidió dirigir la compañía y Malajov sabía desde hace un año que se tenía que marchar. No estoy allí interinamente. Firmé hace tres meses y te mentí. Lo siento. No podía dar la noticia.
¿Qué pasa con el impedimento de poner sus coreografías en España?
En el Mijailovski les dejo todo el trabajo y me voy de una manera armónica, les dejo 10 coreografías y me mantengo como coreógrafo residente , pero de la manera que me despidieron aquí ¿cómo voy a dejar mi trabajo? Imposible. Hablé hasta de la posibilidad de un puesto como asesor artístico para mantenerme vinculado a la CND, pero no se me escuchó, la ministra [Ángeles González Sinde] no quiso. Pero claro, los rusos en danza saben un poquito más y son más inteligentes, aprecian mucho más el trabajo, saben que una coreografía bien hecha es un tesoro intangible que hay que cuidar como un patrimonio. Si en España quieren otra vez mi trabajo, que ellos empiecen a portarse bien y a pedírmelo, aunque no ha habido ningún contacto y todo fue muy feo. Cuando pido alguna información de mis obras, se me niega. Pero como soy tan tonto y no soy rencoroso...

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