'Spasiva', Ángel


Desde hace más de 30 años el Teatro de Cámara Chéjov, ubicado en el madrileño barrio de Lavapiés, ha sido un referente para todo aquel que quisiera adentrarse en el teatro soviético y uno de los rincones escénicos mimados por la crítica especializada pero la crisis tampoco tiene piedad con los templos escénicos. "Vamos a intentar aguantar hasta mediados de febrero", dice con la voz entrecortada su fundador, Ángel Gutiérrez. "Aún espero un milagro y no he perdido la esperanza porque tenemos un público muy fiel que nos sigue y nos dice cosas muy hermosas".
La Comunidad de Madrid ha recortado en 40.000 la exigua subvención que les daba y, a pesar de seguir llenando su pequeña sala de Lavapiés, no pueden pagar el alquiler. "Los actores están trabajando gratis aunque tienen hipotecas que pagar. Está siendo muy duro. Si me quitan esta criatura, yo me muero", explica el director teatral de 80 años.
Precisamente hace unos meses, ironías del destino, Gutiérrez fue premiado por la propia Comunidad con su Premio a la Tolerancia por su labor en el acercamiento de culturas. La misma Esperanza Aguirre entregó al director el galardón. "Ella me dijo que se me había tratado injustamente ante las cámaras y se comprometió a que mi carrera no acabara así. Pero luego la hemos llamado y no coge el teléfono. También hemos enviado cartas al Consejero de Cultura. Creo que es porque está rodeada de funcionarios y consejeros, que cobran de los presupuestos de todos, y que no la dejan que le llegue nuestro mensaje. Entiendo que hay que recortar pero perder un teatro por 40.000 euros me causa gran tristeza. Cuando un teatro cierra es como cuando muere un niño, muere un poco el mundo".
A pesar de su larguísima y brillante trayectoria, puede que el público mayoritorio no conozca a este singular maestro. Gutiérrez fue un niño de la guerra que escapó 'in extremis' a Rusia. Desde el carguero que lo evacuaba olía la pólvora de los bombardeos y vio como un barco que transportaba a otros niños como él fue hundido. En la Unión Soviética hizo del teatro su arma para adaptarse a la nueva realidad. Entabló amistad con Tarkovsky (con el que rodó El espejo) y aprendió de los discípulos directos de Stanislavski. Llegó a ser profesor en el Instituto de Teatro de Moscú durante casi dos décadas y, a pesar de gozar de gran prestigio (sus montajes llegaron a Estados Unidos o Francia), con la llegada de la democracia quiso regresar a España para levantar un pequeño teatro en Lavapiés, en el que mostrar al público español la esencia del teatro ruso.
Ahora, este templo está a punto de echar al cierre ante la pasividad de las Administraciones. "Siempre que escucho a Rajoy o antes a Zapatero hablar de lo que hay que hacer ninguno menciona jamás la palabra cultura. Es profundamente triste, les he mandado cartas diciéndoselo pero nunca recibo respuesta. Parece que Millán Astray ha ganado. Hay un divorcio absoluto entre los políticos y la gente que les sirve".
Lo cierto es que, a pesar de ser una eminencia en Chejov aplaudida por Ansón o el difunto Ángel Fernández Santos, sus colegas tampoco le han echado una mano en su carrera española. "Yo no quiero pedir limosna. Me da vergüenza. Cuando William Layton vio nuestro montaje de Veraneantes le dijo a José Carlos Plaza (entonces director del Centro Dramático Nacional) que nos programara pero él nunca lo hizo. Tampoco Lluís Pascual nos tendió la mano. Ahora que está Ernesto Caballero ojalá se acuerde de nosotros, porque ha sido casi alumno mío". Como nadie es profeta en su tierra, desde Rusia continuan llamándole para que monte allí obras en festivales dedicados a Chéjov.
Actualmente, aún se puede ver en este Teatro de Cámara su espléndido montaje de Las noches blancas, de Dostoievski, quizás sea su última función antes de bajar el telón de forma definitiva. Gutiérrez no se resigna. "Aguantaremos hasta que podamos. Estamos pidiendo donativos al público y aún espero que ocurra algo".
Fuente: José Luis Romo (www.elmundo.es)

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