Un tal 'juez Baltasar'
No hay constancia de que el juez estrella de la Justicia Española se haya pasado por los teatros del Canal para ver la obra de Heinrich Von Kleist, El cántaro roto, rebautizada y reescrita por Ernesto Caballero bajo el nombre de La fiesta de los jueces. Pero, en un momento determinado se nombra a Baltasar y no precisamente en alusión al Rey Mago. El dia que yo fui a ver la función sí estaba Javier Gómez de Liaño que tomaba notas con frenesí y aplaudía con regocijo. A su lado, la ex fiscal Márquez y un grupo anónimo que por el gozo y el interés que manifestaba, no debían de ser admiradores de Baltasar, el nombre que se cita de pasada y que no, insistimos, no es el Rey Mago de nuestros suelos infantiles. Aunque, la verdad, en esta función, en España puede haber muchos baltasares.
La función cuenta la historia de un grupo de magistrados del Consejo Superior del Poder Judicial que, para divertimento del personal y autoridades, decide meterse a cómicos por un dia y representar como Dios les da a entender la gran bufonada satírica de Heinrich Von Kleist, 'El cántaro roto'; o sea, un juez prevaricador, un juez culpable que carga la mano contra inocentes, manipula sus conciencias y falsifica insidiosamente los interrogatorios. Eso hace 200 años era de una valentía extremada, pero hoy es moneda de uso corriente, según se lee en los periódicos.
En realidad no puede decirse que la Justicia española sea una fiesta, sino la casa de tócame Roque o lo que un castizo desvergonzado llamaría el coño de la Bernarda. Por eso Ernesto Caballero que, además de gran autor, es excelente director de actores y, sobre todo de actrices, como puede comprobarse en esta Fiesta de los jueces, da una vuelta de tuerca y trae la farsa a nuestros días. No enmienda la plana a Kleist, que se suicidó a los 34 años, sino que la refuerza.
Heinrich Von Kleist era un militar de corte prusiano que acabó más cerca de los poetas malditos que de los uniformes. De ser consecuente con su condición militarista se hubiese batido en duelo con alguien; pero prefirió saltarse la tapa de los sesos o envenenarse, no estoy seguro, con una amante que, además, no le gustaba como cooficiante del sacrificio. Heinrich von Kleist fue un genio maldito y Ernesto Caballero ha encontrado la unión hipostática con él para, respetando todo su espíritu traerle a nuestros dias. Para ello se apoya en la socorrida estrategia del teatro dentro del teatro, del llamado meteatro a la que dota de cierto grado de perversidad: los personajes de 'El cántaro roto', tienen un peligroso punto de identidad con los jueces metidos a titiriteros y sus conductas se parecen mucho a la de La fiesta.... Y por si fuera poco, entre los jueces-actores salta enseguida la realidad de su vida al margen de la escena: las desavenencias ideológicas, las rencillas, las acusaciones, los rencores. La trifulca final, quitadas las caretas de la representación, es apoteósica y deslumbrante. Vayan a verla y si tienen la suerte de encontrarse en el patio de butacas con un tal Baltasar que no es el Rey Mago y con Javier Gómez de Liaño, que sí es Gómez de Liaño, a lo mejor se arma otra trifulca parecida a la del escenario.
Eso es lo que Ernesto Caballero no ha previsto: bajar la acción al patio y dejar la duda de si los jueces que en él se instalen son jueces de verdad o titiriteros de mentira. Eso encarecería el coste de la funsión, sobre todo si se contrata al Baltasar, que no es el Rey Mago. Pero acaso mereciera la pena.
Fuente: Javier Villán (www.elmundo.es)
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