¿Quiénes son los 'neos' de la escena teatral?


¿Raro, difícil, radical, gamberro, nuevo? No se trata de nada de eso, asegura Jordi Fondevila. O no necesariamente. Del 10 al 13 de mayo resucita en Barcelona el festival NEO (Noves Escenes Obertes), un festival internacional de creación e innovación escénica y nuevos medios del que en el 2006 se celebró la primera y única edición. Pero, ¿qué es lo que se puede ver en el NEO? ¿Quiénes son los neos? Y, recordando el socarrón saludo de Bugs Bunny, aquel peligroso "¿Qué hay de nuevo, viejo?", ¿qué nuevas tendencias aportan? Las respuestas, tan interesantes como sorprendentes.
Para empezar, recordar que el NEO nació en el 2006 como el heredero del histórico Festival Internacional de Teatre Visual i de Titelles de Barcelona, que desde 1973 organizaba el Institut del Teatre y que quiso reconvertirse en certamen internacional. A la del Institut del Teatre, se sumaron la complicidad del Lliure y del Mercat de les Flors, pero el ambicioso proyecto no prosiguió. Ahora la crisis exige sumar esfuerzos para ahorrar. Así que el Lliure, que desde esta temporada vuelve a dirigir Lluís Pasqual, ha decidido dejar de celebrar su ciclo Radicals Lliure y sumar su trabajo al que se hizo con el NEO. Y ha resucitado este festival bajo la dirección de Fondevila, que ya lo programó en el 2006, con un presupuesto que con sangre, sudor y lágrimas espera llegar a los 300.000 euros, con las ayudas añadidas de La Seca-Espai Brossa, el CoNCA y el Departament de Cultura.
¿Qué es lo neo? Para Jordi Fondevila son toda una serie de autores escénicos que no utilizan el ordenador para escribir un texto, sino que sus obras nacen en las propias salas de ensayo, lo que hace que tengan un sello muy personal, inseparable del artista. No son artistas jóvenes ni emergentes, normalmente llevan años trabajando. Es creación escénica de autor y más allá de que incorporen las tecnologías actuales no se trata, dice Fondevila, de nuevos lenguajes escénicos, sino que beben de la revolución de las artes escénicas de los setenta, tendencias que aún siguen evolucionando. Tendencias como que los intérpretes dejen de hacer de personajes y pasen a hablar de su propia experiencia. Tendencias como alejarse de la ficción para que lo que pase en escena sea real: así, Angélica Liddell, en sus fascinantes y torturadas obras puede extraerse sangre con la ayuda de una ATS. Tendencias como fusionar el espacio de recepción y emisión, que público y espectador se mezclen. Pero, si no son nuevos, ¿por qué neo? Para el gran público resultarán novedosas porque no están acostumbrados a estos lenguajes: los grandes teatros de aquí no los suelen programar, dice Fondevila: "Debido a malentendidos generacionales y gustos populares, se cree que lo que no es texto no funcionará".
Roger Bernat, uno de los que participarán en el NEO (FestivalNeo.com) con su espectáculo participativo Pendent de vot –televoto y preguntas polémicas incluidas– que acaba de estrenar en el Centro Dramático Nacional, afirma también que no cree "en las nuevas tendencias", que lo suyo es casi teatro clásico, el que va dirigido a hablar sobre la comunidad. Pero sí observa que tras dos décadas en las que el teatro se había despolitizado a marchas forzadas, quedándose ensimismado, está volviendo "un teatro comprometido, que apela al sentido ético de nuestro trabajo". Quim Pujol y Marc Olivé, que comisarían con Cristina Alonso la exitosa Secció Irregular del Mercat de les Flors sobre creación contemporánea, tampoco creen que se trate de nuevas tendencias –"la modernidad es un mito y hay una obsesión por la ruptura de la ruptura de la ruptura"– sino de gente coherente con sus planteamientos y de que el teatro es el lugar donde todo se puede utilizar. Y lamentan la "falta sonrojante de espacios para mostrar estas obras".
¿Quiénes son los neos? Fondevila es capaz de dividirlos en cuatro generaciones, reconociendo, eso sí, la porosidad de sus fronteras. "En la transición aparece la primera generación democrática de neos. De Carles Santos a La Fura dels Baus, Els Joglars, Comediants, La Cubana... no crean a partir de un texto, sino en escena. Luego, por edad, llega la generación de Rodrigo García, Olga Mesa, Carlos Marquerie, Esteve Graset... En la tercera, de finales de los noventa y principios de los 2000, estarían Roger Bernat, Angélica Liddell, la Sociedad Doctor Alonso o Sergi Faustino. En la cuarta podrían estar Guillem Mont de Palol, Nao Albet y Marcelo Borràs. Iñaki Álvarez, el Conde de Torrefiel, Pere Faura... La cuestión es que la primera y la segunda generaciones saltaron a otro nivel, todos les conocen, se aceptaron de forma más natural. Hubo ayudas públicas a su arte, decisivas para esos proyectos y que ahora se han recortado. Las otras generaciones han tenido menos recursos para desarrollar sus hipótesis. En Catalunya –añade Fondevila– hay mucho ímpetu para impulsar a autores dramáticos con proyectos como el T6 del TNC, quizá porque un texto escrito deja patrimonio y lo efímero da miedo. Y ahora, estando bajo mínimos, no sé si a este ritmo habrá una quinta generación o perderemos una generación entera".
Y la cuestión, explica Àlex Rigola, creador de Radicals Lliure, es que aunque estas funciones tienen público limitado, su trabajo fronterizo, su experimentación y búsqueda de lenguajes, sus hallazgos, son lo que hace avanzar el teatro más convencional.
Fuente: Justo Barranco (www.lavanguardia.es)

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