Carmen Machi: "Siempre me tiro al barro cuando un proyecto me ilusiona"
Fuente: Alberto Ojeda (www.elcultural.es)
El cine y el teatro han radiografiado el matrimonio en innumerables ocasiones. Pero en toda esa multitud de visiones es difícil encontrar una tan angustiosa y turbia como la que firmó el dramaturgo británico Edward Albee en ¿Quién teme a Virginia Woolf? (el título no tiene nada que ver con la escritora, sino con un juego de palabras construido a partir de la letra de una canción de la versión de Disney de Los tres cerditos: ¿Quién teme al lobo feroz?). George, profesor de historia en una universidad norteamericana, y Martha, hija del director de la institución, libran una feroz batalla doméstica, avivada con las cantidades industriales de alcohol que trasiegan. Aunque no es el alcohol lo que está en el fondo de sus disputas. Éste es sólo un detonante de toda la frustración que acumulan a lo largo 25 años casados.
Carmen Machi, que últimamente camina de éxito en éxito, ahora se atreve con Martha. "Me apetece muchísimo. Es un papel que le gustaría interpretar a cualquier actriz. Pero también impone de entrada", explica a elcultural.es. Todavía está con los ensayos, a las órdenes del director Daniel Veronese. La obra se estrena este martes en el Teatro La Latina, tras pasar por el Romea de Barcelona. Machi se ha incorporado en el montaje en castellano sustituyendo a Emma Vilarasau (curiosamente, ambas ya intercambiaron el mismo papel en Agosto, la obra de Tracy Letts). Para ella no es una sustitución en sentido estricto: "Al cambiar de lengua es como si hubiéramos empezado de nuevo. En catalán los fraseos son más cortos que en castellano. Además, cuando entra un actor nuevo en una obra, ésta cambia por completo. Al fin y al cabo la interpretación es energía y cada uno tiene la suya". Como ventaja, ha contado con la presencia de Pere Arquillué dándole la réplica desde el personaje de George, con el que ya ha trabajado en diversas ocasiones.
Ambos Machi/Martha y Arquillué/George reciben en su casa (sábado por la noche, ya de madrugada) a otro matrimonio. El que forman Honey (Mireia Aixalá) y Nick (Iván Benet), pertenecientes también al entorno universitario. Ingenuos, llegan con la intención de pasar un buen rato de copas y camaradería. Pero lo que van a ver es una pelea descarnada entre sus anfitriones que se desarrolla en varios planos. "Casi todo el mundo tiene en la cabeza la versión cinematográfica de Mike Nichols, protagonizada por Richard Burton y Elizabeth Taylor. En la película está más resaltada la lucha en el terreno emocional y visceral, el dolor es lo que prevalece, pero creo que se pasa por encima del enfrentamiento intelectual de dos tipos con mucho ingenio y mala leche".
Si ya de por sí comprometerse mediante el juramento matrimonial es una decisión que intimida, asomarse a ¿Quién teme a Virginia Woolf? puede provocar muchísimas más dudas. "A mí me recuerda mucho a cuando sales con alguien y quedas con otra pareja, estás en un restaurante y de pronto se ponen a discutir delante de ti, sacando los trapos sucios. Es una situación muy violenta y desagradable, que nunca he terminado de entender. Para hacer eso quédate en casa, ¿no?".
Lo de George y Martha es incluso más retorcido. Ellos acostumbran a airear sus miserias delante de un público escogido casi todos los fines de semana. Es casi un juego para ellos, algo que hacen de forma premeditada. Por tanto, estamos en un ejercicio de teatro dentro del teatro. Una pareja actúa para otra pareja y en la penumbra de la platea observa el público, entre angustiado y morboso. Por momentos, la casa parece el camarote de un barco en medio de la tempestad. Las puñaladas, entre tropezones etílicos, siguen un camino de ida y vuelta constante. Las impulsa el odio enquistado, el de un marido y una mujer que, según Machi, "en el pasado se quisieron mucho y todavía se quieren". Es la frustración, a su juicio, la que los envenena.No conviene añadir mucho más para no destripar la trama, ya que, a pesar de la afilada dialéctica que se procuran, todavía es posible que haya posibilidad de redención para este matrimonio.
Machi estará un mes sobre las tablas de La Latina. Anda un tanto agitada estos días previos ("Sí, estoy muy excitada, en el buen sentido", dice y a continuación ríe). Vive un momento de plenitud como actriz. Almodóvar la ha incorporado a su repertorio histórico de mujeres empadronadas en el surrealismo y la desesperación histriónica (Hable con ella, Los abrazos rotos y el corto La concejala antropófaga), en televisión ha reventado los índices de audiencia con Aída y en el teatro su trabajo en Juicio a una zorra (de Miguel del Arco) le valió el Premio Valle-Inclán de Teatro que entrega El Cultural.
Una sucesión de triunfos que no la desorientan: "¿Un actriz en racha? Pues no sé, quizá. Yo sólo sé que llevo mucho tiempo trabajando en esto, y que, aunque muchos no se lo crean, siempre he hecho lo que me ha apetecido y me he tirado al barro cuando he visto un proyecto que me ilusiona". El siguiente será en el Teatre Lliure. A finales de año se pondrá a disposición de Josep María Mestres, para montar una de las breves obras que el dramaturgo Mark Ravenhill dedicó a los atentados del 11-S. "Es impresionante", adelanta. Habrá que estar atentos.
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