Teatro para ser todos iguales
Por segundo año consecutivo, las tres entidades han organizado una función teatral dividida en dos partes. La primera, fragmentos de la comedia Buscando a Hilary, en versión reducida, adaptada para el público de esta mañana y representada por actores de la compañía de Marsillach: una obra que busca enseñar a los asistentes que hay que perder el miedo al fracaso y a la dificultad. La protagonista, Hilary, interpretada por Blanca Marsillach, es una mujer insegura que alberga en su mente personajes imaginarios que meten el dedo en la llaga de todas sus dudas.
Terminada la obra, el público se hacía protagonista a través del taller interactivo. Actuaciones, bailes, canciones: los chicos y chicas, señoras y señores discapacitados(que los actores llamaban a subir al escenario) respondían con entusiasmo y sin miedo escénico. Todos levantaban la mano para ser elegidos y enfrentarse a los retos que les proponían. Gonzalo (60 años, bigote blanco y gafas) aseguraba ser "actor", pedía un momento para improvisar una performance. Iván, un joven con camisa y vaqueros negros, recitaba un poema. Y Santi, bajito con camisa blanca y corbata azul, cantaba a gritos una canción de David Bisbal haciendo que muchos se levantaran de sus butacas para bailar.
"Con ellos aprendo la humildad. Viven la vida de una forma más plena", afirmaba en el teatro ya vacío Blanca Marsillach a propósito del público de esta mañana. Y el director del área social de la Fundación Repsol, Javier Inclán, aseguraba que gracias al teatro las personas discapacitadas aprenden "muchos valores y trabajan en grupo, se hacen partícipes de una comunidad". Según Inclán, la integración de esta categoría social es una de las "asignaturas pendientes" de la sociedad española. Y Marsillach remataba que una de las claves sería, en el futuro, realizar obras de teatro con un elenco de actores con y sin discapacidad.
Hacía poco más de 10 minutos que el evento había terminado. Con abrazos y besos para todos, tal y como había empezado. Susana, quien en una de las pruebas tenía supuestamente que hacerse de rogar y aceptar solo a los chicos que le sedujeran con una palabra bonita, se levantaba y lanzaba sus brazos en torno al cuello de todos. Y Jorge superaba a pedir de boca el desafío de contar un chiste como si estuviera en la gala de los Oscar. Todos se reían. A nadie le importaba que el cuento empezara con "un francés, un portugués y un español" y terminara con un inglés que, aparecido de la nada, cogía un avión para Portugal.
Fuente: Tommaso Koch (www.elpais.com)
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