JUICIO A UNA ZORRA


DRAMATURGIA y DIRECCIÓN: MIGUEL DEL ARCO
DIRECCIÓN MUSICAL: ARNAU VILÀ
INTÉRPRETE: CARMEN MACHI
DURACIÓN: 1h
PRODUCCIÓN: KAMIKAZE PRODUCCIONES y MAMÁFLORIANA
TEATRE LLIURE (GRÀCIA)

Expectación máxima que se ha creado en Barcelona con este montaje. Con o sin polémica, la Machi ha cautivado a un público que ya ha agotado las entradas para los días que quedan. El espectáculo se lo merece, dramatúrgicamente está muy bien tramado. La visión de los mitos y de la historia por parte de una mujer, echando por tierra todo lo que nos han venido vendiendo a través de los siglos funciona, hace reír, emociona y hasta enfada al personal. 

No es la primera vez que Miguel del Arco se pone a reescribir una historia, ya lo hizo hace unas temporadas con La función por hacer y en menor medida con De ratones y hombres. Juicio a una zorra es una amalgama de mitología pasada por el filtro de los tiempos que corren, alusiones a tiempos presentes y un lenguaje actual que viaja de los motes más vulgares al refinamiento de los Dioses.

Helena de Troya se somete al juicio de los espectadores, nos explica su historia entre copa y copa de una pócima de vino con unos polvos especiales que hacen olvidar el sufrimiento y no provocan las lágrimas. Bebe y bebe y no para en una hora. De la sobriedad de los primeros momentos, a la borrachera de los últimos, nos narra cómo fue maltratada, vejada, raptada y violada por todos los hombres que pasaron por su vida, su padre entre ellos. Su amor por Paris fue el causante de una guerra que destruyó la poca felicidad que le quedaba.

En una escenografía donde el negro libra batalla con el vestido rojo pasión y las innumerables botellas del líquido rojo, el juicio discurre entre apelaciones a Zeus, al público y miradas a la lejanía buscando un entendimiento que de parte del público consigue totalmente.

Carmen Machi encandila, convence y brilla con su magistral interpretación. Con sus tonos pausados y enérgicos cuando el líquido rojo que corre por sus venas comienza a hacerle efectos. Los diez últimos minutos, borracha, y cansada de explicarse recurre a las emociones para recibir la bendición del público, un largo y sonoro aplauso que le concede la inocencia de hechos y la culpabilidad de habernos regalado una más que notable función. Ya es hora de que las mujeres comencemos a hacer historia y a escribirla.

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