Núria Espert: "Sigo teniendo vocación de principiante"



Se confiesa nerviosa y expectante, cargada de responsabilidad, deseando que pase la noche del estreno... Pero también impaciente y excitada, con ganas de pisar la sala pequeña del Español, donde a partir del próximo jueves Nuria Espert representará La violación de Lucrecia, una dramatización del poema de Shakespeare, dirigida por Miguel del Arco sobre la versión de José Luis Rivas.

El texto, confiesa la actriz, lleva planeando muchos años sobre ella. Había considerado la posibilidad de hacer una lectura dramatizada. «Después de La casa de Bernarda Alba —explica—, que me dejó muy satisfecha, me llegaban proyectos interesantes pero que podía haber hecho en otro momento o incluso que ya había hecho. Y me volví a acordar del poema. Encontré la versión de José Luis Rivas y al profundizar en ella me di cuenta de que podía ser un espectáculo teatral, para lo que necesitaba la ayuda especial, importantísima, de un director también especial. Y encontrar a Miguel —cuando le llamé no había visto La función por hacer— fue una de las mejores cosas que me han pasado en este espectáculo, porque tiene una forma de trabajar centrada en los actores y en la palabra».
¿Qué le lleva definitivamente a llevar a escena este poema?
Varias cosas; en primer lugar, que no sabía de nadie que lo hubiera hecho antes casualmente, el actor Gerard Logan protagonizó anteayer en Dublin una adaptación similar. Los habrá, porque no puede ser que a nadie se le haya ocurrido dramatizar este poema, pero nosotros no teníamos constancia de ello cuando empezamos el proyecto. La versión española, por otro lado, convertía al poema en una obra teatral de Shakespeare. La narradora se teatraliza; no es fría ni imparcial. Shakespeare toma posición por ella a través de la narradora... O del narrador, que podría ser un hombre. Ésta es una función que podría hacer perfectamente un actor. Está abierta también a muchas interpretaciones, se puede potenciar la parte poética o se puede subrayar, como hemos hecho nosotros, la parte dramática.
¿Por qué no ha querido hacer también la dirección del espectáculo?
Necesitaba una mirada externa. Es muy difícil de interpretar, muy difícil... Y tanto Miguel como yo queremos que no lo parezca. Queremos que no se vean para nada las dificultades técnicas, que las tiene y de primerísima categoría... Como las tenía Las criadas, de Genet... Allí las dos hermanas interpretan también a otros personajes... Planos y planos y planos. Esto es más difícil, porque allí eran ellas que imaginaban que eran otra persona. Pero es que aquí son otra persona: son la narradora, Lucrecia, Tarquino, su hijo... Y tienen que verse los personajes, hay que creer que lo son. Y es un papel muy físico. Hay que entrar en los personajes, no sólo cambiar la voz. Mi trabajo no es el de un ventrílocuo.
Su último monólogo fue Maquillaje. ¿Se siente cómoda en este género?
No me gusta nada... Es un trabajo de una soledad... Imagínese que hacemos setenta, ochenta funciones. ¡Estás tan solo en el escenario! Antes de empezar, toda esa montaña que te espera... No lo piensas en Bernarda Alba; tienes tu parte de responsabilidad pero estás arropada, la compartes con todos y cada uno de los que están contigo en el escenario y te tienes que preocupar de ti y del espectáculo. Aquí me tengo que preocupar de los cinco personajes y del espectáculo. No pensé que volvería a hacer un monólogo, pero surgió.
¿Cuál es su motor como actriz, el afán de superación, de aprendizaje?
No me siento a pensar qué puedo hacer para superarme y que todo el mundo diga lo valiente que soy. Es que a mí esas cosas me excitan. Sé que le voy a dedicar año y medio a este trabajo; tengo 74 años y tiene que estimularme de verdad porque año y medio es mucho tiempo para mí. Yo sigo teniendo vocación de principiante. Esto me sigue excitando y me gusta mucho más que cualquier otra cosa. Además estoy muy agradecida a la profesión. Yo quería ser bailarina, y la vocación de actriz nació cuando ya llevaba varios años en el teatro. Pero se mantiene. Nunca he pensado en dejarlo ni he pensado por qué me he dedicado a esto.
En la sala pequeña del Español va a tener al público muy cerca.
Nunca los he tenido tan cerca, y me da cierto temor. Esta obra requiere una gran concentración. Y supongo que si yo mintiera en algún momento eso se vería mucho más que en un teatro convencional. Si me encuentro mal y hago una mala función, en esa salita será mucho peor.
Fuente: Julio Bravo (www.abc.es) (y en su blog: http://unabutacaconvistas.blogspot.com/)

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