“La improvisación enseña a sobrevivir"



El bailarín y coreógrafo David Zambrano ha impartido un curso sobre las técnicas de improvisación en la danza dentro del programa Bizkaia Bilbao Arte y Cultura de la Universidad del País Vasco. El pasado fin de semana interpretó en el festival Lekuz Leku, en Bilbao, el solo My fire is still burning for you (mi fuego sigue ardiendo por ti). “Tiene un doble significado. Fue un mensaje que escribí a mi pareja y también habla de que la danza sigue siendo mi primer amor”, dice.
La danza se relaciona con más con la disciplina, la técnica y el autocontrol que con la capacidad de improvisación.
Están equivocados. Siempre me hacen esa pregunta. Es un problema de educación, de querernos tener domesticados, pero yo desde que empecé a bailar he valorado la espontaneidad, la posibilidad de crear frente al público. Yo me levantó y bailo, pero con una preparación. Lo que aprendemos en las escuelas de danza, sirve para no cometer errores, para tener una técnica, para seguir una coreografía pautada, pero siempre va a aparecer algo inesperado, dentro o fuera del cuerpo, y hay que estar preparado. Las estructuras son básicas, en danza no improvisamos partiendo de la nada, hay unas estructuras, una historia, una información que nos llega cada día. Lo que yo hago es una reacción a todas estas cosas.
¿Qué aporta la improvisación a un bailarín?
Enseña a sobrevivir en cualquier situación. Después, aprender a usar muy bien lo que ya conoce para llevarlo más lejos, hacia cosas que no conoce. También, es básica para aprender a vivir el momento. Es un entrenamiento fantástico, pero no para ir en contra de lo establecido y lo estructurado, sino para contar con otra herramienta. A mí me gusta trabajar con las sensaciones y comunicar lo que siento a través de mi cuerpo, presentar imágenes a la gente que me está viendo que yo no soy capaz de verbalizar.
¿Es parecido a la improvisación en música, en el jazz, por ejemplo?
Depende del músico. En el jazz hay unas estructuras que se siguen usando, las del jazz clásico en el que aparece el ensemble, se da paso a un solista, a otro, toma y dame, vuelve el ensemble, que sigue melodías establecidas, y la juegan de otra forma. Otros rompen con la tradición y tratan de crear música nueva. Eso se parece un poco a lo que yo hago. Siempre con un espacio abierto a la espontaneidad.
¿Sirve para danza contemporánea y para ballet clásico?
Para cualquier persona. La danza contemporánea está influenciada por el ballet: un pie de punta es básico. Para mí lo importante es tener un pie que se pueda expresar con un vocabulario más rico que punta y flexión, punta y flexión.
¿El trabajo de improvisación es para cualquier coreografía y cualquier bailarín?
Sí, aunque yo no sigo una dramaturgia. Me critican pero mis coreografías no cuentan historias, yo prefiero que hable el cuerpo. Los bailarines con los que me gusta trabajar, sean de formación clásica o contemporánea, deben ser personas que sepan usar todo lo que han aprendido. Usar quiere decir buscar algo nuevo, no repetirlo como se aprendió. Son cuerpos inteligentes, cuerpos pensantes que saben utilizar con sus limitaciones y sus virtudes lo que tienen dentro.
¿Y que es más importante en la danza, el talento innato o la técnica?
Cuando hay un talento, siempre va a salir, sea como sea. Pero los bailarines, talentosos o no, deben investigar con todo su cuerpo y buscar soluciones por ellos mismos, antes de que yo se las dé. “No soy Google”, les digo. Lo que se aprende abre puertas y ventanas para presentar al público lo que sabes de diferentes formas.
Fuente: Eva Larrauri (www.elpais.com)


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