EL VIENTO EN UN VIOLÍN
DRAMATURGIA y DIRECCIÓN: CLAUDIO TOLCACHIR
INTÉRPRETES: INDA LAVALLE, TAMARA KIPER, MÍRIAM ODORICO, ARACELI DVOSKIN, CLAUDIO TOLCACHIR y GONZALO RUIZ
DURACIÓN: 1h 30min
PRODUCCIÓN: TEATRO TIMBRE 4 con el FESTIVAL INTERNACIONAL SANTIAGO A MIL, EL TEMPO_FESTIVAL DAS ARTES, EL FESTIVAL D'AUTOMNE DE PARIS y LA MAISON DES ARTS ET LA CULTURE DE CRÉTEIL
TEATRE ROMEA (GREC 2013)
No sé, así de entrada y después de ser uno de los espectáculos que más esperaba (por las críticas recibidas tras su paso por Madrid) me choca la elección de un espacio como el Teatro Romea para su representación. Nos encanta el teatro argentino. Desde hace un tiempo suspiramos por tener un sector teatral tan fuerte como ellos. Nos encanta su cercanía. Pero luego programamos sus obras en espacios nada adecuados, en este caso el Romea.
Al principio pensé que hubiera sido ideal para representarlo a dos bandas. La platea a la italiana le juega un flaco favor y aún más la del Romea que tiene el escenario demasiado alto y con la profundidad suficiente para que a para que incluso desde las primeras filas las voces se pierdan y el mensaje no llegue. Ya no es culpa como apuntaban algunos, del acento o sonoridad argentina, sino de que El viento de un violín no está concebido para un tipo de teatro a la italiana donde la distancia entre intérpretes y público sea una pared para seguir el desarrollo de la trama.
El viento en un violín continua con la poética Tolcachir pero la lleva hasta los extremos. La búsqueda desesperada de una pareja de mujeres de un hijo (en el mundo del siglo XXI) las lleva a secuestrar y a "violar" a un hombre. Ellas son de clase baja y él de clase acomodada. Ahora tendrán qué decidir con quién vive el niño que esperan. La historia peca de irrealidad, surrealismo, histerismo y de personajes neuróticos a partes iguales.
Tolcachir sabe jugar perfectamente la frontera del drama y la comedia. Eso sí, los pocos momentos dramàticos hacen descender el ritmo de acción y son los más flojos de toda la obra, que consigue su máximo esplendor cuanto más descerebrada es la escena.
Si alguna cosa podemos envidiar a los actores argentinos es de su naturalidad interpretativa. Aunque se nota el rodaje del montaje, las interpretaciones son brillantes, con la sorpresa mayúscula del propio Tolcachir como protagonista. Todos destacan, todos están perfectos,, ninguno va a remolque de los demás y la obra fluye, mientras el público disfruta durante 90 minutos.
Dramatúrgicamente le falta algo, demasiadas idas y venidas de personajes, algunas repeticiones innecesarias y un final demasiado abrupto. A Tolcachir le ha faltado dar la puntada final para que El viento de un violín no quedara en algo difuso y demasiado desquiciado. Espero que la próxima neurosis venga en un frasco más pequeño.
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