"Duato siempre tiene las puertas abiertas de la compañía"
Apenas llega al teatro de la Zarzuela, ya le esperan varios asuntos para resolver. «Son días muy intensos —explica José Carlos Martínez, director de la Compañía Nacional de Danza—; cuando uno asume un cargo así, siempre le advierten que pasará más tiempo en los despachos que en los estudios, y por mucho que se trate de evitar acaba siendo así». Martínez presenta hoy en el coliseo de la calle Jovellanos los frutos de sus primeros cuatro meses y medio de trabajo con la compañía, a la que llegó para suceder a Nacho Duato (con un año de transición en manos de Hervé Palito). «Ha habido que preparar un espectáculo sin ninguna base, sin experiencia, porque es la primera vez que dirijo una compañía, sin conocer en principio a nadie del equipo. He ido aprendiendo poco a poco y aún sigo con ese aprendizaje. Han pasado muchas cosas en esta compañía, y he encontrado a la gente con muchas ganas de comenzar esta nueva etapa; lo mejor ha sido encontrar a los bailarines muy motivados, y lo más fácil para mí ha sido mi relación con ellos; al fin y al cabo hablamos el mismo lenguaje».
¿Se ha encontrado lo que esperaba?
Uno puede imaginarse y oir muchas cosas, pero hasta que no se vive una situación así no se sabe bien cómo es. Yo llevaba en Francia veinticinco años, y en cuanto a la manera de trabajar y a la organización hay muchas diferencias entre España y Francia. Y eso me ha obligado a mi a adaptarme, pero también la propia compañía se ha de acostumbrar a mi.
¿El programa que presenta en la Zarzuela es una declaración de intenciones o es lo que cree que hay que hacer en este momento?
El programa es lo que se puede hacer ahora mismo. Hay una diferencia entre lo que a mí me gustaría hacer con la Compañía Nacional de Danza y lo que se puede hacer con los medios, los bailarines y el contexto actual. Teniendo en cuenta esta situación he diseñado este programa aprovechando al máximo todos esos factores: económicos, humanos. No pensaba que fueran tan bien los ensayos de «Artifact II» —una coreografía de William Forsythe—; tenemos tres elencos distintos, y solo está una de las chicas nuevas. El resto de las bailarinas estaban ya en la compañía. Ha habido un trabajo, una evolución, están ampliando sus registros... Se ha hecho, además, en muy poco tiempo; normalmente, cuando asumes la dirección de una compañía, ya está la programación hecha y empiezas a trabajar en la del año siguiente. Pero no ha sido el caso, yo empecé a trabajar el 1 de septiembre y no había nada programado. No es fácil encontrar coreógrafos que puedan estar disponibles en las fechas en que tú los necesitas. Tengo los pies en la tierra, y sé cuál es la situación en que me encuentro. Puedo entender que se critique el programa, que se me reproche que no hay una creación, que no hay una pieza clásica... Yo lo asumo. Estamos en un contexto y hay que trabajar con los medios que se tienen.
No tiene usted prisa, entonces por cambiar la compañía...
Pero eso ya no tiene qué ver con los medios, sino con mi manera de ver las cosas. Para hacer bien el trabajo hay que ir tranquilamente: despacito y con buena letra, decía mi abuela. Daremos cada paso cuando podamos darlo, con un objetivo: que todo lo que hagamos tenga la misma calidad. Para mí, eso es lo esencial. Prefiero hacer cosas pequeñas con calidad que tratar de aparentar lo que no somos.
¿Es partidario entonces de esperar a tener las condiciones adecuadas para hacer, por ejemplo, un «Lago de los cisnes»?
Claro; se puede hacer, pero no de la manera en que yo creo que debe presentarse. El arte de la danza es muy difícil, y hace falta tiempo.
¿Se ha encontrado en la compañía y en el Ministerio las puertas abiertas?
En el Ministerio siempre; mi proyecto era muy claro y he empezado a ponerlo en práctica. En la compañía hubo al principio ciertas dificultades, porque había bailarines —alguno sigue teniéndolas— con sus inquietudes; no me conocían, y al ver que venía de la Ópera de París tenían miedo a que transformara toda la manera de trabajar y que nos pusiéramos a hacer de primeras El lago de los cisnes. Tardaron un poco en conocerme, en ver cómo íbamos a trabajar y parecía que no se creían lo que les decía. Pero en cuanto llegó el primer coreógrafo, Johan Inger, para montar «Walking Mad», se tranquilizaron. Y han entendido que la programación está hecha en función de ellos. Pero han de hacer un esfuerzo para ampliar registros, porque van a venir coreógrafos muy diferentes.
¿Y en el mundillo de la danza?
Hasta ahora bien... Pero no sé qué pasará una vez estrenemos. En este país hay todavía un combate entre clásicos y contemporáneos, y ya que la única opción es la Compañía Nacional de Danza, me gustaría que quienes quieren ver clásico vengan a ver otro tipo de espectáculos, y lo mismo quienes apuestan por el contemporáneo. Tengo la sensación de que hay un público que solo quiere ver lo que conoce, y me gustaría fomentar las ganas de descubrir cosas nuevas. Por eso elegí este programa, no son coreografías escogidas al azar: hay zapatillas de punta, universos distintos, un coreógrafo español (algo que tiene que ser uno de los sellos de identidad de la compañía)... La idea es despertar la curiosidad en públicos distintos.
¿Le ha sentado mal la reaparición de Nacho Duato apenas una semana antes del estreno?
No... Alguien ha querido levantar polémicas, pero no ha pasado nada en realidad. El documental que se ha presentado es una película sobre el último momento de Nacho con la Compañía; algo casi privado, casi un recuerdo de familia. Y no hay por qué crear polémica. Nacho se fue hace ya más de un año, e incluso ha declarado que está dispuesto a hablar en el caso de que la Compañía quisiera sus coreografías. Yo siempre he dicho que Nacho Duato tiene abiertas las puertas de la Compañía Nacional de Danza; era él quien no quería que bailáramos sus piezas. Si él cambia de opinión, pues aquí estamos para hablar con él, igual que con el resto de los coreógrafos.
Para usted tiene que haber sido una satisfacción que haya cambiado de parecer en este sentido.
Hasta ahora reponer aquí las coreografías de Nacho parecía algo inviable. Ahora ya no. Y para nosotros es bueno en todos los sentidos. Tenemos todo el repertorio; no solo a los bailarines, sino el vestuario y las escenografías. Y en tiempos de crisis montar una pieza de Nacho es interesante porque ha estado veinte años en la Compañía Nacional, porque es un coreógrafo español super conocido, pero además remontar ese tipo de piezas nos permite hacer más espectáculos durante el año. Todo es positivo para la Compañía.
¿Ha tenido ya contacto con los nuevos responsables de Cultura?
No, de forma directa no.
¿Van a hacer gira con este programa?
A veces haremos este programa, y en otros lugares mezclaremos. La semana que viene vamos a Santander, donde estrenaremos una creación de Annabelle López Ochoa, In transit; y un dúo que he hecho yo sobre música de Scarlatti.
¿Siente envidia de los bailarines?
No, ninguna. Al contrario; es un placer verlos bailar, y ver que descubren cosas nuevas es como si bailara yo mismo. No siento nostalgia del escenario. He bailado ya mucho.
Fuente: Julio Bravo (www.abc.es)
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