Tarta teatral para el cumpleaños de la BNE



En el número 20 del madrileño Paseo de Recoletos, desde años y años justa y exactamente el saber sí ocupa lugar. Y en primera fila. Allí se levanta, testigo incansable de nuestra cultura y nuestra historia, la Biblioteca Nacional de España. Como antes lo estuviera en el legendario pasadizo que discurría entre el antiguo Alcázar y el Monasterio de la Encarnación.
Y esta casa está de cumpleaños y hay que celebrarlo. Por eso, además de la impagable exposición que ahora alberga con tesoros de todos los gustos y sabores, desde el pasado día 13 hay otra deliciosa tarta cultural, escénica en este caso, que llevarse a la boca: El libro infinito. Biblioteca Nacional de España, tres siglos, un texto del dramaturgo José Ramón Fernández con dirección escénica de Fefa Noia, organizado por la propia BNE y Acción Cultural Española. En la pieza, de una hora de duración, un grupo de personas estrechamente vinculadas con la tricentenaria institución viajan por su historia, por su trabajo, por sus variadísimas dedicaciones.
Una pieza didáctica y entrañable en la que asistimos a las palabras del creador de la institución, el rey Felipe V, orgulloso de su idea que servirá para cimentar España; don Francisco de Goya, atormentado y genial, sordo pero con las entendederas de un genio, asegurando que le encanta Picasso, en un guiño fantástico; el compositor Barbieri, castizo y postinero, en una suerte de interludio retrechero de la obra; Cervantes, antaño soldado y ahora soñando con sus primeras obras; y Ella, la Biblioteca Nacional, con sus sueños, sus recuerdos. Óscar de la Fuente, José Luis Día Rupérez, Miguel Barderas, David Luque y Andrea Soto los encarnan con solvencia y ternura.
El propio autor, José Ramón Fernández, explica los pormenores de esta aventura dramático-libresca: «Se trata de acercar al público la importancia y la magia de este lugar. Es la propia biblioteca quien nos habla —¿con qué sueña un edificio cuando se queda vacío?— y recorre emociones, momentos —la primera lectora en 1837, por ejemplo— y deja fluir las palabras hacia los otros personajes. Me valgo del rey que se la inventó, Felipe V, y de tres viejos amigos que dan nombre a tres salas muy especiales de la BNE: Cervantes (manuscritos y libros raros) Barbieri (partituras y registros grabados) y Goya (dibujos, mapas, grabados, fotografías...). Es, claro, una declaración de amor».

Un mundo mágico

Cruzar las puertas de la Biblioteca es cruzar el umbral de un mundo mágico, sumergirse en mares de Historia y de historias, de letras indelebles que nos hablan de quiénes somos, de dónde venimos y quién sabe si también de adónde vamos. El bazar de las sorpresas, el cofre del tesoro. También de las artes escénicas: «Hay mucho —continúa Fernández—. Hay manuscritos, como “La dama boba” de Lope. Hay cientos de obras del XVII en manuscrito, algunas inéditas. Hay ediciones raras... Y las fotografías, más de dos millones. Por ejemplo, no creo que haya un lugar en España con tantas fotos de circo?».
Y entre las cuatro paredes de ese País de las Maravillas, ¿cómo se siente el escritor? «Como en casa, me siento en un territorio habitable, rodeado de personas que cuidan esa institución sin aspavientos, pero con paciencia y pasión, con un trabajo serio y comprometido de todos los días. Me siento en un lugar en el que lo que amo, las palabras que he vivido y las que me quedan por leer, está todo en buenas manos. Donde tengo la sensación de que hay algo bello y perdurable».
Sí, sin duda un edficio donde el saber ocupa lugar, un lugar de La Mancha.
Fuente: Manuel de la Fuente (www.abc.es)

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