RINOCERONT


TEXTO: EUGÈNE IONESCO
PUESTA EN ESCENA: EMMANUEL DEMARCY-MOTA
INTÉRPRETES: SERGE MAGGIANI, HUGUES QUESTER, VALÉRIE DASHWOOD, CHARLES-ROGER BOUR, GAËLLE GUILLOU, SARAH KARBASNIKOFF, WALTER N'GUYEN, STEPHANE KRÄHENBÜHL, GÉRALD MAILLET, PASCUAL VUILLEMOT, PHILIPPE DEMARLE i JAURIS CASANOVA
DURACIÓN: 110min
PRODUCCIÓN: THÉÂTRE DE LA VILLE (PARIS), EL GRAND THÉÂTRE DE LUXEMBOURG i LE GRAND T-SCÈNE CONVENTIONNÉE DE LOIRE ATLANTIQUE
TEATRE LLIURE (GREC 2013)

"No soy como los otros" recalca el protagonista de Rinoceront de Ionesco. Y ¿quienes son los otros? Los que se dejan convencer y se suman a una masa no crítica, cual ovejas, donde va una van todas. Este texto pertenece al Teatro del Absurdo, aunque la historia es bien real, ha pasado, pasa y por lo visto seguirá pasando. El rinoceronte sólo es la metáfora, como también lo era Gregorio Samsa en formato escarabajo para las verdades que esconden ambos animalejos son demasiado difíciles de asimilar.

Funcional puesta en escena a través de módulos que Emmanuel Demarcy sabe gestionar a la perfección en los momentos más íntimos, desaparecen y el actor principal, Serge Maggiani se queda sólo en el escenario, sólo acompañado de un foco. Cuando son presentes, los once actores que conforman el elenco utilizan el teatro físico, tan usado por la escuela frase y aquí tan incipiente. Se mueven, a veces con unas coreografía muy pautadas y con unas acrobacias al límite, como en el caso del ataque del rinoceronte ala oficina de un periódico.

Nada queda a salvo en un texto que sabe tejer los elementos. Poca absurdidad y mucho miedo a lo desconocido encierran sus palabras. Ha sido un rinoceronte pero la moral, la libertad, el derecho a la vida y a la independencia podía a haber sido arriesgada incluso por un lindo gatito. Quizás si que falte una concreción de los primeros cuarenta minutos hasta el primer ataque, pero una vez llegado este punto, la puesta en escena ayuda a que el ritmo se acelere y quede olvidado el de sus inicios.

Capítulo aparte queda el tema de la entonación y de los gritos excesivos entre los personajes. El francés ayuda a amplificarlo todo. Las actuaciones y sobre todo, las voces caen poco a poco en una manera plana que se convierte en pesada. Los gritos, incluso en los momentos íntimos, no ayudan a elevar las interpretaciones y agudizan más la sensación de poca empatía por los personajes.

Cincos bises de aplausos y excesivos bravos en una platea que una vez más me hace preguntarme: Si este montaje hubiera sido interpretado por actores catalanes (actualmente casi imposible de imaginar tener 11 actores "pagados") ¿hubiera habido tantos bravos y aplausos? ¿Nos estamos convirtiendo todos en Rinocerontes?

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