Bob Wilson abre el debate: ¿tiene que ser político el teatro o no?


Fuente: Jesús Ruiz Matilla (elpais.com) | Foto: Robbie Jack (Corbis)
El escenario pinta así: Praga en junio. Centro del teatro planetario en los 11 días que dura su Cuatrienal de Escenografía y Artes Escénicas, el evento más importante del mundo en este campo desde que surgiera en 1967. Más de 1.000 artistas de 70 países expuestos en 64 pabellones a lo largo y ancho de toda la ciudad, 500 representaciones, performances callejeras, acciones en distintos escenarios debatiendo en torno al lema: Espacios compartidos, música, clima y política. Moscas gigantes en las paredes, hombres que descienden en paraguas entre los cables, bodas de chinos en la calle, flautistas con microcerdos y roulottesde las que saltan hombres con mascarilla a tumbar viandantes sobre mares de plástico y fuerzan al público a escribir un insulto en cualquier idioma…
Y en estas llega Dios, es decir, Bob Wilson, y suelta: “Y el teatro, ¿debe ser político?”.
La posición del director estadounidense, expuesta en el transcurso de un foro público en Praga extrañó a muchos de los presentes. Entre otros, a la directora artística de la Cuatrienal, la serbia Sodja Lotker. “Wilson ha abierto un profundo debate, máxime cuando es uno de los temas centrales de esta edición”. Lo que planteaba Wilson, todo un gurú de la escena mundial, era el hecho de afrontar el teatro para levantar interrogantes, no para ofrecer respuestas. “Si las conociera de antemano, entonces no me metería en ello”, argumentó.
Le acompañaba en el debate el suizo Serge von Arx, su escenógrafo desde 1998 y comisario de arquitecturas escénicas en esta cuatrienal. “Hemos trabajado codo con codo en 30 proyectos comunes que se llevaron a término y en otros 30 que se pusieron en marcha y nunca vieron la luz”, comenta su colaborador en el café Slavia de Praga, toda una logia teatrera viva de la ciudad.
Las opiniones de Wilson están claras: el autor de Vida y muerte de Martina Abramovic teme que la Humanidad esté “enferma de flashesy necesidad de impactos por culpa de Wikipedia”. Y cree que “hay que ir al meollo del asunto y no quedarse en lo trivial”. Según su amigo Von Arx, lo que Wilson quiso decir es que necesitamos abrir preguntas y no imponer panfletos. “De hecho, su trayectoria es profundamente política. Para él y para mí, el teatro representa una ventana que te conduce hacia lo desconocido en la que muchas lecturas deben conjugarse. Se trata de sembrar confusión, no de imponer posiciones reivindicativas unívocas”. Bien es cierto que el artista estadounidense ha sido reconocido como artista con perfil político a través de su obra por prestigiosas universidades que van de Harvard a la Sorbona; que ha acudido allí donde le llamaban para trabajar en condiciones de protesta y agitación fuera de su país —Irán, Cuba, China, Brasil...—; que sus orígenes están ligados a talleres para jóvenes en situación marginal que acudían a las clases armados en barrios como el Bronx…

Malinterpretado

Definitivamente, su colaborador Serge von Arx cree que se le ha malinterpretado: “Más cuando el otro día vino Robert Lepage, contó que estaba inmerso en la construcción de un teatro que cambiaría la óptica del escenario y costaría 250 millones de dólares y nadie dijo nada. Con reacciones así, que podrían haber planteado todo tipo de cuestiones entre el público empezando con para qué sirve eso, la verdad es que no entiendo la polémica”.
Es algo con lo que puede estar de acuerdo Sodja Lotker, y más después de haber presenciado y escogido para la cuatrienal expresiones, espectáculos y propuestas que ahondan en la crisis global. “Hasta que comenzó esta edición, tenía algunas ideas claras en mi mente; hoy, después de haber visto varias de las manifestaciones vivas aquí estos días, confieso que me siento, como mínimo, inquieta, intranquila, turbada”.
Es comprensible cuando alguien asiste a los distintos pabellones montados en la casa natal de Kafka o en el palacio Colloredo, junto al puente de Carlos. Allí las paredes quedan atravesadas literalmente por una respiración propia, caso de la propuesta rusa, o el hielo se derrite colgado de unas cuerdas gota a gota y a la vista de todos, en una plataforma montada por los finlandeses.
Entre sus muros, José Luis Raymond, comisario del programa de España —en el que han participado al unísono Acción Cultural Española, el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, el Cervantes, la Agencia Española de Cooperación Internacional y la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad)— ha plantado una especie de tanatorio con gusanos y deshechos para su instalación Muérete.
Su propuesta ha sido elaborada junto a otras escuelas de teatro españolas como las de Sevilla, Córdoba o Vigo. Son las cuatro que han montado las performances De profundis, No lloro porque esperoo la escenografía A través del Cristal, coordinada por Raymond y Alicia Blas: “Surge, entre otras cosas, del pálpito que estamos viviendo en España a partir de acontecimientos como el 15-M. En estas figuras colgadas del techo, hay gente que sale con maletas hacia no se sabe dónde, una realidad que los jóvenes han tenido muy presente los últimos años en España”.

Calderón, Quevedo, Gracián y las luces españolas de Bohemia

Cuando se observa a tres adolescentes de Ostrava, la dura región minera morava, cercana a Polonia y Eslovaquia, recitar y reciclar en técnicas de KabukiLa vida es sueño, de Calderón de la Barca, surgen todo tipo de interrogantes. ¿Cómo han digerido de esa forma algo tan plenamente barroco como el Siglo de Oro español? El embajador español en la República Checa, Pedro Calvo Sotelo, y Ramiro Villapadierna, director del Cervantes en Praga, en cuya sede se inauguró la exposición Tránsito por la escenografía española contemporánea, dan sus respuestas: “Poca gente sabe que en varias bibliotecas de este país hay al menos copias de 100 obras de Lope de Vega y que en alguno de sus archivos se guardan manuscritos de Calderón”, comenta el embajador. Se trata del original de El gran duque de Gandía, descubierto en un castillo de Bohemia en 1960 junto a otras obras de Quevedo y Gracián.
Villapadierna añade: “También el Mío Cid, que estuvo en manos de la familia Metternich al menos 300 años, fue uno de los tesoros clásicos españoles custodiados aquí. Y es en este país centroeuropeo donde se encuentra la colección de arte del siglo XVII más importante que hay fuera de España”.

La ciudad como gran escenario y debate

Fechas: Del 18 al 28 de junio.
Artistas: Más de 5.000 profesionales de 70 países.
Pabellones: De 64 naciones, repartidos por toda la ciudad.
Representaciones: 500 con performances callejeras y acciones en distintos escenarios por toda Praga.
Lema: Espacios compartidos, música, clima y política.
Pabellón español: Es un espacio escénico creado por por José Luis Raymond. Se trata de una instalación titulada Muéreteque representa una especie de tanatorio con gusanos y desechos.

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