Angélica Liddell: "Siempre he deseado o necesitado creer en Dios"

Fuente: Esther Alvarado (elmundo.es) | Foto: José Aymá

Sus textos tienen la misma oscuridad reveladora de su teatro, Angélica Liddell (Figueras, 1966) publica en La Uña Rota 'Ciclo de las resurrecciones', bellamente ilustrados con dibujos de Ramón Sanmiquel, en el que recopila 'Primera carta de san Pablo a los corintios', 'You are my destiny' y 'Tandy', seguidos del diario 'La novia del sepulturero' y 'Salmos'. Hablar en persona con la actriz, directora y dramaturga es misión imposible, puesto que vive en Francia, así que un día enviamos un email y, como si fuera una carta de las antiguas, un par de semanas más tarde desembarcan en el buzón sus respuestas.

¿Estas piezas están escritas con la intención de ser representadas tal cual?

La palabra en el ciclo de las resurrecciones no nace para ser representada sino para ser transformada, no nacen como textos teatrales sino como elementos que forman parte de una composición poética, nacen como poesía y no como teatro, luego se organizan gracias al teatro que les confiere una dramaturgia en el seno de un caos que debo resolver. Los textos forman parte del caos y durante los ensayos organizo el caos.

Los textos pueden llegar a transmitir un sentimiento de perplejidad onírica. ¿Qué los inspira?

Hay un deseo de alcanzar la luz a través de las tinieblas, es un viaje desde las tinieblas, es decir, el viaje de la resurrección, que es el mismo viaje que hace Dante en la 'Divina Comedia', cuya inspiración es el amado y la divinización del amado. Círculos ascendentes al borde de la cornisa desde el infierno hasta el Paraíso. Pero sin alcanzar jamás el paraíso. Ni siquiera nacen de los sentimientos sino de las vibraciones primitivas del espíritu que nos ponen en contacto con lo profundo del hombre.

Dice que cree "que es el inicio de una etapa relacionada con lo sagrado". ¿Qué relación tiene con "lo sagrado"?

Hay una necesidad de lo sagrado. Siempre he deseado o necesitado creer en Dios aún a sabiendas de que Dios no existe. Lo sagrado es lo que nos pone en contacto con los movimientos fundamentales del hombre, el nacimiento, la reproducción y la muerte, lo sagrado tiene que ver con la tragedia griega y la transgresión que conduce de manera irreversible a la muerte. Lo sagrado es lo verdaderamente transgresor pues va contra todo orden social y ley, contra el cálculo de la razón, y por eso nos pone en contacto con nuestro verdadero ser, con nuestro camino al borde la cornisa de la desaparición.

¿Cómo definiría su teatro? 

No puedo definir mi teatro, me lo han preguntado muchas veces y me siento incapaz, porque cada vez que entro en una sala de ensayos experimento la misma angustia, las mismas dudas, el mismo terror ante el vacío. Lo que más me apasiona es dejarme influir. Y depende mucho de la experiencia de ese momento, de las lecturas de ese momento, de las demandas de tu espíritu en ese momento, de la identificación, amo la literatura norteamericana, Faulkner, Melville, Flannery O'Connor, Nathaniel Hawthorne, y entre ellos Sherwood Anderson, de cuyo libro 'Winesburg Ohio' escogí un cuento a través del cual podía expresar mis emociones poniendo en escena 'Tandy'. Pero las influencias vienen de cualquier territorio, y en ocasiones depende mucho del azar. Aunque pienso que lo que de verdad atraviesa todo mi trabajo es la antigüedad, la tragedia, los textos bíblicos, la épica, los místicos, toda esa literatura donde todavía no se había matado a Dios. Donde no se le había extirpado al hombre la relación y el conflicto con su espíritu, que no es otra cosa que la fe.

¿Cuándo y cómo decidió que quería dedicarse al teatro?

Cuando era pequeñita ya escenificaba cuentos infantiles, a los siete años dirigía a todo el mundo, hacía el vestuario, escribía, creo que no tuve que tomar una decisión. Ahora sigo haciendo lo que hacía a los siete años. Sin evolución.

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