El caótico cuarto de lo imposible
Fuente: Patricia Peiró (elpais.com)
“¿Por qué quieres definirlo?”, pregunta algo molesto Yaron Lifschitz, director artístico, cuando se le pide que explique su creación. El Price alberga Wunderkammer, de la compañía australiana Circa, hasta el 5 de mayo. Como dice Lifschitz, es bastante difícil de clasificar. Es una representación circense, grotesca, cabaretesca y humorística, que juega con los límites del cuerpo humano. “Es imposible escribir algo objetivo sobre este show,cada uno ve una cosa diferente”, asegura su director.
“¿Por qué quieres definirlo?”, pregunta algo molesto Yaron Lifschitz, director artístico, cuando se le pide que explique su creación. El Price alberga Wunderkammer, de la compañía australiana Circa, hasta el 5 de mayo. Como dice Lifschitz, es bastante difícil de clasificar. Es una representación circense, grotesca, cabaretesca y humorística, que juega con los límites del cuerpo humano. “Es imposible escribir algo objetivo sobre este show,cada uno ve una cosa diferente”, asegura su director.
“Wunderkammer (cuarto de las maravillas, en alemán) es un lugar lleno de cosas que no se pueden clasificar”, explica Lifschitz. Las contorsiones y los equilibrios de los acróbatas se intercalan con números con aros, striptease sin bajar de un columpio y juegos a la comba en los que la cuerda es un ser humano. Todo ello, sin un orden aparente. En este cuarto de lo imposible, una chica de 40 kilos es la que sostiene sobre sus hombros a un hombre de 80: la fuerza de un empeine es suficiente para sostener todo un cuerpo en una soga y un brazo es capaz de levantar a una mujer acurrucada.
Los tangas y el encaje (tanto para ellos como para ellas) son una parte fundamental del aire canallesco que fluye en la propuesta circense. Son los propios acróbatas los que, en un momento dado, cogen la guitarra y se ponen a cantar para acompañar a su colega mientras se quita la ropa. El juego con el vestuario es otra excusa ideal para contorsionar el cuerpo de un modo con el que el resto de los mortales ni siquiera sueñan. Para conseguirlo son necesarias ocho horas de entrenamiento al día durante los ensayos, y tres en las giras.
El caos parece apoderarse en algunos momentos del escenario, cuando cada artista actúa como electrizado y sin un guion definido. Como si el cuarto de las maravillas estuviera desordenado. Pero la música se encarga de poner todo en orden y guiar el recorrido por este espacio lleno de sorpresas. La melodía clásica de Bach y el Heroes, de David Bowie conviven en la obra.
La compañía australiana Circa, nacida en 2006, se ha convertido en un taller de ideas del circo contemporáneo. “Quería que el público tuviera un contacto muy directo con el material, pero que sintiera una emoción que no tiene nombre. ¡Ni siquiera yo sé lo que siento cuando lo veo!”, bromea el director artístico. Lifschitz aspira entonces a crear con su habitación de las maravillas no solo un espectáculo, sino también una forma de entenderlo. Pasen y vean.
Wunderkamer, de Circa. En el Circo Price, hasta el 5 de mayo.
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